Edu Oriol (Cambrils, Tarragona, 5 de noviembre de 1986) vive una segunda oportunidad en España después de un amplio periplo por ligas europeas. Azerbayán, Chipre, Inglaterra, Rumanía... y ahora de vuelta, un sueño. Quiere "jugar en Primera División". Su hermano, Joan Oriol, también es futbolista profesional. Con él ha compartido parte del camino, aunque ahora sea rival. Esta es su historia.

Usted es futbolista tardío.

En el fútbol he tenido algo de suerte porque hasta los 18 años jugué en Cambrils, en el pueblo con los amigos. Al salir de juveniles, mi hermano y yo íbamos destacando y nos fichó el Nástic de Tarragona. El contrato fue de tres años y el primero lo jugamos en Pobla de Mafumet, su filial, en la Primera Catalana. Eran campos de tierra y la verdad es que hicimos buen año. Entrenamos con el primer equipo a partir de enero. Luego nos cedieron al Reus en Tercera y, a pesar de rendir bien, no nos dieron opción en el primer equipo.

¿Y entonces?

Pues mi hermano se iba a ir al Gavá, pero a mí me obligaron a quedarme en el filial. Entonces nos desligamos y separamos nuestros caminos. Él se va al Villarreal y yo decido marcharme al Sant Andreu. Tuve la suerte de hacer tres buenos partidos contra el Barcelona y se fijaron en mí.

Llegó algo tarde a Can Barça.

Con el Barcelona B ascendimos a Segunda A e hicimos un temporadón. Pero es verdad, yo tenía 24 años. Llegué tarde. Con 20 o 21 años y el rendimiento que di me hubiera dado opciones. De hecho, hice las dos pretemporadas con ellos. Luis Enrique fue el que me reconvirtió en lateral.

Hasta entrenaba con el primer equipo.

Era un sueño. Yo soy fan culé y eran mis ídolos. Imagínate lo que es vestirte a su lado, entrenar con ellos, hacer dos pretemporadas, jugar en Wembley contra el Tottenham... Pero en el primer equipo era imposible jugar. Sí me sirvió de trampolín para llegar a Primera.

¿Es tan distinto como dicen?

Sí. Es tal la magnitud, tanto lo que mueve alrededor y la infraestructura tan impresionante que no se puede explicar.

La oportunidad en Primera se la da el Zaragoza.

Me hizo un contrato de tres temporadas y cumplí mi sueño. El segundo año descendimos y me tuve que marchar.

Azerbayán, apuesta exótica.

Es que me doblaban el contrato y, no me escondo, aposté por el tema económico. No miré tanto lo deportivo. Fui un poco engañado porque me dijeron que viviría en Bakú. La primera semana fue bien, pero cuando llegué a Lankaran era tercermundista: calles semiasfaltadas, animales sueltos, campesinos, las mujeres no salían a la calle... Todo muy triste. Me di cuenta de que me había equivocado y en diciembre decidí marcharme.

Una lección de vida.

Aprendí que el dinero ayuda, pero no da la felicidad. Estábamos 20 horas metidos en una especie de hotel y me hice más fuerte con mi pareja para seguir adelante. Te das cuenta de que España está muy avanzada comparada con muchos países. Bakú se iba modernizando, pero esa ciudad era como viajar 50 años atrás. Incluso, mi madre se puso a llorar cuando vio aquello. Aquello me marcó.

¿Quiso volver a España?

Negocié con la Ponferradina, pero no hubo acuerdo. Y al final acabé en Chipre (AEL Limasol).

Es una segunda casa para los españoles ese país.

Me habían avisado que vigilara el tema de los pagos, pero me dijeron que iba a vivir bien. Sabía que no era una liga competitiva. Los primeros seis meses fueron sensacionales: cobraba al día, jugaba mucho, aporté goles, peleamos por el título pero lo perdimos en el último partido. Después del verano cambió todo. El presidente me pidió que rebajara el 40 por ciento del sueldo o que me ponía a entrenar a las 7 de la mañana.

