"Sombras" es el título del espectáculo que la coreógrafa y bailarina Sara Baras (1971) mostrará el próximo 13 y 14 de mayo en la Sala Sinfónica del Auditorio de Tenerife. "Es un recorrido en el que tocamos varios palos del flamenco, un viaje inundado de libertad que visita espacios tan vitales para un creador como pueden ser el alma o el corazón", explicó la titular del Premio Nacional de Danza 2003. "En poco más de hora y media enseñamos al público una parte de todo lo que hemos aprendido en los 20 años de historia que ya tiene esta compañía", desvela la gaditana.

¿Cómo es "Sombras", qué se va a encontrar el público de Tenerife en él?

Es una aventura creada en clave positiva en la que hay elementos tradicionales y vanguardistas, pasado y presente unidos por el flamenco y por unos "garabatos" que nos ha hecho Andrés Saura y que nosotros utilizamos como soporte escénico del baile y el canto. Hay algo de lo que aprendí hace 20 años y que hoy continúa siendo una base fundamental de mi día a día como artista, es decir, que no renuncio a mis raíces.

¿Cuáles son las claves para encontrar el equilibrio perfecto entre pasado y presente?

Para mí es muy importante mostrarme como soy; poder sacar en el escenario lo que llevo dentro... Nunca me he creído más de lo que soy, pero todo lo que tengo me lo he peleado... Nunca he puesto unas barreras a mi creatividad, pero siempre he respetado lo que me enseñaron los grandes maestros. A partir de ahí se crea una fusión entre las enseñanzas que guiaron mi crecimiento personal como artista y lo que puede contar un corazón de hoy. "Sombras" respira cotidianidad sin perder de vista los valores que me han traído hasta aquí.

¿Dónde reside el secreto del éxito de Sara Baras?

No existe una fórmula que no esté asociado al amor, al trabajo y a la perseverancia hacia un arte que atrapó mi curiosidad desde hace más de 20 años. El equilibrio del que hablamos antes es fundamental. No hay que olvidar a los grandes referentes, pero el miedo solo se derrota a través de la creación.

Ese respeto por la tradición ha sido uno de los ejes fundamentales para la supervivencia del flamenco, ¿no?

Yo se lo he tenido siempre... El respeto no un valor que hay que aplicar en nuestro día a día. La gente que se mueve en él es mucho más creativa, feliz y tolerante. Lo que quiero explicar es que el respeto no es algo exclusivo del mundo de la cultura, sino que debe ser un valor innegociable de la sociedad. Lamentablemente, no todo el mundo sabe moverse con respeto y es ahí cuando surgen los problemas. Sin él estamos perdidos, ¿no?

¿En ese sentido, "Sombras" tiene el formato de una especie de carta de agradecimiento a los que vinieron antes?

Sí que tiene algo de eso... Cada vez que nace una nueva función de "Sombras" crece un poquito más el alma de todos los que participamos en él. Es un homenaje a la gente que quiere el flamenco concentrado en los 20 años de vida de nuestra compañía. Nada de lo que hemos hecho tendría sentido sin los que vinieron antes, pero nosotros también hemos creado un espacio propio.

¿Hasta qué punto el flamenco está atado a los avances técnicos que han desembarcado desde hace unos años en el mundo de las artes escénicas?

El flamenco hay que sentirlo. Si no lo haces, nada de lo que le estás mostrando al público es útil. Este es un arte que vive del director y, por lo tanto, aunque hoy salga todo muy bien, mañana tendrá que salir igual o incluso mejor. La escena es un elemento más. No lo quiero denominar un adorno, porque tiene un valor específico, pero sus funciones están mucho más limitadas que las de un artista. Eso sí, cuando te equivocas y metes un espectáculo en una atmósfera que no es la de él las posibilidades de fracaso aumentan. El conjunto es lo que hace que "Sombras", por ejemplo, sea una propuesta que atrapa la atención del público. Las nuevas tecnologías ayudan, sobre todo, cuando tienes a tu lado a gente que las sepa rentabilizar, pero esto hay que sentirlo: un espectador de Sochi tiene que percibir unas emociones muy parecidas a las que siente un tinerfeño cuando delante de él se desencadena la furia de "Sombras". Si no es así, hay algo que no funciona.

¿Y las redes sociales?

Son un gran termómetro a la hora de medir las emociones de las personas que han visto o desean ver tu espectáculo. Volviendo a la pregunta anterior, un móvil, por ejemplo, se ha convertido en una herramienta básica para los artistas. Antes los ensayos se quedaban en la sala de ensayos, hoy lo grabas con un móvil, te lo llevas contigo a casa y la información que te proporciona tiene un valor incuestionable a la hora de hacer las correcciones de los fallos que no ves en el directo. El "Skipe", por citar otro ejemplo, te permite discutir de algo que no ves demasiado claro con alguien que está a muchos kilómetros de distancia. Las herramientas tecnológicas, de una forma u otra, tienen un peso específico en nuestras vidas, tanto si te dedicas al flamenco como si haces pastelillos.