La economía francesa recuperó vigor en 2017, cuando su producto interior bruto (PIB) subió un 1,9 %, la mayor alza desde 2011, asentada en el dinamismo de la inversión y las exportaciones y en la resistencia del consumo privado, informó hoy el Instituto Nacional de Estadística (INSEE).

El dato, unánimemente calificado de positivo, permitió al ministro de Economía, Bruno Le Maire, apuntarse el tanto y asegurar que responde a la "recuperación de la confianza de particulares y empresarios desde la elección del presidente", Emmanuel Macron.

Aseguró que las medidas adoptadas por el actual Ejecutivo, al timón del país desde junio pasado, se han traducido en las buenas cifras del cuarto trimestre, cuando la economía registró una importante aceleración, con un incremento del 0,6 %.

No opinó igual la oposición conservadora, que consideró que la buena dinámica de la economía francesa responde al contexto internacional y que las políticas adoptadas por el anterior Gobierno, presidido por el socialista François Hollande y en el que Macron fue ministro de Economía durante dos años, retrasaron la recuperación.

"Cualquier presidente tendría el mismo crecimiento. Hollande lo retrasó. El dato es bueno pero es dos veces más bajo que la media mundial", aseguró a la televisión BFMTV el presidente de la comisión de finanzas de la Asamblea Nacional, el diputado conservador Éric Woerth.

Agregó que el Ejecutivo debería aprovechar el viento de cola para afrontar las reformas económicas que, a su juicio, necesita el país, que pasan por recortes en los gastos sociales, disminución del número de funcionarios y reducción del déficit.

Más aun si se confirma la previsión del INSEE, que prevé que el dinamismo se mantenga en los dos próximos trimestres, con una subida del PIB del 0,5 % en el actual y del 0,4 % en el siguiente.

Una tendencia que el Ejecutivo ya ha asegurado que espera aprovechar para presentar unas cuentas para este año con un déficit por debajo del 3 % que fija el pacto de estabilidad europeo, las primeras con las que Francia cumpliría ese compromiso comunitario en diez años.

La cifra del crecimiento puede dar oxígeno a Macron, cuya popularidad se ha visto erosionada en los últimos meses en los que ha afrontado medidas impopulares, como la renuncia al gran aeropuerto del noroeste del país, las protestas de funcionarios de prisiones y personal hospitalario o de los municipios.

La economía francesa aceleró con respecto a 2016, cuando el PIB había crecido un 1,1 %, un ritmo insuficiente, según los expertos, para generar empleo.

El INSEE auguró que la nueva dinámica servirá para reducir ligeramente la tasa de paro y situarla en 2018 en el 9,4 % de la población activa, tres décimas menos que la actual.

El dinamismo de la economía gala reposó en 2017 en la mejora de las inversiones, que crecieron un 3,7 %, frente al 2,7 % del año anterior, pese a que las administraciones públicas las redujeron en un 0,8 %.

Fueron las empresas las que soportaron lo esencial de esa dinámica, con un incremento de las inversiones del 4,3 %, frente al 3,4 % de 2016.

El otro pilar fueron las exportaciones, que subieron un 3,5 %, frente al 1,9 % de 2016, lo que sumado a una estabilización de las importaciones (4,3 % frente al 4,2 % de 2016), contribuyeron a atenuar el impacto negativo del saldo comercial, que amputó cuatro décimas al PIB, la mitad que el año anterior.

El consumo privado mejoró un 1,3 %, frente al 2,1 % de 2016, marcado por un retroceso en las compras de bienes.

En cuanto a la producción de bienes, Francia registró un incremento del 2,3 %, tras el 0,9 % de 2016, con una dinámica especialmente positiva en la industria ( %) y la construcción (,4 %).

También progresó la producción agrícola, un 2,3 %, frente a la caída del 5,6 % de un 2016 marcado por las desfavorables condiciones climáticas.