Los resultados precipitan la salida del club de Alfonso Serrano, que deja en noviembre la gestión de su quinta temporada consecutiva en el Tenerife. Serrano y el Tenerife ya habían acordado que iban a separarse en febrero de 2019, una vez hubiese cerrado el mercado de fichajes de enero. Las cosas han salido peor de lo esperado. Los resultados y la inopinada marcha de Rodri han acelerado el final de esta relación (con Concepción), siempre cuestionada por el entorno, pero con apariencia de sólida hasta hace bien poco.

Estamos ante una anomalía más en una temporada marcada por situaciones traumáticas. La primera fue la destitución de Joseba Etxeberria en la quinta jornada de la competición liguera, con el agravante de que se produjo solo tres meses después de su renovación; la segunda, esta rescisión de contrato que fractura la estructura deportiva de la entidad de manera extemporánea. Es cierto que Serrano no estaba por la labor de continuar la próxima temporada, que había sucumbido a la presión del entorno y que, en el fondo, esta salida puede suponer para él una liberación personal, pero en medio de esta crisis que tiene al equipo con puntuación de descenso, la ruptura no deja de ser una cortina de humo. No hay posible relación causa-efecto entre la rescisión de Alfonso y un cambio en la trayectoria deportiva del Tenerife. Con la vista puesta en enero, el club no tiene dinero para fichar, porque agotó su límite salarial en verano. Recortada su capacidad de maniobra, nadie que venga ahora a ocupar la dirección deportiva puede garantizar resultados. La ruptura con Serrano parece una huida hacia delante, que sirve de paso para responder a la presión del entorno.

En clave de sustituto, el club descarta la posible promoción de cualquiera de los profesionales que integran la comisión deportiva, que son Sesé Rivero, Toño Hernández y Ricardo León. Todos ellos siguen en sus puestos, pero no hay intención de que suplan a Serrano como máximo responsable, ni siquiera de forma colegiada. El Tenerife se ha puesto manos a la obra en la tarea de sustituir a Alfonso, en realidad ya lo estaba, pero con parámetros diferentes, porque el sustituto del vallisoletano iba a incorporarse en febrero para dirigir sus pasos a la planificación de la próxima temporada. Ahora llegará con la apremiante necesidad de poner en marcha una reestructuración de la plantilla, habida cuenta de que para incorporar jugadores tiene que darle salida a otros.

El Tenerife aspira a encomendarle esta tarea a un profesional contrastado, con una hoja de servicios en la que figuren objetivos cumplidos. El castin está en marcha y no parece que el nuevo inquilino de la dirección deportiva vaya a ser canario. Se busca a un hombre experto, que haya conseguido el éxito en proyectos anteriores.

Serrano se marcha con una larga relación de incorporaciones en los cinco proyectos de su segunda etapa en el club. Fichó -en propiedad o cedidos- 56 jugadores y eligió a cinco entrenadores, a cuatro de ellos con la temporada en marcha. Su gestión, salpicada de grandes nombres y algunos desengaños, pudo haber culminado con el ascenso de Getafe, pero queda la sensación de que no consiguió nunca rematar un proyecto a la medida de lo que exige este club. Fue mejor fichando jugadores que haciendo equipos. De hecho, el Tenerife sigue sin identidad.