La victoria del liberal Bronislaw Komorowski abre el camino de Polonia hacia una europeización política y deja atrás a figuras tan polémicas como el conservador Jaroslaw Kaczynski, muy criticado en Bruselas por su nacionalismo e intolerancia.

El proceso era lento e inexorable, y comenzó en 2007, con la derrota parlamentaria de Ley y Justicia (PiS), cuando Jaroslaw Kaczynski perdió la oportunidad de continuar al frente del Ejecutivo y cedió ante el empuje liberal.

La muerte en accidente aéreo de su hermano gemelo y jefe de Estado, Lech Kaczynski, junto con la elite conservadora polaca, aceleró el declive de la formación al privarla de muchas de sus principales figuras. Ahora Polonia queda definitivamente dominada por los liberales de Plataforma Ciudadana (PO), con Donald Tusk como primer ministro y Bronislaw Komorowski como futuro presidente de la república.

Para el europarlamentario de PiS Jacek Kurski, "Komorowski no gobernará por si solo", sino que su presidencia estará dirigida por Tusk, lo que hace imposible esperar políticas activas y críticas por parte del próximo jefe de Estado, plegado a los intereses del Gobierno.

Se espera que Komorowski coopere con el Ejecutivo liberal, con un mandato que en algunos mo-mentos llegue incluso a ser calificado de dócil, a fin de sacar adelante las reformas duras e imprescindibles que Tusk quiere hacer para apuntalar la economía.

Como explica el analista Pawel Fafar, los polacos han demostrado que estaban "hartos" de los conflictos entre primer ministro y presidente, y han optado por el aspirante más gris, pero firme defensor del consenso y del acuerdo como herramientas políticas.

Los votos del electorado de iz-quierdas han sido decisivos para la victoria de Komorowski, que durante su campaña mantuvo un cortejo evidente con la Alianza Democrática de Izquierdas (SLD), cuyo líder, Grzegorz Napieralski, había sido el tercero más votado en la primera vuelta.

"Sin nosotros no habría podido ganar", afirmó el diputado de la SLD, Ryszard Kalisz, satisfecho de los resultados del domingo.

Es precisamente ahora cuando el liberal debe pensar en cómo materializar las promesas que hizo a la izquierda días atrás.