OBSERVADO a balón pasado el estallido de la burbuja inmobiliaria, hay que reconocer que era algo cantado de antemano y a lo que la crisis financiera desatada inicialmente en EEUU no hizo más que clavar la puntilla letal. Hubiera explotado igualmente sin los efectos de semejante avaricia no regulada de los especuladores financieros allende los mares. A nivel local, por muchas otras razones, no se podía mantener el ritmo creciente que vivieron las Islas hasta 2008. El globo se hincha hasta que explota. Canarias, apoyada en este recurso, aumentó entre los años 2000 y 2006 a un ritmo de un 3,1% anual el número de trabajadores, pasando de 679.154 empleados a 815.885. Las Islas incrementaron la cifra de viviendas en casi un quinto (18,6%). En el año 2001 había 855.022 viviendas, y en 2007, 1.014.888; la población residente aumentó en cerca de 400.000 habitantes en la última década. Las cifras oficiales del padrón municipal al cierre del año 2009 dejaban al Archipiélago con una población total de 2.103.992 habitantes, mientras que en el año 2000 había 1.716.276 residentes. Sólo en Tenerife se llega a los 899.833 habitantes. La especulación sobre lo que rodeaba al mundo inmobiliario fue mayúscula; los ahorradores preferían comprar pisos; los bancos financiaban porcentajes por encima del 120% de las boyantes tasaciones; las presiones sobre los ayuntamientos incitaban, con su componente de corrupción adosado, a los aumentos de calificaciones urbanas y los terrenos se cotizaban a precio de oro en un modelo bicéfalo de "construcción versus turismo". Habíamos perdido cualquier miedo, se promocionaba en la costa y en la montaña; las plusvalías obtenidas en compras y ventas podían llegar a cifras de escándalo; el "agosto" de los intermediarios azuzaba continuamente la picaresca y el crecimiento exponencial del mercado, con muchas inversiones a corto plazo que se nutrían de montantes dedicados (con el fundamento del clima) a segundas o terceras residencias de los habitantes del Norte.

Sin la crisis financiera mundial, el fenómeno explosivo, si acaso mitigado en parte, sin duda se hubiera producido con similares consecuencias. El modelo de Florida o California, en EEUU, chocaba entre otras razones con el precio disparado de la escasez de suelo. Desde 2008, e incluso antes, en que empiezan a saltar las noticias de las quiebras a nivel planetario con el riesgo sistémico en efecto dominó, el estancamiento de ventas inmobiliarias ya parecía anunciar el inmediato colapso; la suerte estaba echada aun sin la mordida cada vez mayor iniciada en Wall Street. La reducción de la porción estratégica que ocupaba el sector de la construcción, "el hueco", no ha podido ser sustituida y es la que ha determinado que, junto a las grandes cifras tocadas por la recesión planetaria, el desempleo crezca y crezca sin parar hasta cifras difícilmente homologables con el exterior.

Hoy que las promociones de superficies han disminuido a niveles de hace 10 años, que el sector que sobrevive lo hace a base de financiar cuando trabaja para ella a la administración y cuando la depresión del ladrillo ha disparado los plazos de pago de las empresas dedicadas a la edificación tanto residencial como pública o civil, nos encontramos con que los últimos datos completos disponibles en el Registro Mercantil -los de 2008- arrojan el reflejo de una complicada realidad: las empresas de la construcción abonan las facturas a los proveedores (cementos, hierros, aluminios, carpintería...) en un plazo no menor a 153 días y hasta mayor a 200 días, según recopilaciones PMcM analizando el 100% de los balances del Registro.

En el estudio para Canarias se llega a la conclusión de que la promoción inmobiliaria no podrá recuperar las constantes vitales; hay un "stop" en cobertura financiera y dado que las entidades de crédito actualmente se han convertido en significados competidores, aun menos. Los promotores y el Gobierno han tratado de calentar la hoguera de las ventas en base a las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), que constató un ascenso del 18,7% en las ventas de pisos. La patronal afirmó que, ahora sí, muchos de sus socios han asumido que no les queda otra que vender pisos a un precio menor del coste de construirlos. Lo están haciendo.

Tanto la patronal de las empresas, APCE, como el Ministerio de Vivienda proclamaron que el actual es un gran momento para comprar viviendas. La ministra Beatriz Corredor llegó, incluso, a decir que 2010 es "uno de los mejores años" para lanzarse a adquirir una vivienda, "si se encuentra una casa adecuada a las necesidades del comprador y con un precio razonable". Y el G-14, lobby que aglutina a las principales compañías del sector, advirtió de que la temporada de rebajas en el ladrillo está llegando a su fin. No en vano, la caída de precios fue de sólo el 5,3% anual en marzo, según la empresa de tasación TINSA.

Pero otros analistas mantienen lo contrario: que todavía hay amplio margen para nuevas caídas. Con una estimación de un millón de viviendas sin vender, con capitales implicados en 325.000 millones de euros, los fondos, las entidades financieras y las grandes inmobiliarias han aterrizado de lleno en la puja a la baja para convertir stocks. No puede ser y no cuadra que, según estos expertos, la hipoteca media caiga un 15% y los precios bajen tan poco como se anuncia, a la vez que se vende un 19% más.

Sea como sea, Canarias en parcial consecuencia, se ha atascado poblacionalmente. Registró por primera vez, entre los meses de octubre y noviembre de 2009, un descenso de la población, pasando de los 2.089.691 a los 2.086.677, un total de 3.013 habitantes menos, según las últimas estimaciones poblacionales publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Según las mismas estimaciones, la cifra poblacional volvió a subir unas décimas en diciembre, a 2.087.579.

Aunque el resto de sectores (turismo, agricultura...) vayan recuperando actividad y pulso, cosa muy discutible todavía, la mella producida por la construcción tiene que enmendarse con un nuevo implante inmediato. En caso contrario, no hablemos de modular crecimientos poblacionales cuando el estancamiento o incluso el decrecimiento puede ser el escenario probable.