Vayas donde vayas, estés donde estés, todo el mundo sabe palabras, frases o expresiones en español. Mucha gente puede pensar que esto es lo normal, pero si hacemos el experimento y pedimos que nos digan frases o palabras en francés, ruso, chino o alemán, la lista se puede reducir a "kartoffel", "oui" o "da".

Mi primer viaje en avión lo hice a los diecisiete años y me llevó a Nueva York. Iba a estudiar COU en Estados Unidos y mi nivel de inglés era de muy bajo a nulo. Allí comprobé en mis carnes que en el año 1988 en Nueva York se hablaba inglés. Esta aseveración puede parecer obvia, pero si alguien se da una vuelta por la ciudad de los rascacielos en estos días, notará que se habla inglés y mucho, mucho español. En la mayoría de las tiendas o instituciones hay gente que habla el idioma de Cervantes y la señalética de muchos sitios está en inglés y en español.

Últimamente paso bastante tiempo en Los Angeles. Allí también se habla inglés, pero puedes pasarte días enteros hablando solo español; después de saludar en inglés al dependiente de cualquier establecimiento, muchas conversaciones tornan del inglés al español; no se pregunta al otro si habla español; si se intuye que el otro es latino, simplemente se pasa al español y, en un porcentaje muy cercano al cien por cien, la conversación se acabará en español. En esta ciudad el problema lo tienen los que solo hablan en inglés, porque los que hablan español normalmente también hablan inglés.

Desde el año 1988 de mi primer viaje en avión, muchas cosas han cambiado en el mundo: el instituto Cervantes, que parece que siempre ha estado ahí, se creó en 1991 y en la actualidad cuenta con ochenta y siete centros en cuarenta y cuatro países desarrollando una importante actividad cultural e impulsando el español. La industria televisiva sudamericana, con sus telenovelas, eclosionó en los ochenta y sobre todo en los noventa e inundó el mundo de contenido en español. En la mayoría de los países las telenovelas no se doblan sino que se subtitulan, por lo que cientos de millones de personas empezaron a escuchar televisión en español; toda una novedad cuando anteriormente solo la habían escuchado en su idioma natal o en inglés. En los años ochenta Julio Iglesias, Roberto Carlos y José Luis Rodríguez, "El Puma", cantaban en español y luchaban a brazo partido con la música en inglés, aún se escuchaban en las discotecas y en las radios de todo el mundo canciones en italiano o en francés. Llegaron los noventa y cantantes y grupos como Ricky Martin, Shakira, Juanes, Maná, Chayane, Alejandro Sanz, Enrique Iglesias, Marc Anthony o Luis Miguel inundaron de español las pistas de baile y las radios de todo el mundo. Otros como Eros Ramazzoti o Laura Pausini, italianos los dos, adoptaron el español y, ya en este siglo, se incorporaron Daddy Yankee, Pitbull, Don Omar y otros muchos e hicieron del español la única alternativa al inglés. Ahora mismo en cualquier radio o discoteca del mundo básicamente se oye música en inglés y en español y éxitos como "Despacito" de Luis Fonsi hacen palidecer a los éxitos en inglés.

Treinta años separaban mi primer viaje a Estados Unidos de mi actual viaje a Los Angeles en el que el azafato de American Airlines, después de saludarme en inglés, pasó a hablarme en español (era de Venezuela). En los años ochenta había cinco millones de hablantes de español en Estados Unidos y ahora hay cincuenta en ese país y quinientos sesenta en el mundo. Las academias de la lengua españolas se asociaron en 1951, pero no fue hasta 1999 cuando publicaron conjuntamente su primer diccionario, que fue el primer diccionario de todos los que hablamos español seamos de donde seamos. Leo que para el año que viene estará dentro de la asociación de academias de español la Academia Nasionala del Ladino y me acordé de la conversación que tuve en Estambul hace unos años con un señor de unos setenta años. Hablamos durante unos veinte minutos, él en ladino y yo en español, de Estambul, de su familia y de sus raíces españolas. Nos entendimos y nos alegramos por ello; él estaba exultante de poder compartir su lenguaje y yo comprobaba que lo que había leído mil veces, desde el colegio hasta los artículos en los periódicos, acerca de los judíos conservando su lenguaje durante siglos, era cierto.

Siempre parece que lo que está en inglés se encuentra un paso por encima, que el cine o la música en inglés es mejor por el mero hecho de estar en esa lengua. Miramos al "electro-latino" con cierta distancia y damos por supuesto que la música en inglés es, por el único motivo de estar en esa lengua, buena, cuando esto no es así. Las películas se venden mejor si son en inglés que en español y esto es un poco culpa nuestra porque preferimos ver "blockbusters" americanos antes que películas hechas (aquí o en Sudamérica) en español; aunque los norteamericanos nos bombardeen con bodrios y más bodrios, nosotros seguimos llenando las salas con sus películas; los que nos dedicamos a hacerlas muchas veces pensamos en rodar en inglés para tener más oportunidades de exhibir nuestro trabajo.

A lo mejor lo que deberíamos hacer es quitarnos un poco los complejos y valorar las cosas no por el lenguaje o la nacionalidad, sino por la calidad del producto, y darnos cuenta de que el idioma español es un poderoso vehículo para comunicarnos, para trasmitir y recibir cultura, una herramienta para entrar en contacto con un montón de gente, para entender, sin necesidad de traducciones, música, literatura, cine, ciencia. No siempre lo de casa es peor que lo de fuera y debemos pensar que somos muy afortunados por escuchar "amigo", "siesta" y "vamos a la playa" cuando viajamos por el mundo y que, además, tener amigos, echarnos la siesta e ir a la playa son conceptos muy nuestros y que están muy bien.