El Partido Revolucionario Institucional (PRI) mantuvo el dominio sobre el mismo número de Estados de México que tenía antes de las elecciones del domingo, pero ahora gobierna en regiones con menor población, tras perder la administración en tres baluartes en los que tenía el poder desde hacía 80 años.

Según el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), el PRI ganó en los Estadoss de Chihuahua, Hidalgo, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz, que ya gobernaba; y además le quitó Aguascalientes y Tlaxcala al PAN, y Zacatecas al PRD, con lo que asume el poder en 19 Estadoss mexicanos.

No obstante, esos tres Estados que ganó a la oposición son de menor población en comparación con Oaxaca, Puebla y Sinaloa, que perdió ante una unión de conservadores e izquierdistas.

Tras los comicios regionales del domingo, en los que se disputaron las gobernaciones en 12 de los 32 Estadoss mexicanos, los resultados preliminares muestran que la alianza del oficialista y conservador Partido Acción Nacional (PAN) y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) sirvió para expropiar esos feudos en los que el PRI acumulaba ocho décadas sin alternancia política.

El pacto electoral del Partido de la Revolución Democrática, partido en cuyo seno hay sectores que no reconocen la legitimidad del mandatario Felipe Calderón, y el oficialista PAN fue criticado por muchos analistas, para quienes fue una renuncia de principios que sólo buscaba frenar al PRI, fuerza que gobernó en México sin pausa entre 1929 y 2000.

Los resultados de la elección son todavía preliminares, debido a que en México existe un lento sistema, que tarda más de un día en dar las cifras de los comicios. Esos datos deben ser confirmados después, en un computo final que se sancionará oficialmente el próximo miércoles.

El periódico Milenio calculó ayer que el PRI, primera fuerza en la Cámara de Diputados y segunda en el Senado, gobernaba 28,3 millones de mexicanos antes de los comicios, y ahora dejará de hacerlo sobre 11 millones de personas.

En los Estadoss de Oaxaca y Puebla, los manejos turbios de los gobernadores Ulises Ruiz y Mario Marín, respectivamente, contribuyeron ampliamente a la derrota del priísmo.