La celebración más famosa del Mundial de Rusia 2018 hasta el momento tiene a dos protagonistas: Granit Xhaka y Xherdan Shaqiri. Los jugadores suizos, pero de origen albanokosovar, cruzaron sus manos para simular el águila bicéfala de la bandera de Albania. El gesto, tan reivindicativo como provocador, ha sido sancionado por la FIFA. De momento, ambos jugadores pagarán 10.000 francos. ¿Pero qué hay detrás de ese gesto?

La familia Xhaka se vio obligada como muchas otras a trasladarse a Suiza, uno de los países que se mostraron solidarios en los años 90 a la hora de dar asilo a los balcánicos. El padre fue arrestado en 1986 en la entonces Yugoslavia después de manifestarse contra el gobierno. Después de tres años encerrado, Ragip no dudó en escapar del país cuando quedó en libertad. Curiosamente, los hermanos Taulant y Granit eligieron caminos distintos pese a crecer juntos en Basilea. El primero defendió a Albania en la Eurocopa''16 y el segundo se decantó por vestir los colores helvéticos. El ejemplo del primogénito lo siguieron otros nueve futbolistas que, pese a nacer o crecer en Suiza, eligieron el combinado albanés.

Cuando Xhaka marcó el empate ante Serbia no lo dudó a la hora de festejar el tanto con el águila bicéfala. "Es una victoria para la familia, para Suiza, Albania y Kosovo. El gesto fue para la gente que siempre me apoyó, no iba contra nuestros adversarios", dijo en un intento de apaciguar los ánimos. Mitrovic, el delantero serbio, le respondió airadamente en la zona de prensa: "Si tanto aman a su país, ¿por qué renunciaron a jugar con la selección de Kosovo?

Shaqiri, nacido en 1991 con el estallido del conflicto balcánico, también creció en Suiza huyendo de la guerra y decidió aceptar la llamada de la selección helvética. No obstante, juega con la bandera de Kosovo pintada en una de sus botas. "No tiene que ver con la política, es fútbol. Fue solo la emoción. Estoy muy feliz de haber metido este gol. Creo que no deberíamos hablar de esto ahora", expuso el autor del 2-1 definitivo al que se le ha vinculado con un Imán (Shefqet Krasniqi) acusado de colaborar con el terrorismo al reclutar en Kosovo yihadistas para el Estado Islámico.

Su seleccionador, el bosnio Vladimir Petkovic, no se mostró precisamente crítico con los suyos. "Está claro que las emociones acaban saliendo y es lo que ocurrió. Pero debemos alejarnos de la política y concentrarnos en este bonito deporte que une a la gente", señaló el técnico nacido en Sarajevo y que huyó también con su familia en la década de los 90 al país cuya selección ahora dirige. El preparador serbio Mladen Krstajic sí mezcló deporte y política: "No le daría una tarjeta roja ni amarilla. Lo enviaría a (la corte de) La Haya. Allí lo enjuiciarían como nos enjuiciaron a nosotros", dijo refiriéndose al árbitro en aparente referencia al juicio contra los líderes serbios por crímenes de lesa humanidad en la década de 1990.

Con jugadores de hasta 12 procedencias diferentes, un tercio de la selección suiza está formada por refugiados. Junto a Shaqiri y Xhaka están Behrami, Mehmedi, Seferovic, Gabranovic, Drmic o Dzemaili. Pero hay otros países. En Croacia están Modric (de Obracovac a un centro de refugiados en Zadar), Rakitic (nacido en Suiza), Corluka o Lovren (huyeron de la llamada República Srpska). Y en Bosnia, una selección ausente en este Mundial, hay refugiados que se fueron a Luxemburgo (Pjanic) o Alemania (Dzeko).