Artistas, promotores, periodistas y hasta responsables de multinacionales coinciden en que el concierto que Vetusta Morla ofrecerá mañana ante 40.000 personas en La Caja Mágica es más que una anécdota: ilustra la transformación de la escena musical española y la eclosión estratosférica del "indie" patrio.

"¡Qué premonitorio!", exclama María Pérez a propósito de Pequeño Salto Mortal, el nombre que pusieron esos seis amigos de Tres Cantos (Madrid) al modesto sello que ella dirige desde su constitución en 2007 y que fundaron "para hacer posible lo imposible: dar salida a un proyecto y necesidades artísticas que no se podían llevar a término a través de las vías convencionales de entonces".

Cuando Vetusta Morla publicó su primer álbum, "Un lugar en el mundo" (2008), las discográficas jugaban aún un papel central en el ecosistema. "Había que tener un disco en las tiendas, una campaña de promoción para aparecer en los medios, sonar en la radio...", rememora Andrés Cabanés, su antiguo responsable de comunicación.

"Pero Vetusta Morla no gustaba a las independientes por ser demasiado ''mainstream'', ni tampoco a las multinacionales por ser demasiado ''indies'', así que decidieron dar un pequeño salto mortal y hacer ellos mismos ese trabajo, convirtiéndose en los primeros en demostrar que el modelo podía funcionar", añade, tras destacar la importancia decisiva que tuvo internet en todo ello.

Izal, Rufus T. Firefly o Amaral, que realizó el camino inverso, son ejemplos de bandas que replicaron ese modelo. "Es la confirmación de un nuevo paradigma en la industria musical en el que grupos que crecemos básicamente desde nuestros propios medios y a nuestra manera podemos llegar a un público amplio", señala Mikel Izal.

Dos semanas antes de la presentación de su debut, la sala Joy Eslava colgaba ya el cartel de "no hay entradas" y, a la larga, tanto el álbum como Vetusta Morla recibieron numerosas distinciones, incluidos los Premios de la Música a mejor disco de pop alternativo, artista revelación y autor revelación.

El fenómeno siguió creciendo gracias a actuaciones como la de la plaza del Trigo de 2008 en el festival Sonorama. "Nunca olvidaré ese final del concierto con ''Saharabbey Road''. Allí cambió todo", rememora Javier Ajenjo, director de esta veterana cita de Aranda de Duero (Burgos), una de las primeras en apostar por ellos.

"Mapas" (2011), su segundo álbum, de nuevo autoeditado, los llevó a una exitosa minirresidencia de cinco conciertos en La Riviera de Madrid, el equivalente a reunir a unas 7.500 personas. Pero no solo eran profetas en su tierra.

"Cada vez que conseguíamos un ''sold out'' nos echábamos las manos a la cabeza. Aunque parezca inverosímil en una industria regida por normas marquetinianas, la consecución de cada hito ha sido fruto de un proceso muy orgánico y natural y estamos orgullosos de haber demostrado que hay otra manera de hacer las cosas: con criterios absolutamente artísticos", asegura Pérez.

Por aquel entonces, VM ya era una apuesta segura de los festivales y con su tercer álbum de estudio, "La deriva" (2014), el disco más galardonado de los Premios de la Música Independiente, dieron el salto de las salas a grandes espacios como el WiZink Center, donde en 2015 ofrecieron tres conciertos a reventar.

"Son el máximo exponente de la transformación de la industria musical en los últimos 20 años, de cómo se ha pasado a un modelo basado en los directos", resalta Cabanés, que trabajó con ellos de 2013 a 2016 y presenció cómo congregaron en el antiguo Palacio de Deportes madrileño a casi 40.000 almas de las más diversas condiciones.

Para Pérez, "la contundencia de su directo" es sin duda una de sus grandes bazas. A ello suma "el trabajo, el tesón, la ilusión permanente, la creatividad artística y musical, el no dejarse vencer por el desánimo ni conformarse con parámetros estandarizados, el ir siempre más allá, creer en sus propuestas y defenderlas, incluso cuando a nivel 360 todo te dice que es imposible".

El cronista musical Fernando Neira destaca asimismo su "intensidad emocional" y una "excelencia" musical "cada vez más personal" que los sitúa lejos de la etiqueta del inicio como "los Radiohead españoles".

Además, "su dimensión literaria es un gran hallazgo, con letras algo crípticas, pero muy sugerentes, y con mensajes, entre la ternura y la visceralidad, que propician la complicidad con el oyente", subraya.

"Podrían pelear en cualquier escenario del mundo, más allá del idioma, por su propuesta musical, por la calidad de los visuales, la precisión de la banda y el liderazgo de Pucho a la voz", señala José María Barbat, presidente de Sony Music para España, con la que Vetusta Morla firmó una alianza musical para lanzar y distribuir globalmente su último disco, "Mismo sitio, distinto lugar" (2017).

El directivo reconoce que hubo un "choque cultural bestial" al empezar a trabajar juntos ("no tanto porque hiciéramos las cosas de forma muy distinta, sino porque ellos podían dedicarle 8 horas diarias a un solo proyecto", argumenta), pero ve en esta fórmula de integración el futuro natural de todo artista que quiera crecer más allá de un punto determinado.

Eso sí, "ya sea con la ayuda de Esmerarte para el directo o de Sony en el apartado discográfico, ellos no han dejado de tener las riendas de cada uno de sus movimientos", constata.

"Es una estupenda noticia para la música nacional que un grupo que nació y creció desde la autogestión consiga mover a tanta gente", celebra Mikel Izal, que suma el triunfo de los madrileños "a un movimiento colectivo de muchos grupos en el que, cada uno a su manera, ha aportado su granito de arena" hasta generar "una escena tan potente", probablemente la mayor de la historia del país.