Soledad Cabeza de Vaca y Leighton, marquesa de Moratalla, no recuerda ya cómo amasó una fortuna criando caballos purasangre, lo que le llevó a agrandar la ya legada de su linaje aristocrático español y de su madre, heredera de un rico financiero estadounidense.

El alzheimer le impide también comprender las batallas judiciales que, desde hace años, enfrentan a su hijo natural Forester con el adoptivo Germán de la Cruz, que mañana vivirán un nuevo capítulo en el Tribunal de Bayona.

A sus 87 años, la marquesa apenas abandona los muros del palacete de Biarritz donde reside desde hace años y al cual ni su hijo natural ni su nuera tienen permitido el acceso.

Por eso han presentado una demanda contra Germán por el secuestro y abuso de debilidad de la aristócrata, el penúltimo capítulo de la saga de duelos en torno al legado de la marquesa, que los medios de Francia y Suiza, donde está depositada, cifran en más de 150 millones de euros.

En los últimos años, Soledad Cabeza de Vaca y Leighton ya no puede recibir a sus amigas para sus habituales partidas de bridge, juego del que llegó a participar en el campeonato del mundo. Tampoco supervisa, como era su costumbre, sus cuadras de caballos, que le llevaron a ganar más de 5.000 carreras y a competir con criadores de la talla del Aga Khan o el emir de Dubai.

Según Germán de la Cruz, la marquesa ha perdido el juicio y, por eso, el hijo colombiano adoptado en los años 80, ha sacado del cajón un documento firmado por la multimillonaria en 2012 que le nombraba gestor de la fortuna en el caso de que ella no pudiera hacerlo. A él y al gabinete de abogados suizo Frey, que siempre se ocupó del dinero de la familia.

Un documento que no reconocen Forester ni su esposa, Stéphanie Labrouche, exbanquera que, desde hace años, pelea para que su marido no sea apartado del testamento.

Es ella quien da la cara ante los medios para denunciar que su cuñado y los Frey han apartado a la marquesa del mundo con el objetivo de vaciar las arcas de la familia.

Aseguran que la marquesa está muy enfadada con su hijo adoptivo por haberle declarado inútil.

Hace unos días, acudieron al palacete de Biarritz y pudieron ver a la anciana que, dicen, les mostró su malestar con el comportamiento de su hijo Germán. Pero cuando al día siguiente volvieron al lugar, los empleados les impidieron la entrada.

Los jueces de Bayona tendrán que examinar la demanda presentada, con todos los elementos que comporta. Revisarán el estado mental de la marquesa de Moratalla y las pilas de legajos que, desde los 90, han alimentado el culebrón judicial.

Los abogados de Germán de la Cruz refutan esa tesis. Aseguran que Soledad Cabeza de Vaca odia a su hijo natural y su nuera desde que le llevaron a los tribunales en los años 90 acusándola de haber ocultado el testamento de su madre, Olga Leighton, que se casó en segundas nupcias con Antonio Cabeza de Vaca y Carvajal, marqués de Moratalla y Portago.

Antes, esta enfermera de origen irlandés había heredado una ingente fortuna de su primer marido, Frank J. Mackey, fallecido pocos meses antes de que se casara con el aristócrata español, con quien tuvo dos hijos.

El primero, Alfonso, falleció en una carrera de coches, una de sus pasiones, dejando a Soledad como única heredera de la fortuna.

Forester y su esposa sostienen que Olga redactó en 1991 en su lecho de muerte un testamento muy favorable a su nieto adorado, pero acusan a Soledad de haberlo ocultado.

Desde entonces, la justicia de Suiza, Francia, España, Liechtenstein y el Reino Unido han sido escenario de las peleas familiares.

Soledad Cabeza de Vaca y Leighton, que entronca por rama paterna con una estirpe de conquistadores de América, hija de un héroe del bando franquista durante la Guerra Civil española, es posible que no entienda el revuelo que existe en torno a su fortuna. Pero su nombre volverá a ser noticia.