La canciller alemana, Angela Merkel, y su coalición conservadora-liberal ha decidido apostar definitivamente por el apagón nuclear y las energías renovables para tratar de contrarrestar su pérdida de credibilidad, evitar nuevos desastres electorales y frenar el apabullante ascenso de Los Verdes.

Los medios y analistas alemanes hablan desde hace semanas de "El apagón del apagón del apagón" para calificar la iniciativa del gobierno de Merkel, que supone retractarse de la ley aprobada el pasado otoño para prolongar la vida de las centrales atómicas hasta mediados de la década de 2030.

Con la decisión anunciada hoy, Merkel y su equipo no sólo corrigen esa decisión, que se convirtió en políticamente nefasta tras la catástrofe de Fukushima, sino que vuelven a los plazos establecidos por ley en el año 2000 por la coalición socialdemócrata-verde de Gehard Schröder, que fijó entonces el fin de la era nuclear en 2021.

Cristianodemócratas (CDU), socialcristianos bávaros (CSU) y liberales (FDP) impusieron su mayoría en el Bundestag para prolongar casi tres lustros la vida de las plantas atómicas y se saltaron a la torera la aprobación por el Bundesrat (cámara alta), dominado por la oposición, que denunció ante el Tribunal Constitucional la maniobra.

Ahora Merkel y su equipo buscan desesperadamente el consenso con la oposición, a cuyos líderes incluso invitaron anoche a la Cancillería Federal a participar en el debate sobre el fin de la era nuclear para que la nueva ley energética cuente con el mayor respaldo posible en el parlamento germano.

Desde su triunfo en las elecciones legislativas de septiembre de 2009, la coalición de Merkel ha ido perdiendo crédito popular de forma progresiva, sobre todo sus socios liberales, y la reacción apresurada de dictar una moratoria nuclear tras la catástrofe de Fukushima y clausurar provisionalmente las ocho plantas atómicas más obsoletas fue recibida con escepticismo general por los alemanes.

Escarmentados en las urnas en los cinco comicios regionales celebrados en lo que va de año, con resultados dramáticos para la coalición conservadora-liberal en Baden-Württemberg, Hamburgo y Bremen, Merkel y su equipo parecen haber decidido que si no pueden con el enemigo, lo mejor es unirse a él, por lo menos en materia nuclear.

La coalición de gobierno alemana ha constatado en los últimos meses que la catástrofe en Japón no solo ha resucitado al apagado movimiento antinuclear alemán, sino que ha dado alas a la oposición, especialmente a Los Verdes, que han alcanzado cotas récord de popularidad y éxitos electorales impensables hace unos meses.

Las alarmas en la coalición se volvieron estridentes para Merkel y su CDU tras la dolorosa pérdida del poder, tras casi 60 años de gobierno ininterrumpido, en el rico estado de Baden-Württemberg, cuna de la industria automovilística alemana.

Desde este mes no sólo manda en Stuttgart una alianza de verdes y socialdemócratas, sino que el jefe de gobierno de ese Land al suroeste del país es por primera vez en la historia de Alemania un político ecopacifista, Winfried Kretschmann.

Anteriormente la CDU de Merkel había cedido el poder tras diez años de gobierno en Hamburgo a los socialdemócratas, que lograron una abrumadora mayoría absoluta, y recientemente se vio relegada en Bremen en otro hito histórico a tercera fuerza parlamentaria, superada incluso por Los Verdes.

Los sondeos demoscópicos indican pese a todo que el giro en materia de política energética del gobierno germano no traerá consigo una rápida recuperación de la popularidad y, sobre todo, de credibilidad a Merkel y su equipo, para los que auguran un nuevo desastre en los comicios de setiembre en la ciudad-estado de Berlín.