Dice James Crumley que el último buen beso tiene el sabor amargo de la cerveza y la derrota. Es improbable que Jonás haya leído sus novelas. A su casa en Chamberí me encamino con un ejemplar, convertido, en los últimos tiempos, en una ONG andante. Mi amigo solo necesita que alguien lo escuche. Por el momento, he conseguido que dejara de ir dos copas por delante de la realidad y tres por detrás de la borrachera. Ha sido, estos últimos años, un perdedor a tiempo completo en busca de un asidero donde colgar su resaca. Versiona, a su manera, el Método Stanislavski con un "vagar por ahí". Ahora con superproducciones yanquis por Santa Cruz, el señor alcalde debería incluir en su programa político la creación de un Actors Studio. Actores y actrices tenemos de sobra en el inmueble de la calle Teobaldo Power nº7. Para controlar su alcoholismo, en la asociación de vecinos de Chamberí han hecho una labor impagable con Jonás (esencialmente porque no cobran por ello). Un colectivo entrañable de unos cincuenta ancianos que se reúnen a diario en un centro cívico a jugar al tute y el dominó.

Para pensar, lo mejor es caminar (aunque Jonás cree que lo conveniente es dormir la mona). Preparando mi charla, empiezo a plantearme diversificar mi cartera de servicios y montar un consultorio sentimental. Dejé el Matmóvil en el terraplén del cementerio de Santa Lastenia. El camposanto recibía ese nombre por la joven María Lastenia del Pino Rodríguez. De ella se conoce que nació en el año 1900, siendo recluida en la casa de maternidad de Santa Cruz hasta que fue adoptada. La chica murió con 16 años de una tuberculosis pulmonar. En ese tiempo, el cementerio de San Rafael y San Roque se había quedado pequeño, decidieron construir otro y María Lastenia fue la primera inhumación. Está enterrada en un panteón de mármol blanco con una cruz abrazada por dos ángeles. Su tumba nunca ha dejado de tener flores frescas.

En mi caminata hacia Chamberí me encomiendo a Crumley y a su último buen beso. Chamberí es un cruce de caminos entre las autopistas del Norte y del Sur, con 800 almas encomendadas a San Martín de Porres. Mi abuelo hablaba con nostalgia del origen del barrio en el siglo pasado. Entonces, abundaban huertas y charcas, como la de don Lucas. Las calles eran de tierra y se enfangaban con la lluvia. Chicho, el butanero y Gonzalo, el del picón, se encargaban de desenterrar los coches del lodo. Dentro de los personajes relevantes, mi abuelo trabó una amistad don Jesús, el barbero, Secundino, el zapatero, Saturnino, primer presidente de la asociación de vecinos y Domingo, el maestro. Cuando la actividad agrícola desapareció, el perímetro del barrio quedó cercado por empresas e industrias. Hoy, Chamberí espera el advenimiento del Santa Cruz 2030 y mantiene su identidad con una población envejecida y azotado por plagas exportadas de Egipto: sin plazas ni parques; con refinería y depuradora.

Tiempo de rebobinar mi última conversación con Jonás:

-Mat, mis amigos se preguntan por qué empleo mis días en buscar a esa chica.

Vamos directos a la razón por la que estaba en Chamberí: una chica y un beso.

-¿Y por qué lo haces, Jonás?

-¿Qué puedo decir? No siento necesidad de contar mis secretos. ¿Crees que tal vez necesite ayuda? No sé, pienso que estoy bien, pero valoro tus consejos.

Supongo que PSOE y PP debieron hacer lo mismo antes de quemar Roma como Nerón con la renovación del CGPJ y el nombramiento, como cabeza de turco, del juez Marchena como presidente del Supremo, el mismo que presidirá el juicio del 1-0.

-Mat, no hago más que sonreír como un tonto. ¿Qué me sucede? ¡Su beso está en mis labios! ¡Está en la lista de las mejores cosas que me han sucedido!

La realidad es que, salvo Jonás, nadie ha visto a la chica que busca. Pero escuchándolo dan ganas de tararear el What''s in a kiss de Gilbert O''Sullivan: ¡Dime lo que hay en un beso! ¿Qué hay en un sueño?

-Mat, ayer decidí que no voy a votar el año que viene.

Un problema menos. Se librará de un Gran Domingo con mil urnas: Municipios, Cabildos, Comunidad Autónoma, Congreso, Senado, Europeas... directivas de comunidades de vecinos. Entretanto, la Gran Crisis deja una sociedad fracturada por la desigualdad y una profunda desconfianza en la clase política. Unos representantes públicos pertrechados entre la astucia, el cinismo, la amnesia y su acción mutante.

-Mat, su beso está en mi boca. Me vuelvo loco pensando en ella. Ocupa el tiempo de mis noches? A veces olvido lo que hago, pero me mantengo sin probar gota, ¡eh!

Jonás lleva meses buscando a la misteriosa mujer del beso. Empezó rastreando por Acorán y ahora lleva una semana en Chamberí.

-¿Te arrepientes de perder tu tiempo conmigo, Mat?

-Hoy me he tomado el día libre, Jonás.

