Dijo Rosendo en una de sus últimas visitas a Tenerife: "En realidad, yo no sé tocar la guitarra". Y según se mire, puede ser una verdad incontestable.., pero estamos hablando de rock, de una propuesta honesta de rock que aún en tiempos de despedida llena los escenarios sin fisuras con una propuesta simple y arrolladora de guitarra (y voz), bajo y batería.

Rosendo se descabalga de su vida de artista y lo hace rematando una histórica carrera que abarca más de cuatro décadas. Anoche fue el turno de Tenerife, con más de dos mil personas cómplices de un adiós multitudinario.

"Mi tiempo señorías..." (nombre de la gira de despedida) es el último reflejo escénico de un hombre que lo ha sido todo en el rock español. Ayer otra lección. Con tanta autoridad como firmeza, con esa fuerza en toneladas del que viene escribiendo con éxito trazos de historia musical antes, mucho antes, que existiera la amplia mayoría de la escena rock actual.

A Rosendo no se le idolatra, a Rosendo se le respeta. Muchas de las mejores canciones del rock nacional siguen siendo suyas... y muchos de los mejores conciertos, también. Es difícil decirle adiós a un padre, pero si es coreando "Maneras de vivir", "Agradecido", "Pan de Higo"... todo duele un poco menos.

Y así fue anoche, como así está siendo en su intensa gira nacional. Un público maduro, con una media de edad de edad de 40 años para arriba, que acudió a corear sus canciones de toda la vida, con las que han crecido generaciones, las mismas que han soñado libertad, desde Leño hasta este Rosendo que peina canas con tanta dignidad sobre el escenario.