Fue un refuerzo inesperado porque muchos pensaban que el puesto estaba bien cubierto con Alberto, al que Joseba Etxeberria contaba como mediocentro. A su lado, un recuperado Aitor Sanz debía ser alternativa al indiscutible Luis Milla y hasta Bryan Acosta podría retrasar su posición más habitual con el técnico vasco para jugar en el doble pivote. Cuando el Tenerife anunció, por sorpresa, la llegada de Iker Undabarrena, resultó natural pensar en la influencia del que iba a ser su entrenador.

Sin embargo, los ojeadores blanquiazules ya se habían fijado en el canterano del Athletic de Bilbao antes de su lesión. Precisamente fue la puesta a punto de su rodilla la que retrasó su adaptación al equipo insular. Se le vieron maneras en pretemporada, pero le costaba aguantar el ritmo infernal que imponía tanto la presión alta como las transiciones ordenadas por Etxeberria. Por eso, empezó como suplente.

Su primera presencia como titular llegó en el partido contra el Reus. La derrota (0-1) provocó el cambio de entrenador, algo que ha terminado beneficiando a Undabarrena. José Luis Oltra contó con él nada más llegar, aunque lo juntó con Milla y Bryan Acosta en un "trivote" que deshizo en Mallorca. La desastrosa visita a Son Moix (4-1) es la última ocasión en la que el vasco no saltó al terreno de juego.

Desde entonces lo ha jugado prácticamente todo (los 90 minutos en cuatro de las seis jornadas consecutivas en las que ha formado parte del once). Además, su aportación ha crecido en la salida de balón. Undabarrena, puro criterio, se ha esforzado en aliviar con sus ayudas a cada compañero que puede y ha complementado a la perfección a Milla. Su figura, con Bryan Acosta en otras funciones, se ha agigantado. En Pamplona fue de los pocos que escapó de la quema. Y hasta se atrevió a dar un pase de gol. A estas alturas, nadie duda de su condición de titular. Iker ha ganado la partida.