Absurdo, según la RAE, significa, en su primera acepción, contrario y opuesto a la razón, que no tiene sentido; la segunda acepción se reafirma explicando que absurdo es aquello extravagante e irregular, así que, cuando lo consulté, no me quedaron muchas dudas sobre el hecho de que lo que me disponía a hacer en Los Angeles -y había empezado meses antes en París- era absurdo.

En Estados Unidos los sindicatos y las asociaciones profesionales tienen mucho poder y regulan qué y cómo se puede hacer; regulan, por ejemplo, si los lugares en los que se va a rodar son aptos en función de decenas de factores, algunos razonables y otros totalmente absurdos. Todo esto, como es lógico, desde mi europeo punto de vista.

Para empezar, debes ubicar la película en un rango de presupuesto conforme al baremo del sindicato de actores y, según ese rango, así debes pagar a los actores. Nuestra película era "low budget" (bajo presupuesto); por debajo de nosotros estaban las "ultra-low budget" y las "sin presupuesto". Bajo esta premisa se contrató y pagó a los actores durante todo el rodaje. La película estaba ambientada en París y en las Islas Canarias y nosotros rodamos en Puerto Rico y Los Angeles. Esto, que ya puede parecer absurdo de por sí, es lo habitual en el mundo del cine; los descuentos fiscales o las facilidades de rodaje hacen que Nueva York se ruede en Toronto, por las subvenciones que los canadienses dan, o que Marruecos se ruede en las Islas Canarias, por las deducciones fiscales del archipiélago, entre otros ejemplos.

Como ya he dicho, nuestros interiores y exteriores de París, así como toda la parte de las islas Canarias, se habían rodado en Puerto Rico y en Los Ángeles pero, al montar la película, los productores pensaron que unas imágenes icónicas de París al principio ayudarían a contar la historia y a ubicar al espectador; además, darían grandeza a la película y añadirían valor comercial al proyecto. Se valoró y se decidió rodar allí los planos de inicio de la película; los actores estaban encantados, la película estaría mejor y ellos tendrían algo de trabajo extra. Pero empezaron los problemas. En una cláusula del contrato con el sindicato de actores (que nadie leyó o a la que nadie dio importancia) decía claramente que en las producciones de bajo presupuesto ningún actor puede rodar fuera de Estados Unidos.

Esto suponía un problema importante; se habló con el sindicato y ofrecieron como solución recalcular todos los sueldos dados a todos los actores como si no fuera una película de bajo presupuesto, pagar la diferencia a todos los actores y así, por arte de birlibirloque, en lo que se refería al sindicato de actores ya no éramos una película de bajo presupuesto y podíamos rodar fuera de Estados Unidos. Pero nuestra realidad era que seguíamos siendo de bajo presupuesto y el cálculo del dinero que había que pagar de más a todos los actores de la película mareó a los productores, por lo que se desestimó esa solución. Se pensó entonces en comprar imágenes de archivo y así ubicar París; los actores perdían el viaje y las jornadas de grabación por cortesía de su sindicato. Se vería París, pero la película perdía que se viera a los actores en la ciudad de la luz. No era buena solución.

Ajeno a los contratos, sindicatos, normas y demás enredos jurídicos, y pensando solo en la película, propuse ubicar a los actores virtualmente en París. Esto es, rodar fondos sin actores en París y después rodar en Los Angeles con ellos en un fondo verde (al igual que los hombres del tiempo o el clásico Superman) para después, en posproducción, superponer ambas imágenes y tenerlos, así, admirando la Torre Eiffel.

"Es absurdo" -me dijeron los productores- "?pero es la solución". Los actores no estaban muy contentos de no ir a París pero, al menos, salvaban el trabajo. Los productores pagaban dos rodajes, pero podían asumirlo. El sindicato mantenía su disciplina (aunque se viera a los actores en París). Y la película tenía los planos que necesitaba, eso sí, complicando el rodaje; todo absurdo, todo lógico.

Así que nos fuimos a París y allí rodamos planos y más planos imaginando dónde estarían los protagonistas, valorando su altura y enfocando sus imaginarios movimientos delante del Arco del Triunfo, de la Torre Eiffel o de Notre Dame, mientras anotábamos con qué ópticas y con qué diafragma rodábamos para así poder repetir los planos en Los Ángeles.

Con todo ese material revisado, preparaba mi viaje a Los Ángeles. Ya solo nos faltaba ubicar un gran fondo verde en algún lugar de la ciudad, rezar para tener sol como tuvimos en París, colocar a los actores delante del fondo verde y explicarles cómo era el plano que rodamos en París. Y así, al igual que Superman vuela, nuestros actores, gracias a la magia (y el absurdo) del cine, estarían en París; y París bien vale un poco de absurdo.