Con temas clásicos que ya son bandera del rock y algunos de su nuevo disco "13", la banda británica de rock duro Black Sabbath encandiló en la noche del domingo al público de Río de Janeiro, que bailó y coreó al ritmo de los veteranos músicos de Birmingham en el sambódromo carioca.

Con tres de los cuatro miembros originales de la banda reunidos por primera vez desde 1979, Black Sabbath recuperó su sonido más oscuro, denso y pesado en un viaje sin retorno hacia los primeros años de la banda, la era que sirvió a los británicos para sentar las bases del heavy metal.

En el mítico sambódromo, lleno para la ocasión pese al alto precio de las entradas, los aficionados pudieron disfrutar de un Ozzy Osbourne en una notable forma musical que hizo las delicias de los amantes del rock duro más clásico y que derrochó energía sobre el escenario pese a sus 64 años.

A pesar de verse parcialmente lastrado por su condición física Osbourne derrochó energía en el escenario; bailó; animó con sus gestos a la audiencia y hasta tuvo un guiño con su escena más recordada al aparecer con un murciélago de plástico entre los dientes en un momento del espectáculo.

A su lado, Tony Iommi, alma máter y principal compositor de la banda, permitió viajar a los asistentes al concierto 40 años atrás en el tiempo con sus riffs oscuros y cargados de fuerza que abrieron el concierto de la mano del tema "War Pigs" y que se extendieron a lo largo de la noche con canciones como "Black Sabbath" o "Dirty Women".

Con ritmos de compás lento y la solidez aportada por el tercer miembro fundacional de la banda, Geezer Butler al bajo, el concierto introdujo todos los elementos característicos del grupo en temas de su nuevo disco como "End of the Beginning", "Age of Reason" o "God is Dead?"

La audiencia, en la que se entremezclaban aficionados de edad avanzada y algunos muy jóvenes -muchos de ellos con las icónicas gafas de sol de Ozzy Osbourne-, se mostró entregada y perdonó las notas fuera de tono del cantante británico.

Asimismo, aplaudió las alusiones hechas desde el escenario a las primeras críticas nacidas en los años sesenta contra el grupo y que les tachaban de satánicos. Imágenes de aquellas protestas suscitadas en Estados Unidos se alternaron con bendiciones continuas de Ozzy Osbourne a la audiencia que sorprendieron a alguno de los más veteranos.

Tommy Clufetos, habitual percusionista de Ozzy Osbourne y único miembro del cuarteto que no participó en la fundación de la banda en 1968, completó el elenco de Black Sabbath protagonizando uno de los momentos más memorables del concierto con un solo de batería que permitió a Osbourne, Iommy y Butler tomarse un descanso.

Pese a cumplir con creces el papel que le estaba asignado, no consiguió hacer olvidar a los aficionados la ausencia del batería original, Bill Ward, ausente por motivos económicos y que hubiera completado un reencuentro legendario.

Los compases de "Children of the Grave" encendieron los ánimos del sambódromo al filo de la medianoche como aperitivo para la guinda final, cuando, ya en el último bis, la banda británica deleitó al público con "Paranoid".

Cuando restallaron sobre el escenario los primeros compases, la audiencia subió los decibelios sabiendo que se acercaba el final de una noche que algunos recordarán como la última vez que vieron a los creadores del heavy metal y otros como la velada en la que tuvieron la oportunidad de conocer de primera mano las tonadas que dieron forma al rock duro.