A los 70, recién cumplidos, sigue enamorado de un oficio que descubrió siendo un chiquillo. Juan Cruz Ruiz (1948) es un perseguidor de sueños que la mayoría de las veces transformó en realidad, un periodista infatigable al que no le cuesta reconocer el miedo que le genera la muerte. Con un gran número de enigmas existenciales ya resueltos, el portuense admite que si tuviera la oportunidad de rebobinar su vida le habría dedicado más tiempo a la formación académica, que no intelectual. Su memoria está intacta y su capacidad para continuar absorbiendo conocimientos también. Juan, al que no le agrada dejar en el anonimato el apellido de su madre, es un manantial cultural inagotable del que brotan sin orden anécdotas que son capaces de provocar una envidia sana, fechas históricas, instantáneas periodísticas, lecturas con enjundia y, sobre todo, un sentimiento de canariedad universal que en el pasado tejió un halo de intelectualidad que cruzó parte del Atlántico para buscar refugio en Barcelona, Madrid o París. "Primeras personas" (Alfaguara), libro que está a punto de publicarse, es la última aventura literaria de un narrador de la cotidianidad, un ser que da equilibrio a una profesión en horas bajas que está empeñada en transitar sobre un alambre como un funambulista desgastado que se rindió a la evidencia de un presente en el que ya nadie cree en la magia del que fue "el mayor espectáculo del mundo".

¿Qué nos trae en "Primeras personas"?

Un libro al que he dedicado una parte importante de mi vida en los últimos dos años y en el que aparecen personas, no todas, que he conocido y con las que traté a lo largo de mi carrera periodística pero, sobre todo, como editor y escritor. Desde Günter Grass a Caballero Bonald, pasando por Patti Smith a J.K. Rowling o Domingo Pérez Minik. Es un trabajo nuevo de unas 400 páginas en el que no hay nada que haya sido publicado y que ha supuesto una especie de vaciado de la memoria y un tributo a esas personas. No es un proyecto que crece desde la cultura literaria, es decir, que no son críticas de sus trabajos, sino que son retratos humanos de su modo de ser como individuos y personajes públicos. Es una especie de viaje al fondo del alma de cada uno.

Ese viaje al interior de los personajes es un esquema que ya ha desarrollado en anteriores publicaciones, ¿no?

Sí, esa es una narrativa que he practicado en "Egos revueltos" o "En especies en extinción", dos ejemplos que fueron el resultado de algunas de las muchas entrevistas que realicé en mi faceta como periodista. Solo en algunos casos he recurrido en este libro a conversaciones que me parecieron singulares, por ejemplo, con Jorge Semprún, que es un ser que no solo se expresaba con la palabra, sino también a través de la escritura. En él mismo hay un secreto y mi propósito como comunicador era indagar en el dolor que produjo ese secreto y viceversa.

¿Cuáles han sido sus sensaciones en las vísperas de este estreno literario?

Mientras corregía "Primeras personas" he experimentado distintas sensaciones con los personajes que convoqué... Es un libro que me provocó alegría, tristeza e incluso, en algunos casos, más simpatía por las personas de las que hablo. Esta publicación se sitúa entre lo que modestamente puedo comentar que he escrito con más entusiasmo y esfuerzo.

¿El tono que transmiten sus palabras está muy próximo al hecho de que personajes de ese calado ya no quedan muchos?

Sí quedan, lo que pasa es que hay que tratarlos. El problema es que en la literatura actual los escritores están muy manejados por un entramado de comunicación que los aleja de sus editores, porque la mayoría tienen agentes que son los que mueven sus textos, y las conversaciones con los periodistas se producen cuando estos tienen una novedad. Esos encuentros suelen estar marcados por las prisas que tiene el autor en responder. El contacto entre el escritor y el editor casi ha desaparecido hasta adentrarnos en un proceso de automatización de las relaciones humanas. Las redes sociales están condicionando los lazos que en el pasado existieron entre el autor, los editores y los periodistas.

¿Este es un trabajo en el que el psicoanálisis tiene un rol relevante?

No tengo claro si ese psicoanálisis se lo hago a ellos o a mí mismo, pero lo cierto es que he tratado de comprenderlos. "Primeras personas" incluye una serie de retratos contemporáneos como los de Juan José Millás, Rosa Montero, Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina, que son personajes que transmiten en cada caso una complejidad. También está Julio Llamazares o Arturo Pérez-Reverte. El único que conoce el texto que he escrito es Millás porque su editora, que también es la mía, se lo envió. No voy a contar lo que me dijo en una conversación telefónica, porque podría descifrar de antemano algunas de las claves del libro, pero los dos coincidimos en el hecho de que los textos están concebidos para entender a los personajes retratados en "Primeras personas". Creo que en ningún caso realicé una descripción con mala intención porque este es un libro que busca abrazar a esas personas, también a los lectores. Mi intención es que estos sepan que es interesante conocer a los escritores.

