Jardiel Poncela conoció el éxito literario y entre sus docenas de amantes estuvieron las mujeres más bellas, inteligentes y elegantes de España y de Hollywood -donde fue guionista-, pero nunca fue feliz, según cuenta con todo detalle en un texto que dejó para que se publicara después de su muerte.

En palabras de Jardiel, ese texto contiene "lo que he ocultado siempre en mis anteriores escritos biográficos", lo escribió el 18 de agosto de 1945 por consejo de su psicoanalista, que lo trató de lo que parecían -según la descripción del propio autor- los síntomas de una depresión debida a su búsqueda perpetua de la mujer perfecta, que él llamaba "la mujer interior".

El texto se titula "Misterio femenino (Confesión biográfica al lector de mi vida amorosa y sentimental)" y ahora ha sido incluido en el volumen "Obra inédita. Los textos que quedaron en el cajón" (Samarcanda) -que no son exactamente inéditos, sino que deben su título a haber formado parte, en las Obras Completas de Jardiel, del tomo reservado a "Obra Inédita"-.

"En lo erótico yo he sido un individuo que ha tenido siempre eso que la gente llama ''suerte con las mujeres''", asegura Jardiel en el arranque de este texto, antes de confesar: "Desde la adolescencia, he tenido dos Nortes que me han atraído, obsesionado y subyugado por igual: la literatura y la mujer".

A partir de esas confesiones que no contienen "ni un átomo de vanidad", el autor efectúa una enumeración más o menos pormenorizada de sus compañeras y amantes, con una sentencia previa: "Nunca he sido feliz en el amor", lo que atribuye a sus propias exigencias.

"Deseo y quiero, desde la adolescencia, a una mujer interior", una mujer que "podríamos llamar cúbica" porque "es un 100 x 100 de belleza, un 100 x 100 de inteligencia y un 100 x 100 de sexualidad".

La búsqueda de esa quimera le hace exclamar: "¡Qué espantosa búsqueda!", y le obliga a hablar de sí mismo en tercera persona: "Acaba por surgir dentro de mí un Jardiel Poncela que llevo agazapado en el alma, un Jardiel íntimo, que es feroz, que es inconvencible, que es indomable, que quiere que las cosas sean a su gusto y que, si no son a su gusto, las destroza, por muy hermosas y apetecibles que sean".

Él mismo siente estupefacción: "Mi vida amorosa no ha sido hasta hoy mismo más que una sucesión de renuncias voluntarias. De renuncias a mujeres espléndidas; de renuncias a mujeres capaces de haber esclavizado a todo hombre; de renuncias a mujeres que en muchos casos hubieran sido perfectas para cualquiera; pero mujeres que no satisfacían mi deseo y mi ansia: de mujeres que no reunían los tres 100 x 100 anhelados y buscados por mí".

Jardiel, que escribió este texto con 44 años, evoca su primera experiencia, a los 17, que le sirve para percibirse de que su "especial sexualidad no ha concebido nunca el platonismo".

En estas páginas, casi telegráficamente, el autor va relacionando sus sucesivas amantes con las protagonistas femeninas de las obras que le inspiraron, las de "Amor se escribe sin H", "¡Espérame en siberia, vida mía!", "Pero, ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?", "Un marido de ida y vuelta", "Tú y yo somos tres", entre otras.

También recuerda a los cuatro hijos que tuvo, con cuatro mujeres distintas, tres de las cuales -una aún con la criatura en su seno, "despechada"- los alejaron de su lado.

Aunque con amargura confiesa: "Las mujeres me han producido los goces y yo me he producido el sufrimiento", recurre a un pasaje de su obra "Las cinco advertencias de Satanás" para definirse a sí mismo y a sus "veinticinco años de danzar por el mundo pensando solo en eso":

"He buscado año tras año el amor y todo lo que he encontrado han sido mujeres que se han colgado de mi brazo. Amar es llevar un brazo en cabestrillo".