María de los Ángeles Teixeira, escritora, periodista y amiga, reúne en el libro "Nombres que dejan huella" [Idea, 2018, 404 páginas], que se presentó recientemente en el Real Casino de Santa Cruz de Tenerife, el resultado de unos años de entrevistas relacionadas con el mundo del arte y la cultura. Una colectánea de las publicaciones que vieron la luz en el periódico EL DÍA, en una etapa -los primeros años de la década de los noventa- en la que el rotativo tinerfeño era el principal referente cultural de la vida de la isla de Tenerife: durante ese tiempo, EL DÍA contó con la colaboración de esta mujer culta e inquieta que obsequió a sus lectores con un recorrido casi fotográfico por la fauna literaria, académica y cultural de Tenerife, que nos revela la fina percepción de la autora sobre los personajes entrevistados, un grupo de personas que por separado y en su conjunto marcaron la vida social y cultural isleña en una etapa muy concreta, la que va desde los tiempos previos a la Transición política hasta la consolidación de la democracia.

A la autora le corresponde el mérito de haber captado -a través de sus retratos de hombres y mujeres que dejaron huella- el momento exacto de un vivir de provincias, reflejado como si de una sucesión de fotografías se tratara, pero también de proyectar en sus conversaciones lo que el futuro traería consigo. Teixeira entrevistó a todos los que -a su juicio- tenían algo importante que decir: nombres y mujeres destacados en el campo literario, como Sebastián de la Nuez, Carlos Pinto Grote, Rafael Arozarena, María Rosa Alonso, Juan Marichal, Isaac de Vega, Cipriano Acosta, Agustín Quevedo, Francisco del Toro, Ana María Fagundo, Francisco Aguilar, Justo Jorge Padrón, Digna Palou o Cecilia Domínguez. Muchos de ellos eran ya o se convertirían más tarde en galardonados con el Premio Canarias de Literatura. En el campo artístico tenemos a Eduardo Camacho, Jorge Hodgson, María Belén Morales y Elena Lecuona. Algunos no se encuentran ya entre nosotros?

En sus entrevistas, la autora nos presenta con mimo y detalle a los protagonistas, y para hacerlo recurre a una técnica intimista y casi ritual, una aproximación en la que desnuda a los personajes, hasta llegar al fondo mismo de cada uno de ellos. Como entrevistadora, Teixeira opta por saborear la vida de los otros y dejarla cocer a fuego lento. Una técnica muy literaria. Porque no se trata de textos escritos bajo el mínimo común denominador de que todos los entiendan y disfruten? Teixeira nos presenta a sus personajes sabiendo que ese descubrimiento requiere de la curiosidad y la complicidad del lector. Sus entrevistas son para unos pocos iniciados: para ese grupo de gente que entiende la cultura más que como un lujo, como un valor que define por excelencia a una minoría de personas especiales y distintas.

Y en ese ejercicio por descubrir a la persona que interroga, Teixeira se nos presenta también a sí misma, se pone frente al lector y se manifiesta, siempre desde un segundo plano recurrente, desde el que -como en una pintura velada- insinúa lo mejor de sí misma. Al final del libro, sabemos más de la autora que de cualquiera de los personajes a los que ha diseccionado ante nosotros, y eso sin necesidad de ningún alarde, exhibicionismo o voluntad de lucimiento.

La personalidad como escritora de Teixeira late de manera profunda en todo el texto, e interpela la construcción de un personaje distinto a los entrevistados, que a veces se funde con ellos, a veces los interpreta, y siempre, en todos los casos, demuestra su extraordinaria generosidad al dirigir el foco de nuestra atención hacia los aspectos más luminosos del personaje del que se ocupa.

Sin duda, los entrevistados debieron sentirse muy cómodos con Teixeira. O al menos esa es la impresión que se desprende de la lectura de estos diálogos: sienten frente a ellos a una persona que está a su altura, que les entiende, que comparte sus valores y que -además- ha hecho los deberes antes de embarcarse en la travesía, hilvanando el recorrido con preguntas que son como puntadas perfectamente documentadas. En ese ambiente de afecto cómplice, y de intereses y criterios compartidos, los personajes de este libro parecen encontrarse donde quieren estar, y disfrutan abriéndose al lector. Porque Teixeira crea el contexto preciso para obtener el mayor rendimiento posible a su trabajo como periodista ocasional.

Su colección de retratos coetáneos es una pequeña obra de orfebrería, una joya especular que refleja lo que eran el arte y la cultura y nos dibuja a un grupo de artistas en el sentido más puro del término, alejados del barniz cultural, del simple postureo, de la representación de cara a la galería.

Gracias a Teixeira y su elegante y refinado estilo, tenemos la impagable oportunidad de entrar en un club muy especial, el de los nombres, las gentes y las vidas que dejan huella. Un club de personas que tenían mucho que decir, y que han intentado pasar su legado a los demás. Resulta extraordinario que -tantos años después de haber sido publicadas en EL DÍA- estas entrevistas revividas logren el milagro de que la magia siga presente, de que el mensaje llegue enriquecido y no mermado por el paso del tiempo.

Después de una carrera literaria consolidada, de años de sorprendernos con su narrativa extraordinaria y cercana, y con su poética primorosa, María de los Ángeles Teixeira nos ha vuelto a regalar otro libro impagable?