Under Pressure se posicionaban David Bowie y Freddie Mercury. Bajo presión hay que transformarse en héroes.

El plan es estar vivos un día más.

De eso trata la existencia.

Una vida a la que cantaba Bowie: "Podemos derrotarles, para siempre. Podemos ser héroes, solo por un día. Yo seré tu rey y tú serás mi reina. Aunque nada les ahuyentará, podemos ser héroes, solo por un día. Podemos ser nosotros mismos, solo por un día".

Mi amigo Vil es una persona clara, decidida, que nunca trata de dilatar un problema sin solución, porque: "Si hay que decepcionar a alguien, Mat, cuanto antes mejor. Ese es mi consejo". Con la primavera tocando a la puerta, soy consciente de que vivo un tiempo sin piedad en el que me reconozco como un superviviente, con ideas, pocas pero fijas, ante un entorno obsesivo y sin matices: o conmigo o contra mí. Pocas veces he logrado aprender algo del éxito. Todo se aprende del fracaso. Las adversidades a las que me he enfrentado en mi vida, en forma de problemas y obstáculos, me han fortalecido. Nunca me percaté cuando sucedía, bastante tenía en recoger mis pedazos en el suelo e intentar reafirmarme con un peregrino: Mat, eres lo que eres, y se puede ser dos cosas, o eres alguien, o no eres nadie. ¿Qué decides? Así que decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis. Opté por ver cada noche como un misterio a resolver. Me comprometí a ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.

Mi amigo Vil es muy parecido. Antes de conocer a la que hoy es su mujer solía escudarse en una frase de Walt Disney: Amo más al ratón Mickey que a cualquier mujer que haya conocido. Afortunadamente, la vida le enseñó que su afirmación era falsa. Nunca me gustaron las películas de Walt Disney. Esas secuencias en que leones, lobos, elefantes, y demás fauna animada, utilizaran cualquier excusa del guión para ponerse a cantar era insufrible. Por eso siempre fui más de western. En los salones del Far West solía verse un letrero en el que se pedía que por favor no disparasen al pianista. La clientela de aquellos locales estaba integrada por lo más granado de la sociedad, bandoleros, caza recompensas o buscadores de oro, gente que iba allí a satisfacer sus instintos y a la que la música importaba más bien poco. Cuando el nivel de alcohol en sangre subía lo suficiente, y de una forma colectiva además, aquello se convertía en una balacera indiscriminada y se acababa escapando una bala que, no se sabía bien cómo, ni por qué, terminaba impactando en el pianista, que no tenía absolutamente nada que ver con aquello.

Entre las películas del Oeste y los dibujos animados, a veces me siento dentro de una pesadilla. Y en un porcentaje alarmante de esas ocasiones pido por favor que nadie me despierte. El héroe de David Bowie que siento que llevo dentro se cree capaz de solucionar todos los entuertos y salir no solo con la solución a la pesadilla, sino con una bolsa repleta del malos sueños resueltos. Los personajillos de mis pesadillas se envuelven bajo el efecto Streisand, y amplifican lo que pretenden esconder (igual que en el juicio del procés). Con sus rostros borrosos y a buen recaudo parecen frágiles hasta que empiezan a hablar y actuar. Firmeza de quien sabe perfectamente lo que va a decir. Son extraños mis sueños. Desde pequeño me recomendaron que no durmiera con el objetivo de descansar, sino que durmiera para soñar. Porque los sueños están para cumplirse. En mi interior, cuando las pesadillas me hacen pedir que el Cielo me envíe un ángel para salvarme, el subconsciente me dice: "no te preocupes, solo es un sueño. Cuando te despiertes verás que todo ha pasado". También me recomendaban que nuestros sueños pueden convertirse en realidad si tenemos la valentía de perseguirlos. Sin embargo, para lo bueno, siempre está presente el miedo. El miedo es una sensación que nos acompaña a lo largo de la vida, que cada uno experimenta con más o menos angustia. El miedo, como la política, se basa en percepciones. Respetables todas ellas. El historiador romano Tito Livio advirtió hace veinte siglos que el miedo está siempre dispuesto a ver las cosas peor de lo que son. Al rescate acude en demasiadas ocasiones los timbres de mi smartphone. Entonces, me percato de que estoy muy despierto y no hay marcha atrás. Que todo ocurrió igual que en mis sueños y debo enfrentarme a la cruda realidad. La vida suele ser injusta, son nuestras soluciones las que nos permiten ver que es maravillosa.

