"Es una obra en la que no le damos tregua a la risa". Así define el gaditano José Troncoso la propuesta teatral que hoy y mañana, a partir de las 20:30 horas, oferta el Guimerá. Con un reparto de lujo, "La comedia de las mentiras", es una aventura dirigida por Pep Anton Gómez -una producción del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, Mixtolobo y Pentación Espectáculos- por la que desfilan intérpretes del calado de Angy Fernández, María Barranco, Marta Guerras, Paco Tous, Pepón Nieto, José Troncoso y Raúl Jiménez.

¿Intimida formar parte de una nómina artística de tanta calidad?

No asusta, pero sí que impresiona (ríe)... Es un elenco de mucha calidad y con una larga trayectoria en los escenarios. En ese sentido, es un lujo poder formar parte de él. Si a eso le sumas la complicidad que se ha creado en el grupo, el éxito es total.

¿Qué se siente al compartir los créditos con una actriz como María Barranco?

Es un referente de la escena española de la que se aprenden aspectos vitales de la profesión, pero también de actores como Pepón Nieto o Paco Tous y del resto de los compañeros.

¿Cómo es el pulso actual del teatro después de la crisis; hay motivos para estar preocupados?

Yo siempre trato de aportar una visión positiva, es decir, que hay que hacer teatro e ir al teatro... Las crisis del sector no son nuevas; nos acompañan desde el principio de los tiempos y frente a los mensajes negativos solo queda trabajar más para atraer la curiosidad de los espectadores. El teatro es un arte que reúne a la comunidad alrededor de distintos temas de reflexión. Es una opción de vida que no tiene un plan B.

¿Dónde se siente más cómodo; en el cine, en el teatro o en la televisión?

Son escenarios complementarios. Todo depende del encargo que te ofrezcan. En mi último proyecto de cine ("Taxi a Gibraltar") he vuelto a coincidir con Dani Rovira, algo que siempre es una garantía de diversión. Esta es una profesión en la que una parte del éxito profesional hay que atribuírselo a las personas que te acompañan en cada una de las aventuras escénicas en las que te embarcas. En "La comedia de las mentiras", por ejemplo, hemos coincidido un grupo divertido y homogéneo.

Además, usted es lo que arriesga su patrimonio en el mundo de la cultura. Se lo digo porque también tiene compañía propia. ¿Dónde se sufre más; en el escenario o con la calculadora?

La Estampida... Más que una compañía es una extensión más de mi familia. Mi corazoncito siempre está más cerca de ese proyecto, pero las veces que acepto formar parte de otro me comprometo al cien por cien. Si no lo veo claro, mejor no me meto. En este oficio un sí implica que tienes que ir hasta el final; aquí no vale estar a medias. Las dos facetas son distintas, aunque al final lo que más te importa es el teatro. Cuando decides dedicarte a esto tienes que aprender a compartir muchas horas de ensayos, viajes en furgonetas, malos y buenos ratos, es decir, que no solo es el rato que te quedas expuesto en un escenario.

¿A usted también le tocó vivir lo de carretera y manta para subsistir en esta profesión?

Sí, yo tengo una edad y sí que he vivido la evolución que se experimenta viajando por toda España en furgoneta (sonríe). Las de hoy tienen wifi, enchufes y otras cosas que hasta hace poco eran impensables.

Todos los públicos tienen sus cosas y, en su caso, hace poco estuvo en El Sauzal con La Estampida, ¿qué espera de esta minigira?

Hace poco estuvimos en el teatro Cuyás con esta obra y el público respondió muy bien. Además, yo tengo muy reciente la experiencia de "La princesa del Pacífico" y sé que la gente de las Islas valora las cosas que están bien hecha. Y no lo digo con la boca pequeña o para quedar bien en la entrevista, trabajar en las Islas siempre es muy estimulante.

¿Le preocupa que por el perfil más bien divertido de muchos de los trabajos que acepta el público le ponga una etiqueta?

Es cierto que en "Gym-Tony" todo iba en esa línea, pero inmediatamente me incorporé al reparto de "A amar es para siempre" en el que era un neurólogo muy atormentado. El público, no obstante, siempre se queda con lo más alegre. Ahora hay dos proyectos sobre la mesa, de los que no puedo hablar aún, que son dos polos opuestos.

La televisión continúa siendo el canal de promoción más familiar e instantáneo, ¿no?

Sí que lo es. Por encima, incluso, de las redes sociales... El teatro es el mejor escaparate; el que siempre te da una nueva oportunidad: mi primera película llegó porque un director de cine estaba sentado en el patio de butacas durante una representación. En los años que llevo en el mundo de la interpretación he aprendido que nunca hay que bajar la guardia.

¿Esa polivalencia genera mucha competencia en la pequeña pantalla, en las salas de proyección, en los teatros o en el campo de la publicidad?

Competir por esos objetivos no es malo, aunque debo reconocer que el mundo de la publicidad no es uno de mis espacios favoritos. Si abusas con los anuncios puedes llegar a quemar tu imagen. Que te asocien a una marca puede llegar a ser un problema; yo prefiero competir conmigo mismo, es decir, superarme en cada trabajo.

Así se promocionó "La comedia de las mentiras" en el Festival de Teatro Clásico de Mérida 2017.