Los sobornos se han doblado en Afganistán en los últimos tres años y la corrupción ya resta al PIB afgano 1.000 millones de dólares, según un estudio difundido hoy por una organización independiente afgana.

Uno de cada siete adultos -un total de 1.677.000- ha sufrido sobornos y el 72 por ciento de la población considera que el sector público es el más corrupto, de acuerdo con una encuesta elaborada por "Integrity Watch Afghanistan" (IWA).

Este organismo calcula que la corrupción resta actualmente 1.000 millones de dólares al PIB afgano. Según datos de la ONU, éste ascendió a algo más de 10.169 millones de dólares en 2007.

La mayoría de los sobornos están relacionados con la Policía, la Justicia y la Administración, pero en los sectores educativo y sanitario ascienden de media a 180 dólares, una fortuna para gran parte de la depauperada población afgana.

La mitad de los encuestados cree además que la corrupción alimenta la expansión talibán en Afganistán, y un tercio de ellos cree que causa conflictos locales, relacionados en la mayoría de los casos con parcelas de terreno.

Otro dato preocupante es que el 31 por ciento recurre a la "polarización étnica" para conseguir acceso a servicios públicos: es decir, aprovecha su pertenencia a una etnia o tribu para ser favorecido.

El estudio concluye con una serie de recomendaciones para fortalecer el Estado de Derecho y luchar contra la corrupción en vistas a la celebración de la Conferencia de Kabul, prevista para el 20 de julio.

El sondeo ha sido elaborado a partir de 6.500 encuestados en 32 de las provincias afganas.

Las cancillerías occidentales critican con asiduidad al presidente Hamid Karzai por la corrupción de su Gobierno, sobre todo a raíz de la llegada del Barack Obama a la presidencia estadounidense.

Afganistán, situado el segundo lugar en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, es un débil Estado golpeado por el movimiento talibán y por una guerra con implicación extranjera que ya dura casi nueve años.

La gran producción de opio, especialmente en la provincia sureña de Helmand, agrava las dimensiones del fenómeno de la corrupción.