Esta isla tiene forma de pistola y apunta a la de enfrente. Es una especie de materialización del subliminal pleito insular. Nuestros representantes, en este conglomerado institucional que se asemejan a los ventorrillos en día de fiesta, pretenden trasladarnos convicción y firmeza. Lo importante es hacer de Canarias una especie de arca de Noe futurista, en la que un día puedan huir (ellos, claro) de este planeta acosado por el cambio climático. Una Canarias de un porcentaje significativo de cargos públicos envueltos en la aporofobia, con un miedo, rechazo y aversión a los pobres, a las personas sin hogar a los desgraciaditos de la fortuna. ¿Cómo blanqueamos la realidad? No tenemos un circo como en Roma, no está de moda tirar panes y rosas por las calles, así que utilicemos el Carnaval. Proyectemos de la isla de enfrente a cualquier Drag, por ejemplo Boy Devil con voz de Marta (quien te ha visto y quien te ve) Sánchez y su Arde España, aderecemos el cocido con el Generalísimo de todos los ejércitos del más allá, Franco Franco, la Guardia Civil y la Legión. Todo en el llamado (gracias a las lentes de aumento) Parque Santa Catalina. Y allí saldrá Barragán, dentro de la bipolaridad de los asistentes a los eventos, que se preguntan si la persona que tienen delante es el señor Barragán con su humor absurdo, picante y basto. Vestido sobre el escenario con una bata vieja, boina raída y gafas gruesas que cuenta chistes mayoritariamente canarios en el Parlamento: Hola, cómo "tamo", rodeado de lo que podría ser un grupo de Gobierno compuesto por Paco Aguilar, Marianico el Corto, Emilio Laguna y Pedro Reyes pidiéndonos que no nos riamos... ¡por favor! O quizá se trate del majorero José Miguel Barragán que vino, como reza la canción: "desde Tuineje a Santa Cruz por toda la orilla con el pantalón remangado y luciendo la pantorrilla, viene deprisa y corriendo y gritando por las calles: ¿Quién me vota a mí?"

Un voto siempre dice la verdad. Para proteger a las ovejas hay que cazar al lobo y solo un lobo puede hacerlo. Los políticos razonan como hombres (en la realidad y en el presente), pero el pueblo piensa en la eternidad. Lo más importante en la política es la honradez, la integridad, la constancia... ¿a qué parece que regresa el señor Barragán con sus trazas de homeless rural? ¿Tengo que votar ahora? Entre martes de Carnaval, miércoles de ceniza y con un domingo de Ramos próximo? ¿Me van a ofrecer algo de entretenimiento en la espera de tantas papeletas y urnas? ¿Me paro a entrar en el debate de si residenciar a los PSH (acrónimo que parece referirse a un champú anti caspa, pero que indirectamente trata de ser un eufemismo de personas sin hogar) en un centro de acogida o albergue o dispersarlos en los cinco distritos capitalinos? ¿Algo más para pasar el rato? Claro, se nos brindan los Viernes Sociales del Gobierno en funciones, quizá el serial más esperado junto con la temporada final de Juego de Tronos. ¿Algo más que añadir, Mat? ¿Los Indianos en La Palma? Con los polvos de talco, el aroma de tabaco, la Cuba pre castrista, el son, la guaracha y los boleros. ¡Y la Negra Tomasa! Reconozco que me gusta ver el lado optimista de la vida, pero soy lo suficientemente realista para saber que la vida es un asunto complejo. Y, ¿qué hacemos bajo presión? Que conteste David Bowie: "¿Por qué no podemos darnos una oportunidad más? ¿Por qué no podemos darle al amor esa oportunidad más? ¿Por qué no podemos dar amor? ¿Por qué amor es una palabra tan pasada de moda? Quizá porque el amor nos reta a cuidar a la gente en los límites de la noche? ".

Así que en una espera, que convenza a quienes deben seguir ese camino, tomo el relevo a mi amigo Vil y me protejo con las frases de Walt Disney y su universo:

Si puedes soñarlo, puedes hacerlo. Recuerda que todo esto comenzó con un ratón.