El cáncer no llama a la puerta. No pregunta si puede entrar e instalarse. Aparece de sopetón y cambia vidas de manera radical. Es lo que se sucedió a la jugadora del Salud Tenerife de balonmano, Veselka Nenkova Kalakunova (09/04/1990, Bulgaria).

El 7 de agosto de 2016 se despertó de manera anómala: con una parálisis facial y un aparente ataque epiléptico. Rápidamente fue trasladada a un centro hospitalario. La resonancia efectuada no dejó lugar a dudas. Un tumor del diámetro de un puño, que se acabó revelando maligno, estaba apretando. Había que llevar a cabo una intervención quirúrgica compleja.

¿Cómo se recibe eso? "Nunca olvidaré lo que dije: tengo 26 años y me voy a morir", rememora la protagonista. "Cuando nos mencionan la palabra cáncer todos pensamoscuánto tiempo me queda". Acontecieron entonces unos días en "shock", de aceptar toda la información recibida y bajo una medicación que tampoco ayudaba a palpar la "dura" realidad. "¿Por qué a mí?", se preguntaba.

La preparación de la operación fue larga. Agosto se suele presentar como un mes de muchas ausencias vacacionales, por lo que fue en septiembre cuando todo se puso en marcha, en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, bajo la dirección del "mejor neurocirujano posible", el doctor Luis Francisco Gómez Perals. "No tengo palabras para con él y todo su equipo, pero sobre todo para él por cómo se tomó mi caso. Le tengo que agradecer que hoy en día esté aquí".

"Vesi", como es conocida por sus más allegados, dijo "sí" a la pregunta de si quería pasar por el quirófano, antes incluso de conocer los entresijos de la intervención. A saber, una odisea de nueve horas en las que tenía que permanecer ¡despierta! Semanas antes, la jugadora acudió al neurofisiólogo con el objeto de preparar una serie de cuestiones -reconocimiento de imágenes, resolver fórmulas matemáticas o recuerdo de nombres de familiares- en su lengua búlgara natal. Sus respuestas adecuadas durante la intervención debían ser los indicios de que todo marchaba como estaba previsto.

La ausencia de pelo, tras raparse, escenificaba a la perfección lo que estaba sucediendo y lo que estaba por venir. Ese fue uno de sus peores días. Mientras, el 4 de octubre era la jornada marcada. Esa en la que no sintió ni padeció. "Estaba muerta en vida. Pensaba que me quedaría ahí". Había un riesgo muy grande de que se quedara paralizada y sin habla. Tras la larga travesía, el equipo médico pudo quitar un tercio de un tumor de 5,4 centímetros, "lo más que se pudo". La quimioterapia y la radioterapia debían hacer el resto.

Otra "batalla" comenzaba. "Es curioso cómo un veneno mata a otro veneno. En ese momento es cuando empecé a reconocer que tenía cáncer". Su primer día de quimioterapia fue algo que quedará grabado en su memoria. Las náuseas tomaron el mando de su cuerpo. "Dime que los 35 días no van a ser así", le manifestó a su madre, que había venido desde Bulgaria para ser uno de sus grandes apoyos. Vaya si lo fue. El cambio de medicación le hizo mejorar con respecto a las náuseas, pero por el contrario le empezó a afectar a sus articulaciones. "Ella me tenía que ayudar a levantarme. Eso, junto con el verme calva fue un cúmulo durísimo. Hubo días en los que no tenía ganas de seguir".

Pero salió el sol. El 19 de diciembre terminó el tratamiento agresivo y el 14 de febrero una resonancia reveló que el tortuoso camino estaba empezando a valer la pena. Y las buenas sensaciones se volvieron a confirmar tres meses más tarde, con una nueva prueba esperanzadora. La próxima acaecerá a comienzos de septiembre y si todo marcha bien, estas tendrán más espacio temporal -de seis meses en seis meses y luego de año a año-.

"El deporte fue lo que más me ayudó. La disciplina, el tener que llegar a un objetivo o el saber que alcanzar la meta no va a ser fácil son cosas que tiene el día a día deportivo. Me tocó el partido más difícil de mi vida. Tenía que jugarlo de la mejor manera. No había seis compañeros más en la cancha. Solo estaba yo", explica Veselka.

Eso sí, la grada estaba llena de incondicionales jaleando. "Me sentí desafortunada durante muchos meses. Una persona castigada que había hecho algo malo para merecer esto. Hoy en día me siento muy afortunada por toda la gente que ha estado a mi lado: de mi club, del balonmano en general, de mi familia, amigos, compañeros... He aprendido muchas cosas y veo la vida de forma completamente diferente a como la veía. Nunca he presumido de mí misma, pero actualmente me atrevo a decir que me siento muy orgullosa de mí misma". Razones para ello no le faltan a una auténtica ganadora con un coraje de hierro.