El pasado treinta y uno de mayo el técnico francés Zinedine Zidane anunciaba de manera sorpresiva su adiós al banquillo del Real Madrid poco después de conquistar la Liga de Campeones en Kiev.

Muchas fueron las frases que quedaron para el recuerdo en la que fue su última conferencia de prensa como entrenador blanco. Entre ellas no pasó desapercibida una confesión: "Mi peor momento en el banquillo fue perder contra el Leganés la vuelta de Copa en el Bernabéu. Me quedé muy tocado".

Incluso con la tranquilidad que daba el haber logrado la máxima competición continental por decimotercera vez y poseer un currículum brillante, Zidane no pudo evitar pasar por alto un resultado adverso cosechado meses antes pero que aún le perseguía por la manera en la que se produjo y por todo lo que llevó aparejado.

De hecho basta repasar las declaraciones del capitán Sergio Ramos en zona mixta tras ese tropiezo para comprender la magnitud del mismo: "Hoy es un día jodido no solo para Zizou y para los jugadores, que lo hemos vivido desde el terreno de juego, sino también para el aficionado".

"Lo entendemos porque el fútbol es un estado de ánimo y depende mucho que tu equipo gane o no para seguir enfocando el estado anímico de la semana de cada uno. Entendemos que la gente esté tocada, dolida y decepcionada con el Madrid, con sus jugadores y con su entrenador", comentó entonces.

El rival de aquella noche vuelve una vez más al escenario donde firmó uno de los capítulos más memorables de su historia, remontando un cruce adverso y logrando el pase a las semifinales del torneo copero por primera vez en su historia. Ahora, sin embargo, el contexto es diferente.

La tercera jornada de LaLiga Santander parece el escenario ideal para espantar las reminiscencias de uno de los momentos más delicados del pasado curso. Si bien es cierto que los madridistas ya sellaron su venganza semanas después en otro partido liguero como locales no lo es menos que aún se recuerda el traspié.

Con las aspiraciones ligueras cercenadas, aquel partido del veinticuatro de enero se antojaba como trámite en la lucha por un título estimulante. Ayudaba a ello el triunfo por 0-1 en la ida gracias a un tanto en la agonía de Asensio después de un duelo poco vistoso en el que los menos habituales tuvieron protagonismo en Butarque. Sin embargo lo que experimentaron los anfitriones días más tarde fue algo propio de una película de terror.

Avisó primero el Leganés con un golpeo de falta de Beauvue que se estrelló contra el palo y castigó poco después por medio de un golpeo desde la frontal de Eraso que se coló por la escuadra de la portería defendida por Casilla.

Reaccionaron los locales tras el descanso por medio de Benzema pero finalmente un cabezazo del brasileño Gabriel Pires a la salida de un córner trajo de nuevo el pánico. El resto fueron intentos infructuosos de los de Zidane, que se encontraron con un soberbio Nereo Champagne como arquero.

La frustración por ese resultado adverso se prolongó varias semanas pero ante la debilidad demostraron los blancos fortaleza, centrándose en ganar de nuevo la Liga de Campeones. Conseguido el ambicioso objetivo, las dudas se difuminaron y volvió la alegría. Pero hay fantasmas cuyo rastro no es sencillo de borrar.