"El viaje es muy largo", fue la advertencia que el entrenador de Carmen Toaquiza le hizo a esta atleta ecuatoriana de 22 años cuando ella, tras ganar en 2017 el Suramericano de cross en Santiago de Chile, se propuso pelear por el Panamericano disputado este 17 de febrero en San Salvador.

El técnico se refería no solo a la distancia, sino también a la exigente preparación. Pero gracias a la rabia, el amor y la lucha, y a pesar de la escasez de recursos y de apoyos, Toaquiza tiene ahora en sus manos, un año después, el título continental.

"Tuve que salir dos meses antes de la casa (...), tenía que viajar dos horas y mi pasaje era mucho. Tenía que invertir yo misma, ya no contaba con mucho dinero, y me tuve que quedar en la casa de mi entrenador, entrenando doble jornada" para el Panamericano, dijo Toaquiza en una entrevista con Efe.

La corredora vive en una zona de páramo junto al volcán Cotopaxi, en el centro de los Andes de Ecuador, montañas que han forjado su aptitud para el cross y que la han llevado a la cúspide en varias competiciones mundiales.

Romerillos, su pueblo natal, está en la zona de El Boliche, un extenso páramo lleno de pinos, eucaliptos y pajonales, también flanqueado por los nevados Iliniza. Lo habita gente sencilla, trabajadora y de un fuerte carácter, forjado bajo el frío del Cotopaxi, llamado "Taita" (padre, en quichua) por los campesinos de la zona.

"Terminé ya el colegio y estaba estudiando enfermería, pero no pude pagar los estudios y me tuve que retirar", explicó la atleta, que recuerda que ya desde su etapa colegial destacó como corredora de campo a través.

Eso lo advirtieron sus entrenadores, que también la motivaron para que incursionara en competiciones de medio fondo y fondo en pista, donde ha logrado igualmente triunfos. Sandra Ruales y Washington Lata, también atletas, vieron el talento de Toaquiza y por eso la apoyaron para que continuase en el deporte, pese a las dificultades económicas de su familia.

"Mi familia, en realidad, al principio me apoyaba. Luego de que estábamos un poco mal económicamente, ya no mucho me quisieron apoyar, ahí me tuve que retirar de los estudios por falta de dinero. Pero mis padres aun así me siguen animando", comentó quien ha cosechado sus frutos solo con su tesón.

Y es que ella es bicampeona bolivariana en 5.000 metros de campo a través, fue cuarta en los 10.000 y oro suramericano, triunfos conseguidos gracias a un titánico esfuerzo y casi sin ayuda del Estado o de la empresa privada.

El Suramericano de Chile en 2017 fue su primera gran cumbre, pues venció a las favoritas, las atletas peruanas. Al Panamericano de El Salvador llegó con cierto temor por la competencia de la corredoras estadounidenses, canadienses y mexicanas, pero asegura que su amor a la familia y al país la empujaron a conseguir la victoria.

La misión no fue fácil, pero Carmen Toaquiza llegaba impulsada, sin duda, por sus recorridos por El Boliche, donde los Andes se conjuraron para brindarle la mejor pista de pruebas y sacar de ella su mejor perfil.

Ahora se prepara en el circuito de entrenamiento Los Chasquis, de Quito, junto a una pléyade de deportistas ecuatorianos de la llamada elite del atletismo nacional.

Mientras apunta a la que llama su "gran meta", los Juegos Olímpicos de Tokio en 2020, prepara se participación en varias pruebas, quizás la primera de ellas el Mundial de medio maratón del 24 de marzo en Valencia (España), aunque no está convencida de llegar a tiempo debido a su recuperación del Panamericano y a su milimetrada agenda de entrenamientos.

Aunque destaca la importancia del deporte en su vida, la atleta señala que su objetivo prioritario es volver a estudiar.

Para ella, la pobreza, la falta de apoyo y las complicaciones de la vida (viaja diariamente unos 60 kilómetros entre Romerillos y Quito) son, más que obstáculos, desafíos por vencer, aunque, sin decirlo, reclama esa ayuda que siempre hace bien al deporte.

"El deporte es algo muy duro, pero es muy bonito estar aquí porque represento a Ecuador", apostilló.