Los XVIII Juegos Mediterráneos pusieron el punto y final este domingo, después de diez días en los que algunos fallos de protocolo, los problemas técnicos de la pista de baloncesto, un huelga de árbitros, un atropello e incluso la presunta agresión sexual de un atleta ganaron protagonismo a la competición.

Los problemas organizativos se evidenciaron ya desde la ceremonia inaugural, cuando no aparecieron los autobuses que debían trasladar a la prensa hasta el Nou Estadi de Tarragona.

Y es que los vehículos de la organización fueron escasos y poco fiables por impuntuales, así que lo mejor fue recurrir al transporte privado para recorrer las dieciséis sedes, uno de los puntos fuertes y también más débiles de los Juegos.

Las catorce sedes de la provincia de Tarragona -las otras dos eran Barcelona y Castelldefels- estaban conectadas a menos de veinte minutos en coche, un lujo en lo que a la movilidad se refiere.

Sin embargo, esa descentralización de los deportes minó el ambiente que se respiró en Tarragona 2018 y nunca dio la sensación de que la ciudad estuviera realmente viviendo un evento de esta magnitud.

La organización de los Juegos apostó por construir una Anilla Mediterránea en un precioso entorno natural donde estaba ubicado el Centro Acuático, que albergó la natación y el waterpolo, el Estadio de Atletismo y el nuevo Palacio de Deportes, donde se disputó la competición de balonmano.

Una espacio de libre acceso que contaba con zonas de ocio y restauración, pero que estaba ubicada a las afueras de la capital. La realidad es que casi siempre estuvo vacía. Porque los turistas preferían las zonas de playa como Salou o Cambrils y los tarraconenses, acudir a las competiciones que se disputaban en el centro de la ciudad.

Por eso no es de extrañar que, por ejemplo, la final de un deporte como el voleibol congregara cerca de 3.000 espectadores en el céntrico Tarraco Arena Plaza, más que ningún otro evento de Tarragona 2018.

El ambiente deportivo fue escaso en los primeros días. Las gradas estuvieron prácticamente vacías en casi todas la fases clasificatorias y no fue extraño ver a algún responsable de la organización ordenar a los voluntarios que abrieran las puertas de las instalaciones e invitaran al público a acceder libremente.

Con el paso de los días, la emoción de las competiciones fue congregando a más público. Las finales de natación, waterpolo, atletismo, fútbol, balonmano y voleibol registraron buenas entradas y un excelente ambiente. También las competiciones de gimnasia y los deportes de contacto, que se disputaban en pequeños pabellones y que contaron con amplias delegaciones de los países participantes.

En la lucha, los árbitros se pusieron en huelga la jornada del martes porque no habían cobrado las dietas acordadas con sus respectivos comités olímpicos. La competición arrancó a medio gas hasta que se llegó a un acuerdo con los jueces y se pudo restablecer el programa de la jornada.

Los retrasos también se produjeron en el baloncesto 3x3. Al día siguiente al incidente de la lucha, la cancha construida en el Auditorio Camp de Mart se rompió y la competición se suspendió durante un día para poder sustituir la tarima defectuosa.

Tampoco funcionó el protocolo en alguna ocasión, como en una final de natación en la que nadie se presentó a entregar las medallas y la mismísima Mireia Belmonte, que había sido plata en la prueba, tuvo que hacer de maestra de ceremonias y premiar a sus compañeras.

O cuando por un fallo en la megafonía, durante la entrega de medallas de la final de bádminton, la pareja francesa ganadora tuvo que cantar La Marsella a capela.

Pero si lo peor de los Juegos fue el presupuesto austero, los problemas organizativos y los errores de protocolo, lo mejor fue, sin duda, el papel de los voluntarios. Eran muchos (2.850), estaban en todos sitios y se mostraban siempre eficientes y solícitos.

Fuera del ámbito de la competición, los sobresaltos también se iban sucediendo para Tarragona 2018. Durante la noche del lunes un niño fue atropellado en Salou por un trabajador de una empresa de servicios de los Juegos que dio positivo en el control de alcoholemia.

También en Salou, una joven británica denunció haber sido víctima de abusos sexuales la madrugada del miércoles por parte de un atleta turco que participaba en el evento y, después de que el deportista fuera detenido, retiró la denuncia.

Pero no todas las noticias de estos Juegos Mediterráneos salieron en la sección de sucesos. Una de las árbitras que dirigió el partido por el bronce del balonmano femenino entre Eslovenia y Macedonia fue sorprendida en la pista a la conclusión del partido por su novio, quien le pidió públicamente matrimonio. Y es que no hay naufragio que no supere el amor.