El temor a una nueva agresión contra Berlusconi similar a la que sufrió el domingo en Milán llevó ayer la cuestión de la seguridad del primer ministro italiano al centro del debate político del país, que, lejos de calmarse, volvió a registrar altas cotas de tensión.

Tras pasar el mandatario su segundo día en el hospital San Raffaele de Milán, en el que ingresó tras ser golpeado con una réplica en miniatura del Duomo (catedral), la agresión acaparó ayer el protagonismo de la actividad del Parlamento, donde se abordó de lleno la seguridad de Berlusconi.

Mientras el ministro italiano del Interior, Roberto Maroni, comparecía ante la Cámara de los Diputados para ofrecer información sobre lo sucedido, la Comisión Parlamentaria para la Seguridad de la República (Copasir) celebraba una reunión en Roma para analizar los datos facilitados por los servicios secretos del país.

Tras el encuentro, el presidente de la Copasir, Francesco Rutelli, indicó que, según los servicios secretos, existe el riesgo de que una agresión similar pueda repetirse, dados los "muchos puntos de tensión" abiertos en Italia.

"La vigilancia y protección deberá ser muy alta porque el riesgo de que un episodio tan grave pueda derivar en un aumento del peligro, y también en imitaciones de los hechos, es un riesgo que existe", subrayó Rutelli.

Las eventuales repeticiones de este tipo de actos fueron también abordadas por Maroni en una tensa sesión en la Cámara Baja, en la que el titular de Interior habló de una "espiral de emulación" generada por los tonos "ásperos de la dialéctica política y la creciente campaña contra el presidente".

Poco después de hablar Maroni llegó el turno del líder del opositor partido Italia de los Valores (IDV), Antonio di Pietro, uno de los más criticados estos días tras las declaraciones que hizo después de la agresión, en las que afirmó que Berlusconi instiga a la violencia con su comportamiento.

Fue entonces cuando los diputados del gobernante Pueblo de la Libertad (PDL), el partido de Berlusconi, decidieron abandonar la sala en protesta, lo que elevó el clima de tensión en la Cámara y dio muestras de que en este asunto tampoco existe unidad política en Italia.

La oposición

"No nos dejaremos intimidar. Nosotros no hacemos oposición con odio a Berlusconi, sino por amor a nuestro país. Desde hace quince años combatimos contra las medidas que ofenden las conciencias. Esto crea odio, esto arma la mano instigada por problemas de una mayoría y un Gobierno que someten al Parlamento a su propio uso", afirmó el ex magistrado Di Pietro.

El desafío que queda ahora por delante para las autoridades es aumentar la "prudencia" que solicitan los servicios secretos italianos en torno a la seguridad de un Berlusconi, que, según el último parte médico, será dado de alta hoy, con la recomendación de abstenerse de cualquier actividad durante quince días.

Los servicios secretos creen que, a partir de ahora, se deberá decir "no" a Berlusconi en algunas ocasiones ante su deseo de acercarse a la gente, pues eso le pone en peligro, ya no sólo como persona, sino también como jefe de una institución italiana.

Y eso será "muy difícil", según confirmó ayer el portavoz de la Presidencia del Gobierno, Paolo Bonaiuti, quien ha estado muy cerca de Berlusconi en todo este pe-riodo hospitalario por su lesión la-cero-contusa interna y externa en el labio superior, la rotura de dos dientes y la fractura de tabique nasal.

Mientras, el considerado autor de la agresión, Massimo Tartaglia, detenido el mismo domingo, prestó declaración ayer ante la jueza Cristina di Censo, quien debe ahora decidir si hace firme el arresto de este hombre de 42 años en tratamiento psiquiátrico desde hace diez. Sus abogados solicitaron el ingreso de Tartaglia en un centro psiquiátrico, una cuestión sobre la que la jueza deberá decidir en base al informe médico mental.