Segunda "comparecencia" con antesala de aperitivos en torno a la barra del luminoso y níveo restaurante enclavado en La Salle.

Quizá por eso de que en la segunda cita ya parecía que se rompía el hielo con más fluidez, los invitados pronto se contagiaron de la vivacidad del menú propuesto por Víctor Cruz, que mostró trazos de frescura y la personal tendencia a sabores marcados y personales.

Un tomate relleno de queso crema, gulas y huevo de codorniz escalfado dio pie para que Alejandro Silvera, asesor de Fuentealta experto en nutrición, comentara a los presentes de que el conjunto era ejemplo de que la cocina saludable no era en absoluto incompatible con sabores expresivos, algo que se tornó en hilo de conversación para los aficionados a la cocina, que despliegan sus saberes entre calderos como una terapia más.

Entre unos y otros se saltaba de temáticas muy variadas en conversación fácil -es lo que precisamente persigue este ciclo, además de dejar las prisas fuera del restaurante elegido-. Además, el jefe de cocina se acercaba en cada cambio de secuencia para detallar en qué consistía la idea plasmada, en esta ocasión con no pocos esbozos arriesgados, caso del Lenguado, carabinero y agua gasificada con queso azul o la carrillera emulsionada en chocolate y foie fresco.

"Preforma"

Como anécdota, cabe resaltar que el conocido sorbete de limón que ofrece Víctor en su casa en las postrimerías viene en una especie de "tubo de ensayo" con su tapa. Se llamó la atención de que ese característico recipiente es, precisamente, lo que se denomina "preforma", es decir, el "embrión" de una botella de litro y medio que, en el proceso industrial, adopta la forma final en la que se presenta al consumidor el líquido elemento que se extrae de la entrañas de las cumbres de Vilaflor.