Tras un 2016 muy convulso, el Banco Popular afronta 2017 como el año que seguramente será uno de los más decisivos de su historia, en el que, entre otras cosas, además de renovar su dirección, deberá recuperar la confianza del mercado y prepararse para el futuro, ya sea solo o junto a otra entidad.

Este nuevo año comenzará con la publicación a finales de enero de los resultados de 2016, de los que ya ha adelantado que sufrirá unas fuertes pérdidas, por encima de los 2.500 millones de euros tras sanear parte de su balance, con unos 31.500 millones de euros en activos problemáticos.

Aunque el Popular, para hacer frente a estas pérdidas cuenta con los 2.500 millones de euros que captó en la ampliación de capital que llevó a cabo en verano, el mercado sigue dudando de sus planes, que incluyen el traspaso a una nueva sociedad, su propio "banco malo", de 6.000 millones en activos inmobiliarios.

Las cuentas de 2016, que también se verán afectadas por la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que falló a favor de la retroactividad de las devoluciones por cláusulas suelo abusivas, serán las últimas que presente el actual presidente del Banco Popular, Ángel Ron.

El banquero que ha pilotado la entidad en los últimos años será sustituido por Emilio Saracho, hasta ahora consejero delegado de banca privada de JP Morgan para Europa, Oriente Medio y África.

No obstante, el relevo, propuesto a principios de diciembre, será aprobado en una Junta de accionistas extraordinaria que tendrá lugar en febrero.

Saracho relevará a Ron como presidente del Popular después de que la gestión de este último al frente de la entidad dividiera al Consejo de Administración entre partidarios y detractores.

La "guerra" vivida en el máximo órgano de gestión del banco se saldó finalmente con la "victoria" de aquellos que pedían la salida de Ron, entre ellos, la familia del magnate mexicano Antonio del Valle, que es titular del 4,25 % del capital de la entidad.

Con la llegada de Saracho al Popular se abren muchas incógnitas, entre ellas, cuál será el futuro próximo del consejero delegado, el recién llegado Pedro Larena -nombrado en julio-, o quién será nombrado vicepresidente, un cargo de nueva creación.

También es una gran incógnita si el nuevo presidente tiene entre sus planes mantener al Popular en solitario o prepararlo para una posible integración con otra entidad, pues muchos en el sector destacan que Saracho es un experto en fusiones y adquisiciones.

Tampoco se sabe si finalmente, Saracho tiene previsto concluir el plan de saneamiento por el que apuesta Ron, con el que preveía desprenderse de 15.000 millones en activos improductivos antes de 2018, ayudado por la creación de su propio "banco malo", el denominado proyecto Sunrise.

Pero estos no serán los únicos retos a los que se enfrentará el banco, ya que debe seguir centrado en su negocio y la rentabilidad, dos grandes objetivos tras un ajuste de personal de 2.600 empleados, y sobre todo, en recuperar la reputación y la confianza entre clientes e inversores.

El Popular ha sido en 2016 el valor más castigado en toda la Bolsa española, al dejarse más del 60 %, por debajo del euro por título y con una capitalización de apenas 3.800 millones de euros.

Los inversores bajistas, los que apuestan por la caída de una acción, también han contribuido al desplome bursátil del Popular, ya que al cierre del año las posiciones cortas en manos de los fondos de inversión libre o "hedge funds" llegaban al 9,1 % del capital de la entidad.