Unos 150 somalíes viven en Roma hacinados desde hace varios meses y años en la embajada que su país tiene abandonada en Italia, ya que Somalia está sumido en el caos y en medio de luchas entre clanes desde 1991.

Y es que, pese a que la mayoría de ellos gozan del estatus de refugiados, viven de forma precaria en un edificio destartalado de cuatro plantas sin luz, gas, ni agua corriente, que no les garantiza los mínimos necesarios para una vida digna.

Habitan repartidos por las diferentes salas del edificio, en pequeños espacios compartidos por siete u ocho personas, en habitaciones que hacen las funciones de cocina y de dormitorio a la vez.

Una de las habitaciones del tercer piso está ocupada por Ismail, el cocinero del grupo, además de sus compañeros Alí, Aidid y Dek, quien echa de menos cosas básicas como jabón, crema o pasta de dientes y dice a Efe: "Si me viera ahora en un espejo seguramente me suicidaría".

En lo que antaño fuera el jardín de la legación diplomática hoy se arrumban coches destartalados, cristales rotos, y en lo que en un día debió ser el garaje, aislado del exterior sólo por unas mantas colgadas en un hilo, duermen una veintena de personas en colchones desperdigados por el suelo.

Llegados al país transalpino para huir de la guerra, explican que el Gobierno italiano no les ayuda a poder forjarse un futuro y, tras concederles el estatus de refugiados, se desentiende sin facilitarles medios para su integración.

Denuncian que no reciben ayudas económicas como sí sucede en muchos otros países europeos y que tampoco tienen acceso a cursos de italiano, que les facilitarían, entre otras cosas, poder conseguir un trabajo.

Aseguran que tan sólo quieren un futuro mejor que el pasado que dejaron atrás en su país y lamentan que, en muchas ocasiones, el color de su piel genera desconfianza y que, pese a que han intentado buscar trabajo, siempre reciben la misma respuesta: "Sí, sí déjanos tu teléfono y te llamaremos".

De este modo, se ven confinados a la espera de una oportunidad que, por el momento, no se presenta y dependen de la ayuda de asociaciones y organizaciones caritativas, como Caritas, así como de la bondad de algunos vecinos, que les facilitan alimentos y ropa.

Recuerdan que Somalia fue colonia italiana hasta 1960 y que, sin embargo, dice Alí, no se les respeta como sucede por parte de otros países, como en el caso de Francia.

Alí, que hace tres meses que vive en la embajada, se queja de que esto "no es vida" y no duda en afirmar que en Somalia "vivía mejor" pues allí tenía una casa y un trabajo, que lo único malo "es la guerra" y que si pudiera regresaría a su país.

Sin embargo, otro de los residentes en la embajada matiza que volver a Somalia es imposible ahora porque si regresaran se verían forzados a tomar partido y a entrar a formar parte de una de las facciones que combaten por el poder en este país del Cuerno de África.

A la falta de ayudas se suma el obstáculo, según este grupo de refugiados, de no poder trasladarse a vivir a otro estado europeo ya que, de acuerdo con el llamado Reglamento de Dublín, tan sólo un país puede tramitar su asilo y como ya les ha sido concedido en Italia, es su Gobierno quien debe velar por ellos.

De este modo, muchos han probado ir a los países del norte de Europa pero han sido deportados de nuevo a Italia, como es el caso de Ismail, de 21 años, quien tras llegar a Italia con 17 años ha vivido en Holanda, Suecia, Noruega y Alemania, si bien ha tenido que regresar siempre al país que le concedió asilo.

Así, los habitantes de la legación diplomática vienen y van, desde que a principios de 2000 decidieron "tomar" el edificio, mientras a la pregunta de qué esperan en el futuro de las autoridades italianas contestan al unísono: "Nada".