Díaz de Mera se erigió en el protagonista de un partido surrealista, algo que se veía venir desde los primeros minutos. Fue su actitud, déspota a la hora de dirigirse a los futbolistas, la que le condenó a encadenar errores. Por eso, amonestó a Carlos Ruiz mientras manaba sangre por su cara. Ni un ápice de empatía. Menos aún cuando señaló el ¿penalti? y le sacó la segunda. Un colegiado veterano se la hubiera ahorrado. No contento con desequilibrar el partido, el mismo avispado asistente que observó el ¿derribo? de Ruiz a Cucho no tuvo la misma capacidad para ver una mano de Melero en el área con 2-3.

Justificada la enorme trascendencia de la desastrosa actuación arbitral, hay que reconocer que el Tenerife también puso de su parte. Los jugadores, con una salida fría en la segunda parte impropia de lo que había en juego. El entrenador, con un cambio tan desacertado que le llevó a encajar dos goles y a deshacerlo un cuarto de hora después. Con todo, jugar el "playoff" es muy difícil. Cierto. Pero no imposible. Ganar en Vallecas, una hazaña viendo al Rayo, nos hará creer de nuevo. Y creer sigue siendo gratis.