El fracaso de China en la aplicación de políticas antitabaco, tras prometer a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que en 2011 prohibiría fumar en lugares públicos, se debe a la presión de la industria tabacalera local, que domina las decisiones al respecto.

Así lo denuncia un informe de expertos chinos y extranjeros que, bajo el título "Control del tabaco y futuro de China", se ha publicado en la víspera de que finalice el plazo para imponer esta prohibición, prometida por Pekín tras firmar en 2003 el Convenio Marco de la OMS.

Según el informe, del que se hicieron eco hoy medios oficiales como la agencia Xinhua o el diario "China Daily", la industria tabacalera del país, el mayor productor mundial de cigarrillos, interfiere en las políticas de control del consumo de tabaco, al participar en el panel gubernamental que las dicta.

En China hay miles de marcas de tabaco, pero todas ellas están controladas por el Gobierno a través de un órgano regulador, el Monopolio Estatal del Tabaco, cuyos máximos responsables son además los gestores de China Tobacco Corporation, la mayor productora mundial.

El estudio recuerda que 1,2 millones de personas mueren en China por enfermedades relacionadas con el tabaquismo cada año, y la cifra puede aumentar a 3,5 millones en 2030 si no se hace nada por evitarlo.

China fabrica un 42 por ciento del tabaco del mundo y sus 350 millones de fumadores (más de la cuarta parte de la población) consumen 2,2 billones de cigarrillos al año, un tercio del total mundial, afectando además a unos 540 millones de fumadores pasivos (de los que 180 millones son menores de edad).

La industria del tabaco da trabajo a 20 millones de personas en el gigante asiático, y genera ingresos fiscales de más de 50.000 millones de euros al año, un 7 por ciento del total recolectado por el Estado.

Pero la OMS y expertos médicos advierten a Pekín de que los gastos de tratamiento de enfermedades y otros problemas derivados del consumo de cigarrillos pueden incluso triplicar esos ingresos, por lo que a la larga a Pekín le puede salir cara su manga ancha frente al tabaco.