En las elecciones generales de 2008 Añaza fue uno de los diez distritos electorales de todo el país donde menos personas se acercaron a votar. La abstención llegó al 68%. Ayer, a las ocho y media de la mañana, media hora antes de que el IES María Rosa Alonso abriera, unos cuantos despistados ya estaban en la puerta. Era el preámbulo de lo que vendría después. A las doce, más de 25 personas hacían cola para depositar su voto en las urnas de una de las cuatro mesas electorales y la cola seguía invariable. Los más impacientes daban la vuelta: "Mejor que vengas después, hay una cola increíble". Era la misma sensación que tenían los apoderados de los partidos -desde el Partido Popular hasta Podemos- y los representantes de la administración. El cambio más importante, el de la participación, empezaba a hacerse realidad. El porcentaje de votantes estaba creciendo en toda el área metropolitana.

Lo mismo pensaban muchos vecinos. María Isabel Bolaños García lleva viviendo en Añaza desde que a principios de los años 90 compró una vivienda en el barrio. A mediodía cumplió con el ritual de cada cuatro años. Fue a votar. Nunca se pierde unas elecciones y aun así está convencida de que estas eran diferentes. España "necesita un cambio", dice, y, para lograrlo, "lo más importante es que no haya una gran mayoría, sino que todos los partidos tengan que llegar a acuerdos". En las elecciones de 2011 fue presidenta de una mesa. "Lo de este año no había pasado antes. Nunca he visto a tanta gente". Como ella había muchos vecinos para los que acudir al colegio electoral no era una novedad, pero también unos cuantos primerizos. Una chica, de apenas 24 años, que empujaba el carrito de su hijo en el CEIP Secundino Delgado, explicaba la importancia del 20D mientras miraba cómo su compañero introducía sus sobres en las urnas: "Él jamás ha venido", enfatizaba. En ese colegio, que también está en Añaza, la afluencia no fue tan exagerada, pero sí constante.

En unos centros y en otros, la palabra que más se repetía era "cambio". Esa era la razón por la que algunos se iniciaban en esto de la democracia y otros no desistían en su empeño por cambiar las cosas desde las urnas. El ejemplo de esa responsabilidad individual lo protagonizó una mujer a quien, con sus 91 años ya cumplidos, no la vencieron los achaques de la edad, y acudió en compañía de su hija a votar. "No he dejado de hacerlo en toda mi vida", dijo con orgullo a la salida.