El VAR ha dejado atrás una época en la que los arbitrajes marcaban las grandes competiciones. Será difícil observar errores groseros que cambien el destino de un Mundial después de Rusia 2018. Ahora que España, con pésimos números ante el país organizador de las fases finales, se enfrenta a Rusia es buen momento para repasar los "favores" recibidos a lo largo de la historia como "gesto" al organizador.

"Quizás no me ha comprendido bien. No sé cómo se hará, pero Italia debe ganar este campeonato. Es una orden", espetó Benito Mussolini al presidente de la federación Giorgio Vaccaro antes del Mundial que acogió su país en 1934. Para ello, no dudó en conceder nacionalizaciones a discreción. Con la azzurra jugaron los argentinos Monti, Guaita, Demaría y Orsi, además del brasileño Guarisi. Ninguno llevaba tres años nacionalizado, pero la FIFA pasó por alto el asunto.

Fue el primer caso y lo sufrió precisamente España. Se enfrentaba a Italia en cuartos y empató a uno después de que el árbitro belga Louis Baert fuera extremadamente permisivo con el juego duro de los locales. Tanto que en aquel encuentro, disputado en Florencia, resultaron lesionados Zamora, Ciriaco, Fede, Lafuente, Irarragorri, Gorostiza y Lángara. El desempate se celebró 24 horas después y pitó el suizo René Mercet, que permitió otra carnicería. Esta vez lo sufrieron Quincoces, Bosch, Chacho y Regueiro. Además, anuló dos goles legales a España y obvió una descarada falta previa al portero Juan Nogués en el decisivo tanto de Meazza (1-0).

El combinado italiano continuó su camino superando a Austria en semifinales con un gol en fuera de juego de Guaita (1-0). El asistente era Baert, árbitro del primer Italia-España. A Mussolini le había gustado tanto que le "escogió" también para la final. Antes de la misma, el Duce se dirigió a sus futbolistas: "Buena suerte, pero ganen. Si no, crash (el sonido de la guillotina al caer)". Al descanso, con 0-0, se dirigió al seleccionador Vittorio Pozzo: "Que Dios lo ayude si pierde". Italia, estaba escrito, ganó el título.

Eran tiempos duros en el mundo. Ya en el primer Mundial, el de Uruguay 1930, el argentino Luis Monti había recibido una amenaza de muerte antes de la final que ganó el anfitrión, claro. En el posterior de 1938, que ganó de nuevo Italia, el portero húngaro Szabo iba a declarar: "Perdí una final, pero salvé once vidas (en alusión a los jugadores transalpinos). La cosa no iba a cambiar en exceso después de la Segunda Guerra Mundial. Bien es cierto que no siempre el organizador resultó beneficiado, como atestigua el "Maracanazo" de Brasil''1950, pero sí tuvo un trato benévolo a menudo.

En Suecia''1958 se utilizaron otras "armas". El anfitrión se plantó en la final después de derrotar a la potente RFA, vigente campeona entonces, gracias al apoyo de 52.000 enfervorizados hinchas. El estadio Ullevi fue una olla a presión, en parte gracias a los animadores equipados con megáfonos que había permitido entrar la FIFA. A media hora del final, un rifirrafe entre Hamrin y Juskowiak fue resuelto con la expulsión del alemán. Camino allanado. Eso sí, Suecia ya no podría con Pelé y los suyos en la final.

En Chile''1962 volvió la propaganda para encender un partido. Esta vez fue un Chile-Italia de la primera fase. Una información del periodista Corrado Pizzinelli para Il resto del Carlino en la que criticaba la concesión del Mundial al país andino y hacía una radiografía de su subdesarrollo conmocionó a Chile. Fue difundida días antes del duelo. Público y equipo salieron hipermotivados. Luego ayudó el colegiado Aston, que expulsó a dos italianos en la primera parte. Cuatro años más tarde lo sufrió la RFA en la final de Inglaterra''1966 con el gol fantasma concedido en la prórroga a Hurst, ya detallado en este diario.

En 1978 no iba a ser un árbitro, sino un país el que "ensuciara" la Copa del Mundo. Concedida por la FIFA a Argentina, se topó con un golpe militar dos años antes y la decisión tomada. Con una seguridad asfixiante, aquella cita mundialista también estaba destinada a que el anfitrión llegara lejos. En la última jornada de la segunda fase, la organización ubicó el Brasil-Polonia antes para que Argentina supiera la diferencia de goles que necesitaba ante Perú para estar en la final: seis. Quiroga, rosarino nacionalizado peruano, fue el portero. "De los que habrán agarrado la guita (dinero) varios murieron", admitió en 1998. Las sospechas siempre existieron. Se habló de un contubernio entre dictadores (Videla y Morales Bermúdez) en el que el segundo habría aceptado el 6-0 a cambio de 50 millones de dólares, 14.000 toneladas de trigo e intercambio de presos políticos.

Los arbitrajes, con excepciones como la escandalosa actuación de Lamo Castillo en el Brasil-URSS de España''1982, en el que anuló un gol legal a Shengelia y obvió dos penaltis claros en el área canarihna, perdieron protagonismo hasta el escándalo de Japón y Corea''2002. Byron Moreno, colegiado ecuatoriano del Corea-Italia, sería sancionado más tarde y hasta detenido en Estados Unidos por un asunto de narcotráfico. Pero antes le dio tiempo a anular un gol legal a los transalpinos, pitar un penalti que no era a favor de Corea y expulsar injustamente a Totti. España no entendió el aviso y naufragó en cuartos cuando el egipcio Al Ghandour le anuló dos goles legales (Helguera y Morientes) ante Corea. Las dos designaciones arbitrales las realizó el entonces vicepresidente de la FIFA, Jack Wagner, acusado de corrupción por la elección de sedes de 2018 y 2022.