El egiptólogo español Alejandro Jiménez se pellizca cada año, desde hace diez, para creerse que ha formado la mayor misión extranjera en Egipto que busca las huellas de los que gobernaron en Elefantina en época faraónica.

Los despertadores suenan a las seis de la mañana, un ruido que pone en pie al equipo de la misión española de Qubbet el Hawa, aunque algunos de sus componentes ya llevan en duermevela desde la llamada a la oración musulmana del amanecer, unos minutos antes.

El trayecto en camioneta hasta el yacimiento se realiza entre risas y un sol invernal que asoma entre las nubes y las arenas del desierto al este de la ciudad de Asuán, 1.000 kilómetros al sur de El Cairo.

Todo empezó hace una década, cuando Jiménez se pagó un viaje a Asuán y, por un "golpe de suerte" -comenta a Efe- "pasó el tren" de su vida, pues le ofrecieron lo que siempre había soñado: excavar en la necrópolis de Qubbet el Hawa.

"Todos los años me tengo que pellizcar porque no me lo creo. Qubbet el Hawa es lo mejor de todo Egipto", exclama el egiptólogo mientras supervisa cada uno de los cuatro frentes de la necrópolis.

Al principio, en 2008, la arena cubría cuarenta centímetros de lo que sería la puerta monumental de la tumba QH33, la primera que excavaron y que abrió el camino hacia los siguientes logros.

Ahora, es la base de trabajo de todo el equipo multidisciplinar- liderado por la Universidad de Jaén- y como colofón final tras una década de dedicación, la tumba volverá a ser cerrada, adelanta Jiménez.

En estos diez años, el balance ha sido "súper positivo", asegura mientras una insólita lluvia comienza a mojar las ardientes arenas de la colina. Sin embargo, confiesa que la frustración y la tristeza lo han invadido en ocasiones.

"El peor momento en estos diez años fue perderme el nacimiento de mi hija", subraya con semblante serio.

Cuando ocurrió, no tenía dinero para poder cambiar el billete de avión y volver a España, aunque ahora dice que está "bien" económicamente porque cuenta con la financiación del Ministerio español de Economía con un proyecto de I?, así como con el patrocinio de la Fundación Gaselec y PALARQ.

La labor de Jiménez ha arrojado más luz sobre el descanso eterno de la familia gobernante de Elefantina, la antigua frontera entre Egipto y Nubia, donde habitó hace 4.000 años una estirpe iniciada por el monarca de Asuán, Sarenput I.

Ahora mismo, consolidar la tumba intacta de Shemai, el hermano del gobernador Sarenput II, uno de los más destacados del Imperio Medio de Egipto (2050-1750 a.C.), es una tarea fundamental que desarrolla el equipo en la campaña de este año.

El sepulcro hallado en 2017 es importante para conocer el funcionamiento interno de las dinastías de gobernadores provinciales.

Vicente Barba, arqueólogo experto en época bizantina, trabaja en la tumba a dos metros y medio bajo tierra, en un hueco de metro y medio de ancho, junto al equipo de restauradoras en el estrecho nicho.

Jiménez presencia desde la superficie y visiblemente nervioso uno de los momentos más esperados de esta década: el levantamiento del ataúd que cubre a Shemai para poder observar su momia. Precedido por una gran tensión, finalmente destapan los restos entre aplausos.

La restauradora Teresa López-Obregón asegura que hace ocho años vio en el telediario una noticia sobre este proyecto y se dijo que quería estar donde se encuentra en estos momentos. Desde entonces, "ha sido una evolución espectacular", declara a Efe.

Añade que "siempre" le dice a Jiménez "la suerte que ha tenido con el equipo", formado por 42 europeos y cinco egipcios -la mayor misión extranjera en cuanto a número de investigadores en Egipto- pues "no ha habido ningún problema" en estos años.

El equipo también ha hallado el cáncer de mama más antiguo del mundo -que data de finales de la VI dinastía faraónica (año 2.200 a.C)-, diagnosticado por el jefe de antropólogos de la misión, Miguel Botella, de la Universidad de Granada, y confirmado por un TAC que, por primera vez, realizó un equipo extranjero.

"Fue un momento muy emocionante", reconoce Ángel Rubio, de 29 años y antropólogo de la Universidad de Granada, que acumula en bolsas los huesos encontrados en varias tumbas y que están siendo analizados a gran velocidad.

Después de diez años de análisis, la tumba 33 podrá volver a cerrarse y en ella "ya no quedará ni un muerto", bromea Rubio, pero a la misión española aún les queda muchos años por delante para seguir excavando y descubrir los secretos de Elefantina que las arenas del desierto han enterrado.