Un equipo que se precie debe tener una idea de juego de la que nace su estilo. El Tenerife apostó esta temporada por llegar al objetivo (el "play off"), a partir de la idea de Etxeberria, que consistía en ser directo en el juego, vertical en las transiciones y muy agresivo en la presión alta, cerca del área rival. En el quinto partido de Liga el club dio un giro peligroso. Apostó por darle una vuelta completa al proyecto. Oltra trajo su propuesta, aquella en la que cree y que se parece muy poco a la anterior. Al entrenador valenciano le gusta que su equipo mande en el partido a base de tener el balón.

El cambio, que en realidad es un giro de 180 grados, lleva camino de cuajar superando no pocas adversidades. Hubiera sido más sencillo a la inversa, porque este modelo de Oltra requiere un estado de confianza de los jugadores del que ha carecido la plantilla hasta ahora. Parece más sencillo pasar de Oltra a Etxeberria, porque en el terreno de lo físico la confianza juega un papel menos influyente. Sin embargo, Oltra ha insistido en su obra: encaje de bolillos en medio de la tormenta, con un ambiente raro en el entorno, bajo la presión de los resultados y en un proceso de búsqueda de sus elementos más adecuados dentro de una plantilla hecha por otro entrenador y diseñada para otro tipo de desempeños.

El triunfo del sábado, al margen de la sustancia en la clasificación, es alimento para este equipo en otro plano, la seguridad. Es un éxito especial, porque ese 3-2 logrado remontando fue el resultado de un desempeño que ya está enmarcado en la nueva idea. El Tenerife ganó jugando, juntando en el campo a futbolistas técnicos, de buen pie, que miran a la portería rival con la pelota. Entrando más en detalles, hay una sustitución en la segunda parte que refleja el nuevo espíritu combinativo de este equipo. Fue la entrada en juego de Malbasic. En lugar de prescindir de uno de los dos volantes creativos (Undabarrena o Milla), más tendentes al desequilibrio, algo que hubiera aconsejado un principio de prudencia tal vez mayoritario entre los entrenadores, Oltra quitó del campo a Bryan Acosta, el jugador que más equilibrio podía aportar por su capacidad para destruir juego y mantuvo al futbolista (Íker) que le iba a permitir dominar más, perder el balón menos, asociarse mejor con Luis Milla y favorecer la continuidad en el ataque... Lo que consiguió fue empujar hacia atrás a un Alcorcón que ya no tuvo el balón para contragolpear.

Es obvio que no siempre se podrá apostar por juntar en el campo a seis peloteros, pero los jugadores que protagonizaron la remontada han salido del estado de atonía en el que estaban. Ahora hay una idea de juego que los une.