Su rostro de facciones duras y su voz arañada ejercen de imán para los roles de cacique, señorito, dictador y toda suerte de malvados, lo que reduce a meras excepciones las veces en las que los directores le confíen un guion que le permita expresar registros mucho menos habituales en él como la bondad o la ternura.

Quizás para saldar una vieja deuda, el teatro le ha regalado ahora a Juan Diego el papel de un singular profesor de instituto cautivado por el misterio de las palabras, sobre el que se estructura la obra "La lengua madre", escrita por Juan José Millás, un dulce caramelo que, según confiesa, no se cansa de degustar y que el público tinerfeño tendrá la oportunidad de descubrir el próximo sábado, día 27, a partir de las 20:30 horas en el teatro Guimerá de Santa Cruz.

¿En qué consiste el montaje teatral que traerá a Tenerife bajo el nombre de "La lengua madre"?

La trama gira en torno a un profesor de un instituto de provincias que profesa un gran amor hacia las palabras y que se planta sobre el escenario para pronunciar una conferencia sobre su peculiar visión de la gramática, pero de repente se le va la pinza y empieza a recordar su infancia en una especie de viaje muy lúdico, pero también muy lacerante. En realidad, este personaje es un tipo con una gran sensibilidad, que de pequeño aprendió a hablar en orden alfabético, y que llegó a tener grandes conflictos con el lenguaje ya que no entendía que en el diccionario estuvieran tan cerca la ciruela de la cirugía, la escritura del escroto o el váter del Vaticano.

¿También se cuelan temas de actualidad social y política a lo largo de la función?

Inevitablemente, la realidad está presente y, por tanto, aparecen muchos temas cotidianos que son abordados con dureza o con delicadeza, pero siempre a través del afilado sentido del humor de Juan José Millás.

Para usted, ¿interpretar un texto de Millás tiene más de responsabilidad o de placer?

Esta obra para mi está siendo un auténtico placer. Tengo ganas de estar haciéndola todos los días, porque me encanta salir al escenario y comunicar con la gente. Debo reconocer que nunca he disfrutado tanto como con este texto. Me siento libre, vuelo, porque me permite hablar de cosas que interesan y que, de verdad son útiles al público en general.

¿Al estar acostumbrado a participar en obras o películas con un gran reparto, se siente muy solo sobre el escenario?

Me sentiría más solo en un soliloquio, pero en un monólogo ya todo está previsto y dispuesto para crear la conexión y la empatía con el público. Si desde el primer momento logras conectar, no hay soledad en el escenario, sino empatía. De hecho, hay veces que me dan muchísimas ganas de sentarme en el patio de butacas y continuar la función desde allí mismo. Precisamente, he decidido que el público sea coprotagonista en esta historia, ya que está constantemente interactuando con sus silencios, sus aplausos o sus risas.

Entonces, ¿es más una charla que una representación?

De lo que se trata es de estar lo más cercano a una conversación. No obstante, no se puede permitir que el teatro acabe por convertirse en una charleta. Es decir, es importante que lo que contemos tenga peso, que no sean banalidades y que tenga que ver con la realidad de lo que está pasando, y con los deseos y las ilusiones del hombre. Si yo subo a un escenario no es solo para hacer risas. Lo que yo busco es una mezcla de pensamiento, reflexión y humor.

En su dilatada trayectoria estamos más acostumbrados a verlo como el malo de la película. ¿Por fin le toca uno que se asemeja más a su carácter?

Efectivamente, no soy ese señor que siempre sale con el hígado en la boca, cabreado. Es cierto que en muchas ocasiones he encarnado al arquetipo de señorito, de cacique, violadores terribles, o personajes de gran importancia en la historia de este país como Armada o Franco, pero también he hecho de San Juan de la Cruz, o de algún que otro homosexual, por citar varios ejemplos. Aún así, tenía muchísimas ganas de sacar esa otra parte de mí que está en las antípodas de lo que hice en "Los santos inocentes", "Dragón Rapide", o, incluso, en "Los hombres de Paco", en el caso de la televisión. A partir de ahora, me gustaría durante un tiempo sacar mi lado apacible, más reflexivo, más de humor. En definitiva, creo que me merezco este personaje para que la gente vea que también soy capaz de emocionar de otra manera.

Al menos, los personajes que le suelen asignar le servirán como un ejercicio de desquite...

Lo que sí puedo garantizar es que al psiquiatra no voy nunca. Yo me exorcizo con los personajes (risas).

¿El trasvase de actores del cine al teatro en los últimos años es una cuestión de modas o un claro síntoma de que el cine está mucho más afectado por la crisis?

A pesar de que para toda la cultura en general es una barbaridad lo que han hecho con el 21% del IVA, lógicamente es más fácil que los productores monten una obra de teatro que poner en marcha un producto que cueste tres, cinco u ocho millones de euros.

¿Hay esperanzas de que se dé marcha atrás en estas políticas?

Estoy plenamente convencido de que a los señores que en estos momentos gobiernan el tema de la cultura, la educación y los servicios públicos, se las trae floja. Por tanto, que nadie se equivoque porque los próximos van a ser unos años muy duros para todo cuanto esté relacionado con el bienestar socia. Vamos a ver si nos inventamos una lluvia que llegue antes de que todo se seque.

De entre todos los actores españoles, usted es uno de los que más premios acumula. ¿Para qué sirven? ¿Son una fórmula para poder elegir los papeles que le apetecen o se limitan a un mero elemento decorativo en la estantería del salón?

Yo los premios los tengo en la cocina, porque así están más calentitos y no me ocupan sitio en la librería... En cuanto a la cantidad que acumulo no deja de ser en parte lógico, pero porque llevo muchos años en esto. Además, siempre hay una gran componente de suerte. Indudablemente, algunos parten de un trabajo bien hecho, pero en otros casos digo: ¡hostia, cómo me han dado este premio! Así, aunque siempre son bienvenidos, yo preferiría tener menos premios y más guiones.