Sonreí. Jonás sabe bien que solo sonrío cuando miento.

-¿Qué información, que pueda ayudarme, puedes darme sobre esa chica?

-Nació en 1975, como Franco.

-Bueno, realmente ella nacería en el año en que el otro murió.

-Espero que no sea una reencarnación de esas de la que hablan los budistas, Mat.

-No, no lo creo. Y más si besa tan bien como dices.

-¿Mat, estás seguro que Franco murió? Porque ese lío de desenterrarlo, ¿no será para comprobar si está muerto, por si las moscas? Tú me entiendes, ¿verdad?

Empiezan a convencerme de que desde el año 1975 no parece haber ocurrido nada reseñable. Entonces España era un país en blanco y negro y expectante, con el eco del Cara al Sol perdiéndose en el océano. Las hemerotecas, sin embargo, son ilustrativas. Ese año, con la Marcha Verde, Hasán II recuperó el Sáhara; en Raigón, entraron los guerrilleros del FNL y las fuerzas vietnamitas del norte, poniendo fin a la guerra de Vietnam; Bill Gates y Paul Allen fundan Microsoft; en Hungría, se patenta el cubo de Rubik. Y se estrenaron series icónicas: Starsky y Hutch, Los hombres de Harrelson, La casa de la pradera, Heidi o Vickie el Vikingo. Sin embargo, hablar con Jonás termina convenciendote de que, a pesar de lo anterior, nada más crucial que el nacimiento de la mujer de su beso. Es una simbólica ilusión si constatamos que en 1975, el papel público de la mujer adquiere fuerza, la democracia se abría camino y ese año fue declarado Año Internacional de la Mujer, cuyo Día se celebra el 8 de marzo desde entonces.

-¿Tú que hacías en 1975, Mat?

Imagino que estaría rodeado de hippies barbudos con camisetas estampadas y pantalones de campana y jugando con los Madelman. Aunque si llego a saber que aquella mujer había nacido, hubiera empezado a buscarla.

-Con los líos que hay montados, Mat, pensé que estaba todo atado y bien atado, y no iba a derivar en este desbarajuste.

Yo, como Jonás, intentaba desconectar de las grescas en el Congreso, en la que unos llaman a otros golpistas y los llamados golpistas los identifican como fascistas. Al parecer, uno al que los fascistas llaman golpista escupió un lapo a un integrante de la Hermandad de la Rosa que ocupaba la cartera de Asuntos Exteriores. El partido del presunto golpista escupidor lo niega. Los llamados golpistas, por los llamados fascistas, piden la aplicación del VAR a la presidenta del Congreso (siempre fui más de moviola).

-¡Mat, era el ministro de Exteriores! ¿Por qué le escupieron en el Interior?

El follón se montó cuando la Presidenta del Congreso invitó al diputado, llamado golpista por los llamados fascistas, Rufián a abandonar la sala.

-¿Se llama así o es un mote? ¡Rufián! ¿Persona sin honor, perversa, despreciable?

-Sí. Se apellida así.

-¿No se lo piensa cambiar, Mat?

-Parece que no. Y los llamados golpistas por los llamados fascistas dicen que el escupitajo es falso.

-¿Los crees, Mat?

-Jonás, yo ya no sé qué pensar?

El estado actual de la política se asemeja al musical de Aitana y Ana Guerra, que empezaron por Lo Malo y han terminado la una no dando ni la hora, y la otra dejando el teléfono en casa para no llamarte. Aunque entre el lapo y el beso, me quedo con este. ¡Qué fácil era todo antes!, como en la serie Lleno por favor, en la que Alfredo Landa solo creía, pero tenía fe, en Dios, en Franco y en don Santiago Bernabéu.

-¿Qué hago? ¿Cómo encuentro a esa chica? Llevo desde el jueves buscándola. Me he pateado todas estas calles con nombres de santos. ¡Doce en total!

¿Opciones? Acudir a un consultorio, a videntes, lectoras de manos y leedoras de cartas y posos de café. Incluso, en último extremo, pedir consejo a la mujer del tiempo de la Televisión Canaria.

-Y ese libro, Mat, El último gran beso, ¿habla de ella?

-Espero que sí. Lo escribió un texano llamado James Crumley.

Nada que ver con José Félix Tezanos, chef del CIS a medida del Gobierno.

-Entonces está enrollada, ¿verdad, Mat?

Dejaba un sabor amargo, como todo buen beso, especialmente si es el último, pero destilaba fuerza, rabia y desesperación. Me acordé del décimo de lotería de Navidad que le compré a Mini-Vil, lo saqué de la cartera y se lo di dentro de un plástico rojo.

-¡Gracias, Mat! 89975. ¡Acaba en 75! ¿Es una señal divina? ¿Me servirá para conseguir encontrarla y lograr que me vuelva a dar otro beso?

-Si tanto lo deseas te ayudaré, pero dime por qué tanto interés. Nadie parece haberla visto. ¿Estás seguro que quieres seguir buscando a esa mujer?

-Mat, ese beso es todo lo que deseo y extraño cada noche cuando apago la luz.