Podemos visualizar a un neanderthalmasticando algún sustento mientras observa con curiosidad las estrellas, destellos que se convertirían en deidades y dioses de las mitologías posteriores.

Pero hubo un tiempo en que no había tiempo para sacar conclusiones de ese cielo, acerca de qué había más allá, pues lo primero era lo primero: cazar, alimentarse, resguardarse.

Precisamente de la etapa de la humanidad en la que va cobrando forma la especialización de los cazadores-recolectores, la distribución de labores en el grupo permite a algunos, en lapsos de tiempo, constatar todos los ciclos que se producen en torno a la propia tierra que se pisa. Quizá los ancianos (notables en épocas remotas y no tanto) podían transmitir a los jóvenes algunos vaticinios oteando las señales y cómo germinaban los frutos que aprendieron a entender y cultivar.

El hombre nunca dejó de mirar al cielo: a la estela de la vía láctea, a los conjuntos de luceros que recibieron sugerentes nombre para luego imbricarse en la vida cotidiana y el misticismo,? y las cosas de comer.

Los egipcios, por ejemplo y entre otras culturas, dejaban a sus finados alimentos para afrontar el tránsito al otro mundo. Pues comer, había que comer. Y beber. En la especialización y los usos heredados, por ahí entre esos mimbres estuvo en toda época aquel que perseguía mejores prestaciones a los bocados, hacerlos más placenteros.

Tapas voladoras de Diego Schattenhofer./eldia.es

Plantas silvestres, que luego fueron "domesticadas", aplacaban los amargores, las estridencias: el hombre miraba a la cúpula celeste, suspiraba y apreciaba con satisfacción una pieza de caza mejor preparada que la que engulleron sus abuelos

Tanto es así que los alimentos y la bebida (esas que surgieron de la fermentación espontánea) también fueron inherentes, como antes se dijo, de las distintas culturas funerarias.

Lo dicho. El cielo y sus señales indicaban qué época era la más idónea para sembrar qué? Las órdenes de monjes y frailes que elegían abadías recónditas acumularon saberes y técnicas que finalmente se diseminaron hacia el globo terráqueo.

En Reims, los religiosos, inventores de los cultivos biodinámicos, extrajeron la doble fermentación con azúcares y levaduras para dar con el champán, que se atenía a ciclos que marcaban las estaciones y su repercusión en el crecimiento y maduración de la vid.

Marco Polo oteaba el horizonte y regresaba con especias. Cristóbal Colón escrutaba las estrellas y retornaba con papas, tomates y maíz.

Acopiar alimentos de cuarta y quinta gama, vistosamente embalados en los lineales de las grandes superficies, deja tiempo para mirar el cielo de otra forma, tanto es así que aparecerán diáfanas ante nuestros ojos en la aplicación del móvil.

Y de las constelaciones y galaxias que eran bautizadas y veneradas por la humanidad en sus inicios, a modo de "2001, odisea en el espacio", el célebre filme de Stanley Kubrick, vayamos a las primeras misiones espaciales, en los años sesenta, en las que el menú de los astronautas no era ni apetecible ni cómodo.

Se nutrían con geles o polvos nutritivos deshidratados que recuperaban su forma y sabor al entrar en contacto con agua. Liofilización, irradiación o deconstrucción, enarboladas por chefs punteros en sus restaurantes, son viejas conocidas de los investigadores de la NASA encargados de preparar la comida apta para consumir en el espacio y que hace algún tiempo fueron expuestas en el congreso Madrid Fusión.

Verduras asadas, arroz con pollo, espaguetis, filete de ternera o cóctel de gambas, platos corrientes en tierra firme, fueron "reinterpretados" mediante la innovación culinaria para servir como aportes "más divertidos" para los astronautas de la Estación Espacial Internacional.

Se sigue estudiando crear un suelo artificial fértil en un pequeño invernadero y un huerto particular donde los propios astronautas podrían cultivar alimentos que broten fácilmente como papas, tomates, soja o lechuga.

Una vez allí arriba, se conservan gracias a sistemas térmicos, de refrigeración o de irradiación, en embalajes que cumplen con las exigencias de salubridad y de escasez de espacio.

Para evitar el aburrimiento, también era importante la variedad y en el menú espacial puede haber hasta una veintena de opciones. El pollo "fiesta", las tortitas de maíz o el cóctel de gambas con salsa picante, además de bebidas energéticas y café instantáneo.