Los abucheos a Sergios Ramos, las cientos de banderitas de los ''Tres Leones'' moviéndose al compás y las trompetas y tambores ingleses quedaron en nada cuando Luis Enrique, en su estreno como seleccionador, vistió de España todo Wembley.

Ataviado con un sencillo jersey, con sus manos inquietas constantemente fuera de los bolsillos para dar órdenes, y casi sin tiempo para beber agua, entre jaleo y jaleo, Luis Enrique disfrutó en el templo inglés del nacimiento de su idea.

Ese concepto en el que reina el toque productivo, en el que gobierna el desborde y en el que no sobra la estrategia. El estilo le dio el primer gol a España, tras una combinación entre Carvajal, Rodrigo y Saúl, la pizarra permitió que la Selección se fuera con ventaja al descanso.

Los cambios que el asturiano puso sobre el tapete surtieron efecto y la fluidez del combinado lo agradeció. Marcos Alonso se encontró cómodo como cuando cabalga en Stamford Bridge, Rodrigo Moreno y Iago Aspas aparentaron llevar jugando juntos toda la vida y Thiago y Saúl se adueñaron del centro del campo.

Es una España diferente, que saca amarillas a los contrarios -hasta tres recibieron los ingleses-, y que sabe que tiene los jugadores y la técnica para llevar el peso del partido.

Porque aunque Andrés Iniesta ya no baile entre los jugadores rivales, su testigo lo ha cogido un juego colectivo en el que la presión a la salida de balón es santo y seña y la verticalidad un mandamiento.

La calma en la tempestad española la aplicaba Isco, más desaparecido que de costumbre, pero con las ideas claras de controlar y tocar al compañero.

Su ayudas en defensa, vitales para frenar a los laterales ingleses, se convirtieron en una piedra angular para aguantar el resultado y permitir que Alonso dispusiera de más libertad y recorrido por la banda.

Porque cuando Inglaterra, necesitada del gol, embotelló a España, la Roja entendió a la perfección el momento de partido y sirvió para que también David de Gea dejara atrás la pesadilla de Rusia.

Una manopla espectacular en el primer tiempo, a un cabezazo de Rashford, y un disparo a bocajarro, sacado cual portero de fútbol sala, al mismo protagonista en la segunda parte, devolvieron la confianza al del Manchester United y dieron la razón a Luis Enrique.

Afirmó en la previa no tener dudas de la portería ni del once inicial y lo demostró durante el partido, no hubo dudas ni vestigios del pasado. Nació una nueva España y su padre es Luis Enrique.