adie está en posesión de la verdad hasta que alguien se equivoca. Nadie es débil hasta que alguien es fuerte. Nadie tiene suerte hasta que la fortuna llega. Nadie está solo hasta que alguien se va". La música, la letra y la guitarra de Eric Clapton inserta dentro del film de Martin Scorsese: Is in the way that you use it. Me pregunto si en el mundo del arte también la muerte se oferta al mejor postor. Mi amiga, la pintora Zara, me convenció para que acudiera a la inauguración de su exposición con una cita de Picasso: la pintura es más fuerte que yo, siempre consigue que haga lo que ella quiere.

Borré de mis labios con la lengua el último resto de la bola de trufa. Observé a la artista, y se me ocurrió un titular para su exitosa exposición: "Muerte al mejor postor". Supongo que en la conciencia colectiva, los que nos dirigen esculpen el mensaje de que ninguna muerte queda impune, porque todo muerto es despojado de su vida y privado del más mínimo rastro de piedad. Zara controlaba, mediante ráfagas de miradas, mis movimientos. "¿Estás nerviosa?", pregunté al entrar. erviosa no, fuera de mí", contestó. Estoy de acuerdo con Ernesto Sábato, que consideraba que todo artista es un neurótico, si entendíamos por neurosis, un desajuste con la realidad. Ella sabía que la adoraba pero que no tenía ni pajolera idea de pintura. De hecho, valoro a cualquiera que tenga la valentía de sentarse delante de un lienzo en blanco y crear una historia. Cuando era más joven salí con otra pintora. Llegó a participar en una exposición colectiva en la galería madrileña Be-Art, bajo el título: "Pintura, expresionismo y kitsch. La generación del entusiasmo". Su obra no era expresionista, tampoco kitsch. Incluso era discutible que fuera pintura. Realmente, los lienzos eran una mierda. Así que supongo que eran a sus cuadros colgados a los que se les reservaba la denominación de entusiastas.

Zara se acercó y me rescató de mis recuerdos:

-Me alegra que hayas venido, Mat.

-Suelo asistir a los grandes eventos. Y el tuyo entra en esa categoría.

Me devolvió una sonrisa cómplice.

-La columna de Enrique fue el empujón definitivo para que el acto haya sido un éxito. Mat, el público siempre lee los artículos de opinión de Enrique.

-Prefiero pensar que han sido tus cuadros.

-¿Qué impresión te llevas de la exposición?

La miré intentando desnudar su escueto traje negro. Ella asumió la respuesta.

-Verás, Mat. Te daré una clase gratis. En 1874, un grupo de treinta y nueve pintores expuso una serie de cuadros entre los que se encontraba Impresión: sol naciente, de Claude Monet. Al día siguiente, Louis Leroy tituló su columna en el diario Le Charivari Exposición de impresionistas. Del cuadro de Monet decía: «Al contemplar la obra pensé que mis anteojos estaban sucios, ¿qué representa esta tela? El cuadro no tenía ni derecho ni revés? ¡Impresión!, desde luego produce impresión, el papel pintado en estado embrionario está más hecho que esta marina». El resto de críticos que opinaron sobre la muestra fueron igual de demoledores, y ayudaron a que los pintores no consiguiesen vender ningún cuadro. El mundo del arte francés, excesivamente academicista, no estaba preparado para una revolución de ese calibre.

-Un desastre, entonces...

-¡No! ¡Qué va, Mat! Leroy alcanzó el efecto contrario al que pretendía. A pesar del uso peyorativo del término, a ese grupo de artistas le gustó la palabra. ¡Impresionistas! Era precisamente lo que querían, producir una impresión fugaz de la realidad mediante la luz reflejada en el paisaje. Decidieron que la denominación identificaría al grupo.

Ella golpeó levemente el suelo de madera con la punta de sus zapatos.

-¡Venga, Mat! Quiero ahora tu opinión.

-Bueno, si tuviera que utilizar las palabras de un crítico, diría que tengo delante de mis ojos una secuencia de lienzos con expresividad.

-¿Y si tuvieras que usar tus propias palabras?

-Me aclaré la voz, para forzar un tono expresivo, a la vez que convincente.

-Zara López, ¡una de las maestras de la pintura contemporánea! Y he de añadir que la señorita López está completamente de acuerdo con esta afirmación.

-¡Por favor, Mat!

-Bueno? diría que estoy contento de que te hayas acordado de mí y volver a verte.

Zara giró la atención hacia su alrededor para contabilizar las personas que aún quedaban, disfrutando del vino y la música de violín.

-Yo acabé por hoy. Dame un cuarto de hora para cambiarme y nos vamos juntos.

"Y nos vamos juntos?". Una gran expectativa, pensé

Salimos al bochorno nocturno de la noche santacrucera. Zara me dio una lección apresurada de arte, negocio y muerte. El futuro era previsible: antes de apostar por una autora se confeccionaba un estudio de rentabilidad de la obra. El dueño de la galería, un tal Foster, era su representante. El contrato expiraba con esta exposición. Desde el mes que viene, la representará la Galería O2. Ésta era la última oportunidad que tenía el señor Foster de sacar dinero con la obra de Zara.

-¿Todo está vendido?

No me contestó.

-¿En qué piensas, muchachita?

-En nada.

-¡Nada! La nada no existe? venga, Zara, tengo curiosidad.

-Sí, lo sé, eres el hombre más curioso que he conocido nunca, Mat.

-Y bien... ¿Me lo vas a decir?

-Supongo que pronto me acompañarás al sepelio del señor Foster.

Pensé que me tomaba el pelo. Que estaba sumida en ese conglomerado de anticipaciones e impaciencias por empezar demasiado pronto el futuro, sin esperar a que se seque la pintura del presente. Le pedí que me explicara a qué venía lo del sepelio.

-Dejó de ser mi marchante desde que salí de la galería.

-Veamos si te he entendido bien. Foster era tu representante. Invirtió en ti y tú decides romper la vinculación. La galería se llevaba un buen pico por las ventas. O sea, que no estará nada contento.

-Así es. ¿Sabes lo que ocurre cuando muere una artista?

-No lo sé. La entierran, la incineran?

-¡Qué gracioso, Mat! ¡Que el precio de su obra sube! Los coleccionistas, los museos, los marchantes, todos saben que ya no habrá nuevos cuadros.

-Así que cotizas más muerta que viva.

-Vas entendiendo.

-Y me estoy perdiendo algo seguro. Estaba todo vendido, ¿verdad?

-En efecto. El señor Foster, a través de intermediarios compró la colección entera. Y ha contratado a un tipo para mandarme a criar malvas. ¿Entiendes, Mat? La norma no escrita en el mercado es que cuando muere un artista consolidado, sus piezas cotizan entre un diez y un quince por ciento al alza, porque, de entrada, se paraliza su producción. ¿Y sabes, qué? Si sigo viva mañana cuando me despierte, será señal que su contacto serbio ha aceptado mi contraoferta y será el señor Foster el que estará en la otra vida. Por eso necesito que pases la noche conmigo Mat...

-¿Piensas seducirme?

-Empezaremos hablando de pintura.