El FMI y la OCDE, entre otros organismos, pronosticaron en 2018 que la rebaja fiscal de Trump de fines de 2017 aportaría seis décimas al crecimiento de EEUU, pero que una guerra comercial le restaría un punto.

Además del impacto directo, se produce una transmisión perniciosa a través de la retroalimentación negativa de los mercados y las economías. Hace unas semanas, declaraciones pesimistas del director del Consejo EconómicoNacional de EEUU, Larry Kudlow, sobre la marcha de las conversaciones con Pekín cercenaron el rebote bursátil de Nueva York que había alentado nueve días antes el tono más positivo de Trump. Este pesimismo en el parqué se traslada a la economía mediante el deterioro de las expectativas, el debilitamiento del efecto riqueza y la fuga de dinero hacia los valores-refugio: la deuda pública (salvo de emisores como Grecia, Italia, India, México y otros) lleva meses al alza (con la consiguiente caída de su rentabilidad), lo mismo ocurre con el oro desde agosto y otro tanto pasa desde enero con el dólar (lo que torpedea las pretensiones de Trump) y el yen frente al euro, que sufre por el empeoramiento de la eurozona.

Déficits. Tampoco se están cumpliendo otras previsiones de Trump. La rebaja fiscal está agravando -como previeron muchos economistas y el Congreso- el déficit público y el abultado nivel de deuda soberana, y tanto la necesidad de financiar estos desequilibrios con ahorro externo como el aumento de la demanda interna por el alivio tributario están acrecentando las importaciones y el déficit comercial (subió hasta octubre en 66.000 millones respecto al mismo mes de 2017) en vez de reducirlo como prometió el presidente, mientras que el efecto dinamizador de la reforma impositiva se extinguirá este año, según la generalidad de los estudios, sin que el elevado déficit fiscal (el más alto en seis años), calificado como "insostenible" por el FMI en junio y por economistas como Nouriel Roubini, Brunello Rosa, Simon Johnson y otros (se estima que llegará a 1,2 billones de dólares este año y al 5% del PIB en 2023), dé margen para seguir por esa senda, y más cuando, como señaló en septiembre el Banco de España, "la expansión fiscal procíclica habría comenzado a repercutir negativamente" y "puede convertirse" -dijo el FMI en octubre- "en un riesgo en un ciclo económico de mayor madurez". El historiador económico James Bradford Delong fue más allá y sostuvo en diciembre que los pronósticos sobre el efecto dinamizador del recorte tributario de Trump "estaban equivocados".

Otras medidas del presidente están contraviniendo sus objetivos sobre la balanza de pagos, como la restricción de visados, que ha hecho caer, según The Washington Post, la entrada de estudiantes extranjeros, una de las grandes "industrias" de "exportación" de servicios del país y fuente de captación de talento.

Cisne negro. Los ataques de Trump a la Reserva Federal y a su independencia, lo que no se había visto desde la era Reagan, hundió la Bolsa en Navidad y cuestionó la credibilidad y eficacia de una institución reputada y sistémica.

Con todo, lo peor es la imprevisibilidad que atenaza al presidente y que mantiene la economía mundial "al borde de un ataque de nervios", según vayan o vengan los tuits. El mundo anda buscando el cisne negro (un factor imprevisto y catastrófico, según Nasim Taleb) que pudiera causar la próxima crisis. Quizá esté sentado en el despacho oval de la Casa Blanca.