De natural discreto, el cine lo lleva reflejado en los ojos, en esa sonrisa abierta y cálida, que también son la mar y las montañas, la carretilla que trasiega hacia el bancal, las labores de la tierra, el cementerio de paredes blancas...

David Baute (Garachico, Tenerife) recupera con el documental "Milagros" (que este martes se exhibe en el festival de Cine de Málaga dentro de la sección oficial, a las nueve de la noche en el teatro Echegaray), el lenguaje de los grandes retratos, llenos de intensidad vital, soledades sonoras, infantiles miradas... con el barrio garachiquense de Genovés como escenario.

¿Por qué eligió el nombre de Milagros para su documental?

En primer lugar, porque es el nombre de pila de la matriarca de la familia protagonista y, de otra, porque en el equipo consideramos que lo que habían conseguido representaba un auténtico milagro. El hecho de que una madre con cuatro hijos, todos ellos con otras capacidades, hayan podido salir adelante y mantuviesen la unidad viviendo en condiciones muy complejas, precarias, y en una época en la que los servicios sociales eran inexistentes, supone también una especie de milagro.

Y recurre de nuevo a esa fórmula de mantenerse como un testigo, espectador, dándole la voz y la palabra a los protagonistas.

Para mí supone una vuelta atrás, reencontrarme con "Rosario Miranda", mi primer documental, que ya tiene quince años. Hacía tiempo que quería retomar ese tipo de registro, más observacional, en el que ellos son quienes protagonizan la vida.

¿Cómo se desarrolló el rodaje?

Fue un seguimiento diario. Estuvimos cerca de tres años grabando en cualquier momento de la jornada, porque era lo que nos apetecía. Cada miembro de la familia tiene su mundo y sus circunstancias, pero la mezcla, sobre todo en el ámbito doméstico, resulta muy interesante. En la película reflejamos esas fechas especiales como la Navidad, el Fin de Año, las fiestas del pueblo.., sintiendo el día a día de una familia.

Todo un testimonio humano.

A mí me fascinaba, pero no sólo por nosotros, sino por ellos. Al principio lo sentían con una enorme intensidad, pero poco a poco se fueron adaptando y acostumbrando a la presencia de las cámaras. La estrategia era esa: conseguir la complicidad. Entrábamos y salíamos de la casa como uno más de ellos, a cualquier hora. Rompimos barreras, como la cámara en la habitación de uno mientras dormía, a las dos de la mañana. Ese lado humano es maravilloso. Sabemos que somos diferentes a los demás, pero nos sentimos orgullos de la familia a la que pertenecemos, nos decían.

¿Y la ambientación?

La familia se asienta en Genovés, barrio de las medianías de Garachico y una zona muy rural que geográfica y visualmente funciona muy bien, con acantilados que caen al mar, la cercanía de el Teide, la montaña de Arenas Negras... El paisaje es un personaje más de la familia. Es un elemento con el que ellos también se comunican mucho, lo que denota su identificación con la naturaleza, relación que da un giro al final de la película, cuando se rompe esa vinculación y acaba ese milagro.

Su proyecto es una de las siete propuestas canarias presentes en el Festival de Málaga...

Ahora se considera que cine canario es todo y soy reticente a darle ese título a productoras de fuera que ruedan en las Islas. Incluso a nivel de ayudas se debería establecer diferencias, porque los audiovisuales isleños no suelen ser películas comerciales, encuentran ciertas barreras y la producción resulta bastante más compleja.

¿Cuánto cuesta salir de las Islas con una película bajo el brazo?

Que te seleccionen para un festival entre dos mil y pico documentales ya representa un premio para el equipo.

¿Qué relevancia tiene el Festival de Málaga?

Hay dos mundos, una parte glamurosa, de alfombra roja, de famoseo, y otra, que viene desde sus inicios, con una programación muy buena. Históricamente, la sección de documentales es de las más reconocidas de España.

De ahí la importancia de festivales como FICMEC o MiradasDoc.

Son las opciones que le quedan al público de visionar ese otro cine que no encontrará en salas comerciales ni en televisión. Estos festivales tienen esa magia de dar acceso a películas que te forman como espectador, con otros planteamientos cinematográficos.