Repasando el índice de esos "retratos literarios" es evidente que muchos de esos escritores se sitúan entre ellos mismos en las antípodas, es decir, que en algunos casos solo están unidos por el acto de escribir.

Las diferencias que hay entre Elena Poniatowska, Gabriel García Márquez, Ángeles Mastretta, Vargas Llosa o Susan Sontag son evidentes. Es obvio que no pueden estar todos, pero hay casi 80 referencias literarias con sus virtudes y rarezas.

¿En esta publicación se refleja parte del botín que ha obtenido a través de su yo periodístico?

El oficio no me ha dado cinismo, me ha regalado en más de una ocasión desconfianza o desencanto. Yo no soy una persona cínica; yo espero de la gente una nobleza que aspiro tener. En algún caso encontré una respuesta inesperada, pero el periodismo me ha permitido mirar a la gente desde mis defectos: la mayoría de las cosas que le reprochamos a otros habitan en nuestro interior y uno de los defectos del periodista es no saber pedir perdón. Hace unos días escribí algo bastante breve sobre Rodrigo Rato, que entró en la cárcel pidiendo perdón. Eso es algo insólito.

¿Por qué, a su juicio, nos cuesta tanto pedir perdón?

No lo sé, pero cuesta. Un conocido periodista español de origen argentino publicó recientemente que un contencioso que España mantenía con la Unión Europea se iba a perder. No solo no se perdió, sino que se ganó. Su respuesta fue publicar en Twitter un mensaje que decía "contra todo pronóstico España ganó un contencioso con la UE". Los periodistas debemos ser tan ejemplares como deberían serlo los futbolistas. En un oficio tan sensible como es el de informar tenemos la obligación de no decir de los otros aquello de lo que no estamos seguros. Por esa razón he procurado que "Primeras personas" no tuviera maldad, pero sí información, rasgos, perfiles... Que tuviera todo lo que debe existir en un retrato: veracidad. Yo estoy en contra de la maldad que tanto abunda en las redes sociales; eso es algo que destruye a esta sociedad. La maldad está dañando la política, el periodismo y las relaciones humanas. Creo, incluso, que está causando una mala digestión de la democracia. La maldad interrumpe su ejercicio y acaba aplastando el respeto que nos tenemos que tener los unos con los otros.

¿A sus 70 años el periodismo se divisa desde otra perspectiva; ya ha perdido el contacto con la redacción?

Yo sigo yendo a la redacción... Ese contacto no lo he perdido aún y cuando no voy busco alternativas que me mantengan unido a ella. Hace unos días desde Tenerife escribí una entrevista a Diego Galán y relaté con la velocidad que me ha dado este oficio una apreciación admirativa de Carmen Alborch -la entrevista se realizó coincidiendo con el diálogo que mantuvo con Cees Nooteboom en CajaCanarias-, e hice un artículo de un excelente libro recién publicado sobre periodismo por el exdirector del periódico The Guardian, Alex Rusbridger. Esta es mi vida. Yo quisiera parar, pero no tengo condiciones para hacerlo.

¿Cree que en algún momento se cortará ese hilo de comunicación con la sala de máquinas?

Supongo que no... Yo estuve 13 años fuera de la redacción cuando fui director de Alfaguara, pero no hubo ni un solo día en el que bien ellos me llamaron a mí, o bien yo me puse en contacto con ellos. El motivo era lo de menos, porque en realidad lo que me apetecía era que esa comunicación no acabara muriendo. Eso yo lo tengo a gala, aunque probablemente sea uno de mis defectos. Tendría que saber desconectar, pero no sé hacerlo. He tardado, pero ya me he dado cuenta de que tendría que hacer un "coaching" para dejar de ser periodista; un "coaching" radical, un "coaching" que solo está en manos de la muerte.

¿Ese "coaching" tardará en llegar?

Eso es algo que nunca se sabe. Lo cierto es que ahora noto que la relación de los periódicos con los periodistas ha variado mucho. Ya el periódico no es una novedad y eso es una consecuencia de las prisas: los periódicos se han dejado seducir por las redes sociales y las webs y no se guardan ni un solo secreto. Los periódicos tendrían que tener uno de esos misterios escondidos, algo que no apareciera en su portada y que animara a los lectores a buscarlo en sus páginas interiores.

¿Un misterio oculto en el paginario que estuviera aislado del tratamiento que se le dar a una noticia de portada?

