La rivalidad futbolística entre Tenerife y Gran Canaria existe desde hace más de un siglo, pero el clásico canario nació hace 65 años, tras la fundación de la UD Las Palmas. Desde entonces, el derbi ha sido un partido sin continuidad: hoy afronta apenas su trigésimo tercer capítulo liguero. Empeñados en esquivarse, los dos representativos insulares sólo han coincidido en la misma categoría diecisiete temporadas y jamás lo han hecho más de tres cursos seguidos.

Fuera de los campeonatos ligueros, el derbi tampoco ha sido una cita frecuente. Amén de los 32 choques previos en el torneo de la regularidad, la historia sólo recoge tres eliminatorias de Copa del Generalísimo, seis de Copa del Rey y dos de Copa de la Liga. Y en la primavera de 1950, el origen de los desencuentros: una presencia conjunta en la fase de ascenso a Segunda División que llevó a Las Palmas a la categoría de plata... y dejaba al Tenerife en el fútbol regional.

Ahí se puso la primera piedra de una supremacía grancanaria que duró casi cuarenta años, con un paréntesis en el ejercicio 61-62. Ese curso el Tenerife tuvo un efímero paso por Primera División, mientras su rival esperaba en la categoría inferior. El reencuentro del clásico canario apenas duró dos cursos, pues Las Palmas ascendió a la élite en la primavera de 1964 y ahí se mantuvo durante casi dos décadas, mientras el Tenerife malvivía uno o dos escalones más abajo.

La Copa del Generalísimo o la Copa del Rey mantuvieron viva la rivalidad en ese período, hasta que tras una breve coincidencia a mediados de los años ochenta, en la década de los noventa se cambiaron las tornas: el Tenerife permaneció durante diez temporadas seguidas en Primera División, mientras Las Palmas lo miraba desde lejos. Y a veces, desde muy lejos. Ya con el nuevo siglo, las coincidencias han sido frecuentes, aunque sin estar juntos más de tres años.

Pese a todo, este clásico ha construido una historia que es (ligeramente) favorable al Tenerife: diez victorias blanquiazules por sólo nueve derrotas, con 32 goles a favor y 26 en contra. Eso sí, siempre ha predominado la igualdad: en 32 enfrentamientos se han producido trece empates, once victorias mínimas y siete triunfos por un margen de dos tantos. O lo que es lo mismo, sólo ha habido una goleada. Fue el 3-0 logrado hace un año en el Heliodoro por el grupo de Cervera.

Y es que los goles en el derbi canario no han sido frecuentes. Así, Las Palmas tardó doce encuentros (repartidos en tres décadas) en marcar más de un tanto en un clásico liguero. Y sólo una vez ha sumado más de dos dianas, aunque para escarnio blanquiazul lo hizo en el Heliodoro y en Primera División. Así encadenó una insólita racha de tres triunfos seguidos... que Bruno Marioni rompería meses después en el Insular (0-1) para, de paso, mandar a los amarillos al descenso.

No ha sido la única vez que Tenerife y Las Palmas se han cruzado triunfos en campo enemigo durante una misma temporada. Ya había ocurrido en la campaña 62-63, también con éxito amarillo en la primera vuelta. Y todo, en un choque con escasa influencia del factor campo: los blanquiazules han logrado cuatro de sus diez triunfos totales en Gran Canaria, mientras los amarillos han puntuado en diez de sus dieciséis visitas al Heliodoro.

En todo caso, la intermitencia ha sido la principal característica de un derbi que, al menos en su versión liguera, no tiene futbolistas o técnicos que exhiban cifras deslumbrantes. Un dato es clarificador: Iriome, Nino y Ayoze Pérez son los máximos goleadores blanquiazules de la historia del clásico con apenas dos tantos. Y por parte amarilla, su pichichi es el sevillano Tevenet, con tres dianas, seguido por Juan Luis y el chileno Coke Contreras con dos.

Las cifras de clásicos jugados, tanto en Primera División como en Segunda División, tampoco invitan a sacar pecho. Un total de 201 jugadores han disputado algún derbi canario en Liga con la camiseta blanquiazul, una relación a la que hoy se podrían sumar al menos media docena más de elementos. De estos dos centenares de privilegiados, el centrocampista Ricardo León, con nueve presencias, es el futbolista más experto en este tipo de choques, siendo titular en todas estas citas.

Desde su debut como blanquiazul, Ricardo sólo faltó al derbi 07-08 del Heliodoro (2-2), cuando Oltra prefirió a Manolo Martínez y N''Diaye como mediocentros. Marc Betrán y Pablo Sicilia suman siete clásicos canarios, mientras que en la otra orilla el tope de actuaciones lo tiene el zaguero David García, también con siete choques. Jorge Larena, Rubén Castro y David González se quedaron en seis, cifra que hoy podrían alcanzar Nauzet Alemán o el lateral Ángel López.

A lo largo de la historia, muchos son los jugadores que han militado en los dos representativos canarios, pues hubo un tiempo en el que el trasvase de jugadores de una isla a otra fue práctica habitual. Y obviamente, también son numerosos los elementos que han jugado el clásico con las dos camisetas: Justo Gilberto, José Juan, Martín Marrero, Noly, Víctor, Paqui... Pero sólo un futbolista ha defendido a ambos equipos en los 32 derbis ligueros celebrados hasta ahora.

Se trata del ariete tinerfeño Andrés González Brito, que en la campaña 84-85 disputó como blanquiazul los doce minutos finales del clásico en el Insular y que cuatro años más tarde, en idéntico escenario, defendió a Las Palmas en el llamado derbi de la gota fría, marcando uno de los goles locales en el 2-2 final. Curiosamente, las dos dianas blanquiazules en aquella cita las lograron Lema y Quique Medina, dos futbolistas de casi nula relación con el gol.

Y por ahí puede encontrarse, finalmente, otra de las peculiaridades de este tipo de choques: casi un tercio de los goles blanquiazules en el derbi canario los han logrado defensas centrales. Así, además de los citados Lema y Quique, también han mojado Gilberto Yearwood, Voro, Pablo Paz, Lussenhoff, Culebras, Pablo Sicilia o Melli. En el otro bando predomina la normalidad y los goles marcados por delanteros o centrocampistas ofensivos.