¿En qué se basaban para esa rebaja?

En que yo no había cumplido sus expectativas. Lógicamente no acepté y me tuve que entrenar al margen, con un preparador físico y a las 7. No me dejaban ni entrar al vestuario. Menos mal que me llamó mi hermano.

¿Le salvó la vida?

Acababa de fichar por el Blackpool, de la Championship, y me dijo que el míster me quería allí. Después de siete u ocho años volví a coincidir con él.

Inglaterra es la casa del fútbol.

Con ese ambiente, el respeto que tienen al futbolista... Es otro mundo. Allí disfrutas de verdad porque vives la esencia del fútbol. Falles o no, la gente siempre está contigo. Aquí no es así. Los españoles nos creemos todos entrenadores y allí los espectadores no te critican tanto porque te tratan como un profesional.

No obstante, aquello no duró demasiado.

Teníamos un entrenador belga (José Riga), pero los resultados no eran buenos y el club decidió cambiar para poner en su puesto a un inglés (Lee Clark) que, de repente, decidió dejar de contar con todos los extranjeros. Andrea Orlandi, mi hermano y yo éramos los tres españoles. Pero también había un ucraniano, un costarricense... Todos fuera. Los ocho de fuera empezamos a entrenar a las dos de la tarde, después del primer equipo. Es verdad que cobrábamos cada semana, de forma puntual y respetuosa. Pero no jugábamos.

Y emprendió viaje a Rumanía.

Nos llamó el Rapid de Bucarest por medio de un excompañero del Zaragoza (Sapunaru), que nos convenció. Nos dijo que era un histórico, que en la capital íbamos a estar bien y que nos pagarían correctamente. Pues fue una grata sorpresa. La gente, el país, el club... Todo fue maravilloso y no me importaría volver allí. Fue una etapa bonita.

¿Cómo surge la posibilidad de volver a España?

Llevaba dos años fuera y, con un niño en la familia, decidimos buscar algo de tranquilidad regresando a casa. Llegué a Llagostera en el mercado de invierno y, aunque la segunda vuelta fue muy buena, descendimos.

Es un club peculiar.

Porque tiene una masa social muy pequeña. Es un pueblo de 5.000 y van 1.800 al campo. Pero tanto Isabel (Tarragó) como Oriol (Alsina) hacen una gran labor y pronto devolverán al equipo a Segunda.

Y le ficha el Tenerife como lateral derecho.

Quería un club de entidad, que luchara por las primeras plazas. A mí, que me quisieran de lateral, me gustó. Creo que puedo aportar muchísimo. Es ahora mi posición ideal a los 29 años porque veo el fútbol de cara y físicamente estoy bien, soy un portento...

¿Raúl Cámara es competencia o maestro?

Tampoco quiero que me tachen de un jugador que sufre en lo defensivo. Es verdad que Raúl tiene una experiencia brutal, tanto en Primera como en defensa. Él es más rocoso, más intenso. Yo tengo otras virtudes, me sumo más al ataque por ejemplo. Pero es un competidor del que puedo aprender mucho.

¿Qué balance hace de Tenerife?

Me he encontrando un ambiente muy futbolero en la Isla, un gran grupo en el vestuario y gente joven muy prometedora, como Nano, que ya tiene ofertas de Primera División.

¿Le gusta el fútbol que propone José Luis Martí?

Me encanta porque se basa en tener el balón, hacer una presión alta... Está claro que habrá partidos en los que no se pueda hacer tanto, pero la propuesta es buena.

Esta Segunda es muy competitiva. Ser candidato es difícil.

Este año, a priori, es muy difícil. Esta liga es muy competitiva, pero el Leganés ascendió el año pasado y el Nástic casi lo consigue también. Al Getafe le jugamos de tú a tú y fuimos mejores.

¿Nos puede convencer para seguir siendo optimistas?

Claro. Tenemos una buena base, los fichajes vamos a aportar cosas y el entrenador sigue de la temporada pasada, con lo que sus ideas están ya asimiladas. Eso es una ventaja.