Las críticas que precedían al montaje "Calígula", el clásico de Albert Camus, dirigido por Mario Gas y protagonizado en su papel principal por el actor Pablo Derqui, no dejaron indiferente al público que anoche rebosó el espacio del teatro Guimerá.

La cerrada ovación con la que se acompañó la caída del telón y los vítores que el auditorio dedicó a todo el elenco de este ya clásico, acentuados con la salida al escenario del intérprete principal, representaron ese estallido espontáneo que solo con capaces de despertar las cosas mayúsculas.

En la voz y los gestos de este particular Calígula de Gas fueron sucediéndose y superponiéndose, además de una forma casi despiadada para el espectador, el cinismo, el abuso, el despotismo, la intolerancia, la tiranía... esos estados de ánimo que también iban atrapando al público, desde gritos, risas y llanto, hasta llevarlo a una suerte de consentida tensión dramática.

Así, de una manera entre absorbente y ciertamente fascinante, con un clima envolvente al que, sin duda, también contribuyeron la escenografía alejada de los tópicos escenarios imperiales propuesta por Paco Azorín, además del vestuario monocromático diseñado por Antonio Belart, la obra se coronó hasta provocar el éxtasis, esa transitoria locura que es el teatro.