Eso es... ¿Por qué tengo que contarlo todo en la primera página? ¿Por qué los periódicos regalan esos contenidos a las redes sociales? Los más entendidos dicen que son cuestiones asociadas a la publicidad, pero yo aún no he encontrado esa rentabilidad económica que pregonan. Soy un viejo soldado en esta trinchera y, posiblemente, pueda estar equivocado en algunas de mis apreciaciones, pero esos análisis los hago desde la vejez.

¿Un viejo sabio?

No, para nada... Una de las cosas de las que más me he arrepentido es de no haber estudiado bastante más. Yo empecé Historia cuando ya trabajaba en EL DÍA y nunca me he perdonado haber dejado de estudiar. Es más, ahora más de una vez pienso idílicamente que tendría que volver a la universidad a estudiar o dar clases...

¿Lecciones de periodismo?

Sí, de periodismo o de lectura. Me gusta ayudar a la gente a amar los libros.

¿Tiene el presentimiento o la certeza de que la gente ha perdido amor por los libros?

Lo que ha perdido es la paciencia para encadenar buenos ratos de lectura. Creo que internet ha apresurado la lectura; la red nos ha arrebatado la paciencia para leer. La lectura de un periódico, por ejemplo, se ha desvirtuado porque en un titular en papel como "El supremo sienta en el banquillo al Procés" en Google o en la portada digital de un periódico solo hay una frase llamativa. Algo que no oculta ningún tesoro, pero que sí puede estar en el formato tradicional. Los periódicos están llenos de tesoros; de escritos para informar. Hoy en día existe una parte de la población que solo se queda en el titular, mientras que en el pasado este era la antesala de la noticia... En internet el titular es la noticia y eso es algo que se ha traslado a la lectura de libros.

¿Antes de que llegue ese instante definitivo se queda más tranquilo con el hecho de sentir que este periodismo, con sus retrocesos y defectos, es mejor del que está llegando?

Espero que el deterioro pare en el momento preciso para conservar la esperanza por hacer un buen periodismo. The New York Times ha realizado una labor enorme en esa recuperación y también lo están haciendo otros periódicos como The Guardian o Le Monde. Esa regeneración se percibe en diarios alemanes y argentinos. Todavía no podemos dar la batalla por perdida. Hay que luchar por que la web sea buena. Si un periódico de papel es malo, su web será pésima y, por lo tanto, se debe seguir peleando para que el papel sea bueno. Una vez entrevisté a Gen Bradley, el que fue director de The Washington Post, y le dije cómo se siente ahora en la era de internet. ¿Sabe lo que me contestó? "Me alegro mucho de que no me tenga a bordo".

"No transito Facebook porque es superfluo"

Juan Cruz Ruiz admite que no es un "enemigo" de las redes sociales. "Estoy encantado con las cosas de internet. De hecho, soy un asiduo de Google o en muchas ocasiones me expreso a través de Twitter, pero no transito Facebook porque da un trabajo superfluo. Yo no estoy en contra de internet, pero sí me opongo a los curanderos. ¿Quiénes son los curanderos? Esas personas que vender sucedáneos del oficio periodístico".

"He tenido que bloquear a Rafael Hernando"

El periodista y escritor portuense asegura que existe una gran diferencia entre los que comparan internet con una conversación de borrachos y lo que ocurre en esas tabernas en las horas más críticas. "En un bar sabes que están borrachos, en las redes sociales no... En medio de todo este jaleo he tenido que bloquear al exportavoz del Partido Popular, Rafael Hernando, porque creo que dice cosas en público que son manifiestamente insultantes. No para las personas a las que insulta, sino para sí mismo y para su partido. Me genera vergüenza y, sinceramente, me parece higiénico el hecho de tener que eliminarlo de una lista de contactos. Además, lo anuncié en Twitter. A reglón seguido un desconocido me recriminó por qué no bloqueaba a Otegui... Obviamente este internauta no sabía que Otegui nunca ha estado en mi nómina de seguidores", añadiendo que ese es el mecanismo de las "fake news": alguien dice algo de ti que no es cierto y las repeticiones lo acaban transformando en una realidad que es falsa".

"Las fake news han existido siempre"

El Premio Canarias de Literatura está convencido de que "las fake news han existido siempre. El periodismo ha dado coba a intoxicadores que convirtieron esta profesión en un modo de vida. Lo hicieron algunos en el pasado y aún están en activo y lo hacen de mala manera unos recién llegados a un oficio al que nunca debieron entrar. Eso es un mal que se ha instalado en la vida política de un país en el que el líder de un partido se permite el lujo de llamar golpista al presidente del Gobierno y no pasa absolutamente nada".

"Todos tenemos mucho miedo a morir"

El autor de "Primeras personas" no oculta que existen temores que no ha sabido domesticar. "Todos tenemos mucho miedo a morir. Soy de las personas que expresan el miedo a morir desde la cobardía. Unos se enfrentan a la muerte con valentía, pero yo supongo que soy de los cobardes".