El hispano-brasileño Diego Costa, último fichaje del Atlético de Madrid, afronta una temporada extraña, sin poder competir hasta enero por la sanción de la FIFA al club rojiblanco, pero con el aval de una situación parecida a la que respondió con goles, en 2012 con el Rayo tras siete meses sin jugar.

Entonces fue por una lesión en la rodilla derecha, la rotura del ligamento cruzado anterior y del menisco interno el 27 de julio de 2011, en el entrenamiento previo al estreno europeo contra el Stromgodset noruego y a punto de marcharse a Turquía -el club ya tenía un acuerdo, como desveló el propio jugador años más tarde-, que le mantuvo fuera de competición hasta enero del año siguiente.

Y ahora por la sanción de la FIFA que pesa sobre el club rojiblanco que prohíbe inscribir nuevos fichajes hasta el próximo mercado de invierno, en enero de 2018, y que impedirá el reestreno del futbolista con el Atlético al menos hasta entonces, con tres meses por delante sin participar en ningún encuentro con su equipo, además de los 103 días que acumula sin jugar, desde el pasado 11 de junio cuando jugó con la selección española en Macedonia (0-2).

En los dos casos supone todo el primer tramo de la temporada, con la referencia de la sensacional respuesta que ofreció el atacante en la anterior ocasión, cuando después de seis meses parado fue cedido al Rayo Vallecano para la segunda parte del curso: en dieciséis encuentros anotó diez goles, claves para la permanencia del equipo.

"Llegó en el mercado de invierno. Se nos ofreció la oportunidad y creímos en el jugador. Yo le dije que confiaba en él, él vino con mucha confianza. Y salió muy bien la aventura", explica a EFE José Ramón Sandoval, su técnico en aquella etapa en el Rayo Vallecano.

Llegó a mediados de enero, comenzó con entrenamientos de acondicionamiento general, para no resentirse muscularmente, sin competir ni entrenar con el grupo. El objetivo era su recuperación a nivel de coger fuerza física después de siete meses parado. "Le poníamos tareas en los entrenamientos de precalentar muy fuerte y de fortalecer el tren inferior, adaptándole los movimientos dentro de una competición, con saltos, giros....", rebobina el preparador.

"Le hacíamos también ejercicios de definición o desmarque, asimilándolos y encontrándose cómodo. Cuando cogió el ritmo de competición fue intratable, bestial, en todo, en lo físico, en lo táctico... En todo", remarca Sandoval, que añade: "Tiene un don de la naturaleza. Recupera enseguida. Se adaptó muy bien y muy rápido".

"Sus datos físicos eran bestiales. Era un delantero y repetía mucho ejercicios de alta intensidad", incide el entrenador, que recuerda su "capacidad pulmonar impresionante" cuando competía con sus compañeros en la piscina del vestuario. "A la segunda semana de entrenamientos le dije a mi segundo, ''Isma, éste es pata negra''".

A la vez, hubo un indispensable trabajo psicológico. "Cuando sales de una lesión hay que trabajar el estado anímico y la confianza en sí mismo (...) Hablaba mucho con él. Quería que se sintiera protagonista, que su paso por el Rayo fuera un trampolín para triunfar en los grandes clubes. Tenía muchas charlas con él".

En una de ellas, le transmitió: "Tú, si quieres, puedes ser de los tres mejores delanteros del mundo. Se lo dije porque es lo que creo". "Es un chico muy receptivo al que había que picar para que compita", añade Sandoval. Y compitió a un nivel altísimo, en los partidos y en los entrenamientos. "No hay diferencia para él", dijo.

"Fue recuperando su estado físico y psicológico, porque cuando vienes de una lesión como esa anímicamente hay miedo a competir. El club le dio mucho cariño, la afición también, y cuidábamos mucho sus entrenamientos para que no se pudiera perjudicar muscularmente. Le quitábamos minutos de algunos partidos, aunque él no quería nunca, siempre se cabreaba", rememora.

"Es una fuerza de la naturaleza brutal. Fue algo excepcional recuperarse en seis meses de la lesión de rodilla y luego tener esa puesta en escena a la hora de competir. Es una gente privilegiada. Tiene un estado natural fisiológico muy alto", continúa Sandoval, que le hizo debutar en apenas dos semanas, contra el Zaragoza.

Sin jugar ningún partido por la lesión de rodilla desde el 21 de julio, cuando se enfrentó al Alcalá en la pretemporada del Atlético, y cerrado el 25 de enero de 2012 su préstamo al Rayo, el atacante reapareció en competición el 5 de febrero de 2012 frente al Zaragoza. Jugó los 45 minutos del segundo tiempo, marcó un gol y su equipo venció 1-2 en el viaje que ya inició hacia la permanencia.

"Lo llevé a Zaragoza sin estar al cien por cien. Teníamos que dar un paso, familizarizarse con el grupo, coger los hábitos de la competición que él llevaba siete meses sin competir, las concentraciones... Pensábamos que no iba a tener muchos minutos en ese partido, pero se lesionó Trasshorras en el primer tiempo, íbamos perdiendo y luego salió él (en el intermedio). Optamos por él, metió un gol e hizo una segunda parte brutal", explica Sandoval, al que Costa le dijo tras el partido: ''Ahora me he sentido futbolista''.

"Era protagonista de cada partido que jugaba", afirma. Luego llegaron más goles. En su segundo duelo, el primero de titular, el 12 de febrero, anotó otro tanto en el triunfo de su equipo por 2-0 sobre el Getafe; en el tercero disputó 70 minutos y logró dos dianas, en un 3-5 al Levante; el cuarto, contra el Real Madrid, fue el primero sin marcar con derrota por 0-1 en Vallecas...

El quinto tampoco vio puerta, en un 4-2 al Racing de Santander, pero al sexto, un 3-0 al Betis, sí, con un gol de penalti, el que abrió la victoria de su equipo, al séptimo también, al décimo igualmente, al undécimo lo mismo... En total, 10 goles en dieciséis choques, de los que su equipo sumó siete triunfos para salvarse en la última jornada frente al Granada con aquel gol de Raúl Tamudo.

"Le hicimos sentirse importante, el cuerpo técnico, los compañeros, que vieron la calidad que tenía y le mimaban mucho, la afición... Recuerdo una anécdota. Vino un día su madre a verle al estadio y él había marcado dos goles. Lo sustituí diez minutos antes para que la afición le aplaudiera. Me dijo que era muy importante ver a su madre feliz, viéndole de nuevo de futbolista. Se le caían las lágrimas", repasa de Diego Costa, "una fuerza de la naturaleza".