Para no volver a poner de ejemplo a Adán Martín, al que recurro mucho por motivos de cercanía, cariño y respeto, pensemos en cómo se planteaba la ciudad de Barcelona siendo alcalde Maragall.

Pascual Maragall soñaba con una ciudad ideal, como soñaba Adán para aquí y como soñamos todos cuando empezamos aquel viaje de la democracia hace ya casi 40 años. Pero aquellos sueños no eran simples dibujitos, eran múltiples ideas, de mucha gente que, en una cápsula muy intensa del mejor café se inyectaba en el cerebro la ciudad que queríamos construir. Maragall era audaz, nosotros éramos audaces, pero y esa audacia de entonces, ¿dónde está?

Soñamos con un futuro, pero ¿dónde está el atrevimiento, la innovación, la complicidad popular en la nueva operación de la ciudad con Cepsa, que no se ve por ningún lado?

Pocas cosas resultan tan tristes para los ciudadanos espectadores como observar a alguien que está firmemente convencido de que no necesita cambiar. No hay mayor insensatez que creer que todo está aprendido, que eso y solo eso es lo mejor para la ciudad.

Volvamos a Cabo Llanos, solo por intentar que aprendamos todos juntos algo positivo sobre lo que nos está pasando. Aunque en cientos de ocasiones no he estado de acuerdo con lo escrito por Germán Delgado, en este caso voy a compartir algunas palabras suyas, precisamente aquellas cuando analizaba "el por qué del fracaso de esta gran operación urbanística (en referencia a Cabo Llanos), que la ciudad venía acariciando durante largo tiempo, para demostrar que no se ha actuado adecuadamente. Si no ¿cómo explicar, entonces, tamaño dislate? Tras tantos años empeñados en la labor de proyectar una ciudad, o un trozo de ciudad de vanguardia. Tomando prestadas las palabras empleadas en su día por el arquitecto Alberto Sartoris, para aludir a una institución de la provincia, se podría asegurar que, efectivamente lo que se ha conseguido es una ciudad de retaguardia, un trozo de la ciudad que no queremos, algo que, tal vez, no sea nunca ciudad sino periferia para clases acomodadas. Seres extraños, en suma, de un no lugar cuya ágora principal es la azotea de un centro comercial con vistas a ninguna parte."

Eso dice Germán en el artículo "La ciudad que queremos", en clara alusión, también, a un eslogan electoral de la época (concretamente de 2003): "La ciudad que queremos. Apología de un urbanismoradical. Planeamiento urbanístico, participación ciudadana y gestión". El caso de la ciudad de Santa Cruz de Santiago de Tenerife 1980-2005.

El mayor error de German fue pensar que sin analizar el por qué en profundidad, se podría tratar de evitar que esa situación vuelva a repetirse y es en eso en lo que se equivocó. La única forma de aprender de los errores de Cabo Llanos y no volver a cometerlos cuando se vaya la refinería es, precisamente, profundizando en cada uno de los pasos que se dieron entonces (o, mejor dicho, que no se dieron).

En mi tesis profundicé, especialmente, sobre el punto que afectaba a El Tanque, que en el momento del artículo de German Delgado aún permanecía cerrado. Se veía como un fracaso más. Pero esa pequeña flor no pereció y volvió a abrirse al público y es hoy en día uno de los espacios en el que, contenedor y contenido, son de lo más vanguardistas en la isla de Tenerife. Y si esto es así fue debido a un grupo de entusiastas (simples ciudadanos) que intentaron salvarlo, porque no sabían que era imposible. De no ser por todos esos locos que a lo largo de la historia se han arriesgado y han intentado lo imposible, todavía seguiríamos viviendo en cuevas.

Si el alcalde quiere cambiar profundamente las cosas, entonces tiene que ser muy sutil. Las pequeñas sutilezas, tanto espontáneas como transparentes, generan infinitos puntos de retroalimentación que van penetrando en el corazón de los ciudadanos y es entonces cuando se transforma la ciudad de verdad. Ahora, el tic tac ha comenzado, la refinería se va... ¿A qué esperamos?

CUANDO SE VAYA LA REFINERÍA III