ES TIEMPO DE RUIDO. De mucho ruido. Es tiempo de ruido y de cambios. Y en tiempo de ruido y de cambios, además de al análisis y a la serenidad, es bueno recurrir a la historia. También cuando hablamos del Club Deportivo Tenerife.

Estas semanas iniciales del año 2015, un año cargado de incertidumbres, he intentado reconstruir varias veces en mi mente la historia reciente del Club. Por eso hoy quiero recuperar, valorar y compartir la larga travesía que ha recorrido el Club con el actual Consejo de Administración, durante los casi nueve años de gobierno blanquiazul.

Recuerdo la llegada al Club de Miguel Concepción y su equipo directivo. Recuerdo especialmente la manera en que se produjo y el vacío preexistente; la ausencia de personas y equipos para asumir la responsabilidad de gestionar uno de los iconos insulares y una de las grandes referencias del Deporte en Canarias. Con más de 50 millones de deuda, los actuales administradores se vieron obligados a realizar un trabajo ímprobo, con la colaboración de numerosos acreedores. Contaron con el apoyo de muchas personas físicas y jurídicas; implantaron unos parámetros de gestión profesional y empresarial, que han llevado al CD Tenerife, nueve años después, a tener la deuda controlada, por debajo de los 19 millones de euros. En nueve años de gestión de la entidad se ha producido una rebaja de 30 millones. Debemos añadir, además, que buena parte de esos nueve años han corrido en paralelo con la crisis económica y financiera más profunda después de 1929. Es decir, cuando más dificultades ha existido para acudir al crédito bancario y cuando menos aportaciones han realizado las Administraciones. Y, desde luego, cuando menos fácil ha sido conseguir aportaciones del tejido empresarial.

Quizá por la dificultad para realizar una gestión que saneara las cuentas en un contexto tan endiablado, resulta tan significativa la valoración positiva que consta en un estudio global sobre el fútbol, firmado por el prestigioso catedrático de Economía Financiera y Contabilidad en la Universidad de Barcelona, José María Gay de Liébana. A día de hoy, el CD Tenerife tiene presente y futuro, gracias a la gestión realizada por el actual consejo, personalizado en la figura de su presidente.

Miguel Concepción ha sido un presidente sin estridencias. No ha cargado contra nada ni contra nadie durante su mandato, y creo que ha entendido que todos caben en el club. Suelo ver a algunos de los ex presidentes en el Palco de Honor, en cada partido. Me consta el apoyo en la última Junta por parte de Víctor Pérez Ascanio y del socio número 1, don Luís Cola Benítez.

Hace un mes, Miguel Concepción y su Consejo midieron el apoyo con el que contaban. El actual consejo obtuvo el apoyo de más del 40% total del accionariado, representado con más de 70.000 acciones, que determinaron el 80% del capital representado. Datos, sin duda, que reflejan el gran respaldo a la gestión global del actual equipo demostrado por las personas que son, o somos, accionistas blanquiazules. Se reconocía así la responsabilidad y los resultados como consecuencia de la aplicación de criterios empresariales y de gestión. Se expresaba la opinión del accionariado, de los dueños del Club.

Estos días pasados he vuelto a oír al máximo representante analizando la situación con temple y maestría; transmitiendo capacidad de manejar toda la información y actuando con perspectiva. Temple, incluso, para comunicar el despido de Álvaro Cervera; un entrenador al que le tocó lidiar con uno de los periodos más yermos del Club en lo deportivo.

Miguel Concepción ya anunció que a lo largo de 2016 convocará la renovación del consejo de administración y que no se presentará. Será el momento, como marcan las pautas en una SAD, para que quien reúna un mayor número de acciones acceda a dirigir los destinos de la entidad. Ese es el método y esos son los plazos.

En tiempo de ruido, serenidad y respeto. Serenidad para analizar la realidad y reconocer el camino recorrido; es posible que con algunos fallos, pero también con valentía y con decisión. Respeto, para no estrangular el futuro de una entidad tan simbólica como el Club Deportivo Tenerife y para las personas que lo dirigen, y que dejarán de hacerlo en el tiempo que han decidido y por los cauces adecuados.

Memoria, responsabilidad y gestión para conseguir lo que todos y todas deseamos: un CD Tenerife viable; sostenible en lo económico, que nos haga disfrutar en lo deportivo. Un Club sin riesgo de intervenciones, ni tutelas judiciales, ni descensos forzados. Un Club que ahora, una vez saneado, realice una planificación de trabajo de la cantera. Un Club que sea una referencia para el fútbol profesional y para la ejemplaridad que demanda la práctica deportiva y sus valores: competir, sufrir; digerir derrotas y gestionar triunfos. Y juego limpio, en todos los frentes.

Sin olvidarnos que, claro, hablamos de fútbol. Pasión de multitudes; complejos matices sociales. Emociones desatadas cuando un balón entra, o no, entre tres palos.