El día que debuta la selección inglesa en Rusia 2018, el Mundial del VAR, es el momento idóneo para recordar la fecha más importante en su historia: 30 de julio de 1966. En el estadio de Wembley se enfrentaban la Inglaterra de Bobby Charlton y la Alemania de Franz Beckenbauer en la final de la Copa del Mundo. La igualdad fue tal que el partido se fue a la prórroga después de que Haller adelantara a los germanos, igualara Hurst, Peters pusiera el 2-1 y Weber devolviera las tablas al marcador justo antes del final. Empate a dos y prórroga. Es entonces cuando, en el minuto 101 de partido, Alan Ball centra al área y Hurst suelta un potente disparo que se estrella en el larguero y bota sobre la línea. Los ingleses piden gol, los alemanes niegan con la mano y el árbitro decide consultar con su juez de línea antes de decidir.

Tofiq Bakhramov (1926-1993), nacido en Azerbayán, aseguró al suizo Dienst que el balón había entrado. Se consumaba así el gol fantasma más famoso de la historia. Inglaterra tuvo tiempo de hacer el 4-2, pero el único título mundial de los inventores del fútbol llegó gracias a esta polémica acción.

Años después, un estudio de la Universidad de Oxford desveló que el balón no había entrado por seis centímetros. En un programa de Sky, en cambio, se aseguraba que sí llegó a botar dentro. Era el primer Mundial televisado en color, pero entonces nadie se puso de acuerdo.

Lejos de las polémicas, Bakhramov se convirtió en toda una celebridad dentro de su país. Tanto que el estadio donde juega sus partidos la selección de Azerbayán lleva su nombre. Los alemanes, que luego ganaron la Copa del Mundo de 1974, 1990 y 2014, no han olvidado aquella afrenta. Y en 2006 el asunto llegó incluso a recrudecerse. Se inauguraba, en un Azerbayán-Inglaterra de clasificación para la Eurocopa, una estatua en memoria del ya fallecido Bakhramov y hasta allí fueron los presidentes de FIFA (Sepp Blatter) y UEFA (Michel Platini)... y Geoffrey Hurst. La presencia del autor del gol fantasma de 1966 provocó la ira germana.

El juez de línea más célebre de la historia llegó a reconocer tiempo después que le molestó verse en la tesitura de decidir en segundos: "No vi entrar la pelota, pero Dienst descargó sobre mi espalda toda la responsabilidad. ¿Qué podía hacer yo?". En otras declaraciones dudó sobre si el balón había entrado o no.

Incluso, sostienen algunos que, en su lecho de muerte, explicó con una palabra el motivo por el que había resuelto la duda en favor de los ingleses: "Stalingrado", habría dicho en recuerdo al asedio nazi sobre la ciudad soviética en la II Guerra Mundial. En medio de esa contienda, curiosamente, había nacido Hurst en los túneles de metro, el refugio ante los bombardeos alemanes. Tanto su madre como la de Moore, el capitán que levantó la Copa Jules Rimet, dieron a luz en esas penosas circunstancias.

La historia quiso que, en 2010, Lampard repitiera un remate como el de Hurst en un Inglaterra-Alemania del Mundial de Sudáfrica. Esta vez el balón entró, pero el árbitro no lo vio y el gol no subió al marcador. Muchos pensaron entonces en lo sucedido en Wembley en 1966. Hoy, 52 años más tarde, Bakhramov no hubiera conseguido tener una estatua porque ese error lo hubiera arreglado la tecnología de la línea de gol (GTS) o el recién estrenado videoarbitraje (VAR).