El Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) intentará en su reunión de mañana reducir las expectativas de un cambio en su política monetaria ante la fortaleza del euro, que hoy se cotizaba por encima de los 1,23 dólares, su mayor nivel desde hace más de tres años.

Las actas del último encuentro de diciembre del máximo órgano rector de la entidad indicaron el pasado 11 de enero que el banco podría ofrecer señales de un cambio en su política de estímulos a principios de este año.

"El lenguaje referente a varias dimensiones de la posición de la política monetaria y la estrategia de preanuncios puede ser revisado pronto el próximo año", señalaron las actas de esa reunión en referencia a 2018.

Ese mensaje fue interpretado por los mercados como que el banco anticiparía el final de su programa de compra de deuda y la normalización de su política monetaria, lo que llevó al euro a emprender un curso ascendente que no se ha detenido hasta el momento.

La subida del euro, que desde principios de año se ha revalorizado un 3 % y casi un 17 % desde el inicio de 2017, llevó a que hasta tres miembros del Consejo de Gobierno alertasen la semana pasada sobre los riesgos de la fortaleza de la moneda para el repunte de la inflación en la eurozona.

Un euro fuerte abarata las importaciones lo que puede tener un efecto a la baja sobre la evolución de los precios en el área.

Con una inflación del 1,4 % en diciembre -un 0,9 % la subyacente, que excluye los precios de la energía y los alimentos frescos- la tasa se encuentra todavía lejos del objetivo del BCE del 2 %, o ligeramente por debajo de esa cifra.

Además, la entidad pronosticó en su última reunión un 1,7 % de inflación en 2020, una cifra todavía lejos de ese objetivo.

Las actas de diciembre reflejaron también la persistencia del debate en el seno del Consejo en torno a la conveniencia o no de fijar una fecha tope para el fin de la compra de deuda, que se prolongará este año por 30.000 millones de euros mensuales hasta septiembre, "o más allá" si fuese necesario, según ha recalcado el presidente del BCE, Mario Draghi en las últimas ruedas de prensa.

Los partidarios de establecer una fecha definitiva para el fin de las compras, encabezados por los países del norte de Europa, crecen entre los directivos del banco a medida que se confirman los indicadores de un robusto y sostenido crecimiento en la eurozona.

La semana pasada el gobernador del Banco Central de Estonia, Ardo Hansson, defendió concluir el programa de estímulos de golpe en septiembre si el crecimiento y la inflación evolucionan en línea con las previsiones.

La mayoría de los analistas consultados consideraron, sin embargo, que el BCE esperará probablemente a su siguiente reunión del mes de marzo para ofrecer algún cambio en su mensaje respecto a la política de estímulos, una vez que tenga en su poder más datos sobre el comportamiento de la inflación en el área.

Esas señales podrían pasar por que se retire el compromiso, reiterado en cada ocasión por el BCE tras las reuniones del Consejo, de incrementar incluso las compras de bonos "en términos de cantidad y duración" si las condiciones económicas empeoran.

El primer signo sería retirar del mensaje la posibilidad de aumentar el volumen de compras, mientras que su eventual prolongación a partir de septiembre no se concretará hasta bien avanzado el año, probablemente en el mes de junio, según algunos observadores.

Apuntar demasiado en estos momentos hacia un fin definitivo de los estímulos tendría un fuerte impacto en los mercados de divisas y reforzaría todavía más al euro.

En cualquier caso, todo apunta a que el BCE mantendrá la prudencia por el momento y aguardará a disponer de señales más claras de que la evolución de la inflación se encamina hacia su objetivo.

Las demandas sindicales para aumentar los salarios, que en el sector del metal alemán se sitúan en un 6 % para este año, podrían contribuir a un repunte de los precios, aunque en otros países de la eurozona el crecimiento salarial sea más moderado.